jueves, 31 de marzo de 2016

Actualidad, con Obama y buitres incluidos

Mauricio Epsztejn—
Mientras esta nota se está escribiendo, en el recinto del Senado empezó a sonar la campanilla convocando a sesión para discutir el proyecto del Poder Ejecutivo, con los módicos cambios introducidos por los Diputados, para derogar las leyes de Cerrojo y Pago Soberano que le permitan al Ejecutivo pagar lo que piden los buitres, endeudando otra vez al país en el exterior y abriendo un nuevo ciclo, como los ya conocidos, con la promesa oficialista de que eso permitirá un futuro derrame venturoso después del manoseado latiguillo sobre “el sacrificio al que obligó la herencia recibida”. En esa empresa el oficialismo cuenta con el acompañamiento de un variopinto espectro de aliados que, como ya sucedió en Diputados, incluye a no pocos integrantes que fueron elegidos en las listas del Frente para laVictoria y no honran el mandato que les fue conferido por sus electores sino que aceptan cumplir con el de Thomas Griesa, sin tener en cuenta las reales consecuencias negativas que sufrirá la inmensa mayoría de la población, como ya conocemos y venimos padeciendo desde el primer préstamo contraído por Bernardino Rivadavia en 1824, hace casi dos siglos y terminado de pagar ochenta años después por una cifra fabulosamente superior. El ciclo que precedió al ahora iniciado fue el de 1976 con la dictadura cívico-militar, aun no cerrado ni con visos de cerrar si, como todo hace prever, se impone la política económica propugnada por el macrismo.(*)

En medio de lo que se juega en el Parlamento con el debate sobre los buitres y el decidido alineamiento del macrismo con la estrategia global estadounidense, no casualmente llegó Obama para darle un explícito respaldo al gobierno en este tema, mientras en los tribunales de Nueva York ahora sí se presenta el gobierno norteamericano invocando la figura de “amigo del tribunal”, para remover las trabas impuestas por el juez Griesa que le impide a los bonistas ingresados en las reestructuraciones de 2005 y 2010 cobrar lo ya pagado por el kirchnerismo.
Eso y los acuerdos que ambos gobiernos firmaron durante la visita de Obama, cuyo contenido aún no se publicó en Argentina, pero se puede leer en inglés en la página de la Casa Blanca, de donde lo obtuvo y reveló el periodista Horacio Verbitsky (ver Página 12 del 27/03/2016), explican posiblemente el motivo más importante de la visita llegada desde el norte y su regreso a Washington el 24 de marzo por la noche, haciendo casi una simple escala técnica en Buenos Aires, el mismo día que en la ciudad y en el resto del país se hacían marchas y concentraciones multitudinarias como ejemplo de que se mantiene viva la memoria y el reclamo de verdad y justica respecto a los crímenes del terrorismo de Estado sobre los que los gobiernos de Estados Unidos tuvieron y aún tienen mucho que ver.
En vista de lo señalado más arriba, llaman la atención las declaraciones que, sobre la visita de Obama, vertió Daniel Scioli, ex candidato a presidente del Frente para la Victoria, después del acto en Zárate donde acompañó a despedidos de la Central nuclear de Atucha. Allí dijo que “Su presencia fue positiva, ahora tenemos que bregar para que su visita potencie inversiones productivas que ayuden al desarrollo argentino”—según consigna Página/12 el reciente 30 de marzo—; palabras similares expresó durante el programa “Animales sueltos”, de Alejandro Fantino.

La Alianza Cambiemos y su gobierno

Hay dos temas que, en la Argentina por lo menos, a partir del 10 de diciembre pasado vuelven a determinar y condicionar al resto por sus perdurables consecuencias: uno es el del nuevo endeudamiento y el tipo de relaciones que ello implica con el capital financiero internacional más concentrado y su máximo representante institucional, el Fondo Monetario Internacional; el otro es el de los derechos humanos, entendidos tanto en el sentido restringido, el de las libertades ciudadanas, como en el ampliado: el derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación y otros que se vinieron incorporando durante la última década y que el proyecto neoliberal actualmente en el poder ya empieza a cercenar.
Sobre esos temas conviene no tener una mirada simplista, ni guiarse sólo por los porcentajes obtenidos en las elecciones del 22 de noviembre: 48,60% por Scioli y 51,40% por Macri; o los índices de aceptación o popularidad del candidato, del gobierno o del que sea, medidos cada tanto por diversas consultoras, que sólo son orientadores de lo que sucede en un determinado momento como datos estáticos, pero insuficientes para indicar cuál es la proyección local o nacional, que no es un estado sino un proceso dinámico. Tampoco sirve absolutizar una movilización, por masiva que sea, y extrapolarla como si fuera el indicador de una tendencia nacional.
Lo concreto es que la Alianza Cambiemos, liderada por el PRO de Macri, ganó las elecciones nacionales sorprendiendo no sólo al Frente para la Victoria, sino a la inmensa mayoría de los observadores locales e internacionales, incluyendo a buena parte de propia dirigencia triunfante a quién desorientó el resultado y obligó a improvisar. Buen ejemplo es el de la Provincia de Buenos Aires, donde después de derrotar sin atenuantes a los candidatos del kirchnerismo, debió hacer malabares para cubrir puestos claves del aparato estatal y lo logró, demostrando una solvencia en el manejo del arte político que, hasta ese momento, muy pocos le reconocían.
Otro ejemplo es el de la Ciudad de Buenos Aires, donde el PRO, aliado con el radicalismo y otras fuerzas de extracción peronista va por su tercer período consecutivo de gobierno y designó al frente de la embajada argentina en Washington al candidato contra el que en el último balotaje por el gobierno de la ciudad compitió como opositor por la alianza ECO.
Es decir, aunque la Alianza Cambiemos encabeza el gobierno nacional y el de los dos distritos más importantes, pero no ganó en el resto de las provincias, supo arreglárselas para que éstas en su mayoría acompañen sus principales políticas o cedan ante las presiones de “la caja”, como sucede en el tema buitres, en que sólo dos gobernadores provinciales confluyeron en una curiosa oposición durante la reunión con el Poder Ejecutivo nacional: el de Santa Cruz y el de San Luis (**).
Estos ejemplos, aunque parecieran menores, están lejos de serlo por el volumen de los actores involucrados. De lo anterior cabe inferir que el Frente para la Victoria subestimó a Macri y al macrismo, sin tomar en cuenta que lo sucedido en Argentina está lejos de ser un fenómeno local, sino que, por encima de las conducciones nacionales visibles, la derecha tiene a nivel global un comando ideológico que planifica estrategias a largo plazo y las aplica creativamente y sin esquemas, ante cada realidad concreta. Ya no recurre sólo, ni principalmente, a los golpes militares. Ahora usa técnicas e instrumentos más sofisticados para someter masivamente las conciencias, como nunca antes sucedió, entre los que figura el control sobre los medios de comunicación y demás instituciones de la cultura, como el cine, las modas, las redes sociales, las costumbres y hasta las festividades tipo “Halloween”, importadas para intentar reemplaza las vinculadas con las raíces de cada pueblo por la uniformidad de un modelo global que incide sutil e incesantemente en el cambio de valores humanos básicos y le permite ir rediseñando el mundo en beneficio del capital más concentrado, donde hasta las fronteras de los países representan un obstáculo para su dominio global.
Basta echar una mirada sobre lo que sucede en nuestro vecindario continental para darse cuenta que el “Gran Hermano” dejó de ser una simple ficción literaria de George Orwell y que, si las fuerzas nacionales y populares pretenden enfrentarlo usando las mismas concepciones políticas e iguales métodos que vienen resultando ineficaces para evitar las derrotas, lo más probable es que obtengan iguales o similares resultados.

El panorama por estos lares

Por eso es bueno que en Argentina el debate sobre tales temas haya comenzado a desbordar el ámbito de comités, unidades básicas, ateneos o como se llamen los lugares cerrados y privados donde hasta ahora lo llevan a cabo las estructuras políticas tradicionales que dicen reconocerse como integrantes del campo nacional, popular y democrático, y empiezan a trasladarse de modo creciente a los espacios públicos abiertos, si el estado del tiempo lo permite, o cubiertos, pero siempre de cara a la gente y buscando el aporte creativo de los ciudadanos. Posiblemente, abrir la discusión a través de estos mecanismos sea el principal desafío metodológico que deba enfrentar el Frente para la Victoria, que hoy no se sabe muy bien qué es, ni quienes están adentro y quienes afuera o cuáles son sus liderazgos (***). Lo mismo sucede con el Partido Justicialista, una fuerza que si bien sería muy importante que forme parte de cualquier alternativa popular imaginable, con él solo no alcanza y menos en el estado en que se encuentra, donde abundan las invocaciones a la unidad, pero escasean las respuestas sobre la unidad para qué, con quienes y a qué precio. Es evidente que en el espacio nacional y popular todavía prima la dispersión, el atontamiento por la derrota y eso se agudiza por la falta de discusión política para sacar conclusiones de lo ocurrido, porque no alcanza ni resuelve nada etiquetar o poner motes y calificativos a los que, conciente o inconcientemente bajaron las banderas, si no se encuentran y resuelven las causas que llevaron a semejante desbande de un sector tan numeroso de la dirigencia. Y no es recomendable empezar a buscar esas falencias en la base. Además, a lo mejor algo se podrá aprender del magmático crecimiento por fuera de las estructuras tradicionales de corrientes como “Resistir con aguante”, aún a pesar de sus insuficiencias. También habrá que tener en cuenta los éxitos y fracasos de otras experiencias como las del Frente Amplio uruguayo, del Partido de los Trabajadores brasileño o del Podemos español.
Al campo popular le aguarda un arduo trabajo y un no corto camino por delante.
(*) Cuando esta nota se cerró.
(**) Sus representantes terminaron votando el proyecto oficialista en el Senado.

(***) La votación en el Senado dio que una amplia mayoría del bloque lo hizo a favor del proyecto oficialista y sólo 16 en contra. 

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