Documento leído por los organismos de DDHH en la Plaza de Mayo el 24 de marzo de 2016.
Elaborado por
Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, Familiares
de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas e H.I.J.O.S. Capital.
A 40 años del golpe genocida, que le causó tanto daño a
nuestro pueblo, con miles de asesinados, detenidos-desaparecidos, presas y
presos políticos, exiliados, con un pueblo hundido en la pobreza, sin justicia
social y con mucho miedo, estamos en esta Plaza de Mayo para reivindicar las
luchas de los 30.000.
Son 40 años de aquel 24 de marzo de 1976, cuando los
genocidas ocuparon la Casa Rosada para decidir sobre la vida y la muerte. Con
el terror sistemático como método, buscaron imponer un plan económico,
político, social y cultural de hambre y exclusión con la receta escrita por los
grupos económicos, el Gobierno de Estados Unidos, la cúpula de la Iglesia y con
la participación de la corporación judicial.
Con la Doctrina de Seguridad Nacional, intentaron instalar
la idea de un enemigo interno, formando a las Fuerzas Armadas con la Escuela de
las Américas para masacrar al pueblo. Nos llenaron al país de miedo. El
"no te metás" era la línea editorial de los medios como Clarín, La
Nación y tantos otros que fueron partícipes de los delitos de lesa humanidad.
Colmaron las hojas de sus diarios mintiendo sobre el terrorismo de Estado,
acusando a los militantes de asesinos, mostrando como enfrentamientos los
crímenes, escribiendo los argumentos de la "teoría de los dos
demonios", ejerciendo la acción psicológica del terror desde la tinta y el
papel, acusando a los sobrevivientes que denunciaban a la dictadura en el
exterior de hacer una campaña "antiargentina".
40 años después, beneficiados por la impunidad, esos medios
siguen haciendo lo mismo: hablan de "grasa militante" y de
"ñoquis", apuntando contra trabajadores y organizaciones políticas,
porque les molesta que la juventud se organice, luche, sea solidaria y
comprometida.
Son 40 años de lucha, memoria y militancia. 40 años buscando
a nuestros seres amados. Empezamos este camino en mucha soledad, con
persecución y represión. Las primeras Madres de Plaza de Mayo fueron detenidas‑desaparecidas
en la ESMA y arrojadas en los vuelos de la muerte. De ahí venimos, de lo
difícil, del dolor, pero también del amor por nuestros hijos, hijas, hermanos,
hermanas, padres, madres y esos miles de militantes que se organizaron y
lucharon por un país grande, justo y libre. Eligieron la política como
herramienta y se unieron en organizaciones sociales, políticas, sindicales,
estudiantiles, como la UES, Montoneros, ERP, FAP, los Sacerdotes por el Tercer
Mundo, FAL, Vanguardia Comunista y tantas otras. Lucharon en los ingenios
azucareros, las Ligas Agrarias, el Cordobazo y el Rosariazo, los Astilleros y
las comisiones obreras de las fábricas.
Esa militancia nos da orgullo, como la nuestra y la de todos
los compañeros y compañeras que luchamos para que la patria sea cada vez más
grande. Los que están molestos con nuestra militancia, nos estigmatizan; pero
cada victoria nos confirma que estamos en el camino correcto. Por eso, queremos
homenajear hoy también a todos los compañeros y compañeras integrantes de los
organismos de derechos humanos y sobrevivientes que han sido parte de esta
lucha y hoy no están físicamente. Por ellos y ellas también gritamos
¡Presentes!
Hoy estamos en esta Plaza con el miedo nuevamente entre
nosotros. Porque semanas atrás fue baleado un local partidario y dos militantes
fueron heridas; porque semanas antes Gendarmería tiró con balas de goma contra
una murga, mayoritariamente integrada por niños y niñas; y porque Milagro Sala
es una presa política de este Gobierno, al que le molesta la militancia. Nos
prefieren obedientes y conformistas, desinformados y sin educación. Nos
pretenden sometidos y asustados. Pero tenemos las banderas de los 30.000 muy
altas, les decimos que al miedo lo conocimos hace rato, con la Triple A y los
genocidas, y que no van a detenernos. Vamos a seguir defendiendo nuestros
derechos, vamos a seguir defendiendo la democracia.
En estos primeros 100 días de gobierno, nuestra democracia
retrocedió demasiado: con decretos de supuesta necesidad y urgencia, se
violentaron leyes e instituciones, como la ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual y el Congreso de la Nación, cuando se intentó imponer a dos jueces
de la Corte. La necesidad y urgencia que los corría era la de desarmar el país
que teníamos, integrado a la patria grande y con un Estado para el pueblo. Lo
cambiaron por un país entregado a las corporaciones y con un Estado de espaldas
al pueblo, con lógicas empresariales y el vaciamiento de políticas sociales
fundamentales para garantizar derechos. Para intentar asegurarse ese modelo
neoliberal de país, diseñaron un protocolo de represión para que el miedo
interfiera en la protesta social y que el reclamo por trabajo, educación, salud
y vivienda sea demonizado. Resulta importante resaltar que entre las
preocupaciones del nuevo gobierno no estuvo la de derogar una ley que no puede
seguir en vigencia: la ley Antiterrorista. ¿Será que la usará con el protocolo
de represión de la protesta social?
Por eso, porque sin derechos no hay democracia, denunciamos
que en 100 días, el gobierno de Macri, como sostuvo Rodolfo Walsh en 1977 en su
Carta Abierta a la Junta Militar, ha "restaurado la corriente de ideas e
intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas
productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación". 39 años después de
esa Carta, los miles de despidos, la persecución a la militancia, los planes
sociales desarmados, las leyes del Congreso en contra del pueblo y la
represión, son algunos de los hechos de los primeros 100 días de gobierno que
nos convocan a defender la democracia. Por eso, hoy están en esta Plaza las
centrales obreras, porque los trabajadores son la Patria, porque no vamos a
permitir que nos roben el derecho al trabajo, ni que le pongan techo a las
paritarias, ni que estigmaticen a los trabajadores y trabajadoras. Después de
más de 12 años de un proyecto de inclusión, hoy las políticas de Estado
empiezan a ser de exclusión social, política, económica y cultural.
Sin derechos no hay democracia, porque cuando todo se
concentra arriba, abajo quedan la pobreza, el hambre, la desocupación, la
represión. El macrismo es el gobierno de la exclusión planificada, de los
derechos para pocos.
Estos 40 años nos encuentran en la Plaza en la que
comenzamos las rondas las Madres, Abuelas y Familiares. Empezamos a caminar
cuando estaba prohibido reunirse, cuando el Congreso estaba cerrado, cuando la
desaparición forzada de personas era el método de exterminar a la oposición,
cuando la censura era el arma del gobierno genocida para excluir de la cultura
y la información para hacer más fácil el sometimiento del pueblo. Acá vinimos
cada vez que salimos a protestar, marchar y reclamar. Acá nos bombardearon, acá
metimos las patas en las fuentes, acá hicimos la primera marcha de la
resistencia en plena dictadura, acá nos masacraron en el 2001. Acá venimos a
recordar a nuestros seres amados, porque lucharon por un país para todos y se
los llevaron por un país para pocos. Eran mujeres y hombres con proyectos,
convicciones, solidarios, comprometidos. Son 40 años: cuatro décadas sin esos militantes
que nos faltan todos los días.
Por eso no vamos a permitir que nadie, y menos un
funcionario, niegue esta ausencia forzada que son los 30.000 o intente
reinstalar la teoría de los dos demonios. Nuevamente, exigimos la renuncia
indeclinable e inmediata de Darío Lopérfido, un funcionario negacionista a
cargo de la cultura del gobierno de esta Ciudad, quien puso en duda la magnitud
del genocidio que sufrió nuestro pueblo. Tan grave como sus dichos es que el
Jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, lo mantenga en su
cargo.
Llegamos a los 40 años de lucha, memoria y militancia. En
estas décadas, los genocidas pasaron más años con impunidad que presos donde
deben estar: en la cárcel común, perpetua y efectiva. Al juicio a las Juntas
Militares lo sucedieron la Obediencia Debida, el Punto Final y los Indultos que
pusieron nuevamente en las calles a los asesinos del pueblo. El camino fue
duro: hasta llegamos a ver y escuchar a los culpables reivindicar sus crímenes
en televisión. Los señalamos con los escraches para demostrar que la condena
social repudiaba la impunidad. Empezamos a ver avanzar causas judiciales fuera
del país, mientras acá la impunidad estaba comprando en el supermercado o
paseando por la playa. Esa historia empezó a cambiar en el 2003, con el
Presidente Néstor Kirchner, quien decidió sacarle las vallas a la historia e
incluir en políticas de Estado la lucha del pueblo por la Memoria, la Verdad y
la Justicia.
Así, con la continuidad y profundización de las Presidencias
de Cristina Fernández, llegamos a estos 40 años del Golpe con más de 660
genocidas condenados, 119 identidades restituidas, más de 130 ex centros
clandestinos señalizados y 35 espacios de memoria puestos en funcionamiento. La
Memoria, la Verdad y la Justicia ya no son un imposible: son una de las victorias
que vamos a seguir defendiendo a diario. El gobierno tiene un doble discurso
que hay que denunciar: mientras declara a la prensa que los juicios a los
genocidas continuarán, despide a los trabajadores y trabajadoras que sostienen
las políticas de Estado que los garantizan, como el acompañamiento a testigos y
la investigación para las causas. Además, no cesa en el intento de apartar a la
Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó y ya avanzó con
limitaciones a sus funciones. Las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, como
cualquier otra que garantice derechos, sólo se sostienen con los trabajadores y
trabajadoras adentro. Por eso, exigimos que se terminen los despidos, que se
respete el derecho al trabajo, que se mantengan las políticas de Estado de
Memoria, Verdad y Justicia para que encontremos a todos los jóvenes apropiados,
para que se sigan preservando, recuperando y resignificando los ex centros
clandestinos, para que continúe la búsqueda de los cuerpos de los detenidos‑desaparecidos
y que sigan los juicios a los genocidas.
La del 76 fue una dictadura cívico‑militar.
Los grupos económicos, el gobierno de Estados Unidos, la cúpula de la Iglesia y
la corporación judicial fueron la parte civil del golpe de Estado más asesino
de nuestra historia, en el que las Fuerzas Armadas desplegaron algunos de los
métodos de tortura más macabros del mundo. Se pusieron en funcionamiento
cientos de centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, en los que
algunos integrantes de la Iglesia y el Poder Judicial fueron parte de los
interrogatorios y las torturas, en los que hubo médicos que participaron en el
plan sistemático de apropiación de bebés, en los que se mantenía un país
clandestino bajo delitos de lesa humanidad. La participación civil en los
delitos de lesa humanidad todavía tiene demasiada impunidad. Algunos de los
responsables llegaron a juicio, pero la mayoría no. La corporación judicial
sigue beneficiando a sus socios y protegiendo a sus culpables. Con causas
cajoneadas, como la de Papel Prensa, los empresarios genocidas caminan por las
calles y hoy vuelven a cargar la tinta contra la democracia. Desde su palco de
doctrina, fue el diario La Nación el primero en pedir impunidad para los
genocidas al día siguiente del triunfo electoral de Mauricio Macri. Los
genocidas civiles no tuvieron un papel secundario: estuvieron en la misma mesa
que Videla a la hora de planificar el terror. Incluso usaron oficinas de Clarín
y La Nación para cometer sus crímenes, e instalaciones de Ford para secuestrar,
torturar e interrogar. Esos civiles, casi en su totalidad, como Blaquier y
Massot, continúan impunes.
No sólo nos daña el silencio, sino también la mentira. Por
eso, volvemos a decir que la única guerra que hubo entre 1976 y 1983 fue la de
Malvinas, en la que perdieron la vida cientos de personas en nombre de una
batalla desigual. A los crímenes de la guerra se le sumaron los delitos de lesa
humanidad cometidos por algunos jefes sobre los combatientes, delitos que deben
ser juzgados y condenados como parte del accionar criminal del estado
terrorista. Esa es una de las deudas de esta democracia, como también lo es la
identificación de los 123 cuerpos de quienes perdieron la vida en el conflicto
bélico. Seguimos exigiendo el reconocimiento de la soberanía sobre las Islas.
¡Las Malvinas son argentinas! ¡Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía!
Los genocidas mantienen los pactos de silencio. Eso se tiene
que terminar. Necesitamos saber la verdad, toda la verdad: ¿dónde están los
cuerpos? ¿Dónde están los jóvenes apropiados? Ellos lo saben porque fueron
partícipes. En todos estos años, pudimos encontrar a algunos de los nietos y
nietas, quienes ya pudieron abrazarse con sus familias. Pero faltan muchos más:
por eso, porque cientos de jóvenes todavía no conocen su identidad, los
seguimos buscando. Tal vez alguno o alguna esté en esta Plaza o alguien que
está acá los conoce. Puede pasar, porque están entre nosotros, están en alguna
parte. Nosotros los buscamos siempre, cada día. Necesitamos que se acerquen, que
venzan el miedo, que asuman la duda y que vengan: si nosotros los buscamos y
ustedes se acercan, todos nos encontramos.
Recientemente, el Presidente de Estados Unidos anunció que,
40 años después, serán desclasificados archivos de la dictadura. Es obligación
de todos los Estados y gobiernos aportar a la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Por eso, esperamos que se cumpla el anuncio y que finalmente podamos acceder a
toda la información que tiene ese país, que fue partícipe de los delitos de
lesa humanidad que se cometieron en las dictaduras de la región con el Plan
Cóndor. Necesitamos que desclasifiquen toda la información, que extraditen al
genocida Roberto Bravo, uno de los asesinos de la Masacre de Trelew, y que
ayuden de manera urgente a la búsqueda de los nietos apropiados que podrían
vivir en ese país. Además, sostenemos categóricamente que Estados Unidos debe
dejar de violar los derechos humanos tanto en su territorio como en otros, como
en la cárcel de Guantánamo.
Esta democracia de más de 32 años tuvo que ser defendida
muchas veces. Nadie olvida los levantamientos de los carapintadas, ni la
masacre de diciembre del 2001 contra la rebelión popular, cuando el pueblo
volvió a ser víctima de políticas de exclusión y represión, con más de 30
asesinados en todo el país y las Madres nuevamente reprimidas en Plaza de Mayo.
Nadie olvida. En septiembre se cumplirán 10 años de la desaparición forzada de
Jorge Julio López y seguimos exigiendo saber qué pasó con él y que haya Juicio
y Castigo a los culpables. Tampoco olvidamos la desaparición forzada de Miguel
Brú, ni lo que hicieron con Luciano Arruga y Andrea Viera, ni los asesinatos de
Fuentealba, Cabezas, Kosteki, Santillán y Mariano Ferreyra. A 40 años del golpe
genocida, nos sentimos nuevamente convocados y convocadas a defender la
democracia, porque el cambio de gobierno está significando a diario la
vulneración de derechos: miles de personas despedidas en el Estado y el sector
privado, la criminalización de la protesta, la profundización de prácticas de
violencia institucional, la persecución ideológica, con el extremo de que hoy
tengamos una presa política, por eso decimos: ¡Libertad ya a Milagro Sala!
Vemos también con profunda preocupación cómo en este país
cambiado se profundiza la violencia institucional, práctica represiva que nació
alimentada de los indultos, la obediencia debida y el punto final, y que sigue
siendo una de las mayores urgencias de la democracia. Mientras haya un Poder
Judicial que, como lo hizo recientemente la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, autorice el uso de las neopicanas Taser, lejos estaremos de lograr la
erradicación de esa violencia, como también lo estaremos mientras sigan
funcionando cárceles y comisarías como lugares de criminalización de la
pobreza, de aplicación de tormentos y torturas. Por eso, repudiamos
enérgicamente, la violencia institucional cometida recientemente por la Policía
de Miramar contra un joven militante estudiantil y de la diversidad sexual.
Pero con un Poder Judicial que habilita a la Policía a pedir
el documento sin justificación, y con funcionarios que, con la excusa de
combatir al narcotráfico, pretenden dejar la seguridad en los barrios en manos
de las Fuerzas Armadas, el camino en la lucha para erradicar la violencia
institucional se hace cada vez más difícil.
También se hace difícil terminar con las violencias hacia
las mujeres cuando hay un Estado que cierra áreas de atención y protección, o
con un Poder Judicial patriarcal, que criminaliza a las víctimas, o con un
Presidente de la Nación misógino que premia con cargos públicos a quienes
denigran a las mujeres y él mismo sostiene que, en definitiva, a las mujeres
les gusta que las traten mal. Hay mujeres que a diario pierden la vida por los
femicidios. Sin un Estado comprometido, no hay salida posible y a los
funcionarios no les queda otro lugar más que el de la complicidad. Lo mismo
podemos decir sobre la trata de personas: mientras sectores del Poder Judicial,
las Fuerzas de Seguridad y otros funcionarios, por acción u omisión, sean parte
del delito, lejos estaremos de terminar con ese crimen que se roba a diario
miles de vidas de mujeres, hombres, niños y niñas para la explotación sexual
y/o laboral. ¡Basta de femicidios! ¡Basta de trata de personas!
Hoy, nuestra Patria Grande está siendo atacada, porque las
corporaciones no quieren perder su poder. En esta Plaza, repudiamos
enérgicamente los intentos destituyentes a las democracias latinoamericanas y
abrazamos al pueblo de Brasil en su defensa de la soberanía popular. Las
corporaciones van por Maduro en Venezuela, por Evo en Bolivia, por Dilma y Lula
en Brasil, demostrando que la corporación judicial y económica no tiene
fronteras. Van por nuestra libertad, nuestros derechos. Por eso, porque tenemos
memoria también en los pies, no olvidamos el camino recorrido y sabemos que un
pueblo organizado es imposible de vencer. Porque los que desaparecieron a los
30.000 y pretendieron matar para siempre a todas las luchas, son los mismos que
hoy persiguen a los militantes. Son los mismos que empobrecieron al país con la
deuda externa de sus empresas y dañaron con sus crímenes los que hoy vuelven a
la Casa Rosada: los Macri, la Nueva Provincia y la Sociedad Rural Argentina.
Son los mismos y persiguen el mismo objetivo: atacar al pueblo organizado.
También nos preocupa que se venda la soberanía de nuestro
país con la megaminería, la extranjerización de nuestros recursos naturales y
con un pago irresponsable a los fondos buitres. No podemos volver a aceptar que
nos impongan deudas injustas. Recordamos el daño y el hambre que nos provocó
durante décadas la deuda externa de la dictadura. No queremos volver a eso.
Defendemos a nuestro país, defendemos nuestro futuro.
A 40 años del golpe genocida, sentimos orgullo de las luchas
de los 30.000 detenidos‑desaparecidos. Los miramos en las
fotos y los recordamos con amor, y podemos reivindicar sus luchas. Podemos
nombrarlos acá, en la Plaza del pueblo, y saber que son parte de esta memoria
colectiva que los abraza. Lucharon por una Patria Grande, justa, libre, solidaria
e inclusiva. Y a pesar de las pérdidas, y a pesar del dolor, y a pesar de hoy
estar viviendo un retroceso en materia de derechos en el país, nunca perdimos
ni perderemos las esperanzas: sabemos que son posibles los imposibles. A 40
años del golpe genocida, a 40 años de lucha, memoria y militancia, sin derechos
no hay democracia.
30.000 detenidos desaparecidos, presentes. Ahora y siempre.
30.000 detenidos desaparecidos, presentes. Ahora y siempre.
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