Mauricio Epsztejn—
Ducha de realidad e ingeniería con lápiz de punta fina
Junto al cierre de las listas de candidatos a las PASO
nacionales y de la Provincia de Buenos Aires, se largó la disputa de fondo
sobre quiénes, cómo y en qué dirección gobernarán la Argentina a partir del 10
de diciembre. Si bien en principio son 13 los aspirantes al podio mayor a
dirimirse el 25 de octubre, correspondientes a 9 partidos y alianzas, después
de las PASO podrá participar en las generales sólo una fórmula por partido o
alianza, siempre y cuando la fuerza haya superado el 1,5% de los votos válidos.
La conformación de los binomios de precandidatos
presidenciales insumió ingentes negociaciones, aún en aquellas fuerzas cuyos candidatos
claramente cumplirán sólo una función testimonial. Todo parecía encarrilado
hacia un final más o menos previsible, con alegrías de unos y caras largas de
otros, hasta que desde el corazón del oficialismo se anunció la fórmula Daniel Scioli-Carlos
Zannini, que volvió a dar la nota y trastocó las mesas de arena armadas por los
estados mayores de la oposición. Además, con la fuerza que otorga la lógica
política de quien ocupa el centro del escenario, impuso el debate de ideas y
proyectos al que la taimada pobreza opositora se venía negando. Fue una jugada de
oportunidad y sorpresa que reafirmó ante los propios el liderazgo indiscutido
de Cristina y sirvió cual baño de realidad hacia el interior del Frente para la
Victoria, que no sólo le permitió ordenarse casi sin traumas, sino que desorientó
y desató la furia mediática opositora. A partir de esa fórmula, el armado del
resto de las listas y el lugar que en ellas fueron ocupando los demás candidatos
del FPV, la misma se hizo completamente entendible y aceptada.