martes, 30 de junio de 2015

Todos a la mesa y a mostrar las cartas

Mauricio Epsztejn—

Ducha de realidad e ingeniería con lápiz de punta fina

Junto al cierre de las listas de candidatos a las PASO nacionales y de la Provincia de Buenos Aires, se largó la disputa de fondo sobre quiénes, cómo y en qué dirección gobernarán la Argentina a partir del 10 de diciembre. Si bien en principio son 13 los aspirantes al podio mayor a dirimirse el 25 de octubre, correspondientes a 9 partidos y alianzas, después de las PASO podrá participar en las generales sólo una fórmula por partido o alianza, siempre y cuando la fuerza haya superado el 1,5% de los votos válidos.
La conformación de los binomios de precandidatos presidenciales insumió ingentes negociaciones, aún en aquellas fuerzas cuyos candidatos claramente cumplirán sólo una función testimonial. Todo parecía encarrilado hacia un final más o menos previsible, con alegrías de unos y caras largas de otros, hasta que desde el corazón del oficialismo se anunció la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini, que volvió a dar la nota y trastocó las mesas de arena armadas por los estados mayores de la oposición. Además, con la fuerza que otorga la lógica política de quien ocupa el centro del escenario, impuso el debate de ideas y proyectos al que la taimada pobreza opositora se venía negando. Fue una jugada de oportunidad y sorpresa que reafirmó ante los propios el liderazgo indiscutido de Cristina y sirvió cual baño de realidad hacia el interior del Frente para la Victoria, que no sólo le permitió ordenarse casi sin traumas, sino que desorientó y desató la furia mediática opositora. A partir de esa fórmula, el armado del resto de las listas y el lugar que en ellas fueron ocupando los demás candidatos del FPV, la misma se hizo completamente entendible y aceptada.

A partir del acuerdo de Menem y Alfonsín que habilitó la reforma constitucional de 1994, el sistema electoral establece que se consagrará presidente y vice a la fórmula más votada que haya superado en primera vuelta el 45% de los votos afirmativos válidamente emitidos (Artículo 97) o por lo menos el 40%, con una ventaja superior a 10 puntos sobre su inmediato seguidor (Artículo 98). De no darse ninguna de estas condiciones, el ganador surgirá de una segunda vuelta o balotage, a realizarse en el caso actual el 22 de noviembre, de la que participarán sólo las dos fórmulas más votadas (Artículo 96).

Política en blanco y negro. Clase media y medio pelo

Fórmula del FPV- Daniel Scioli y Carlos Zannini
Entre el momento en que se escribe esta nota y las elecciones de octubre pasarán casi cinco meses. En el medio tendremos las de la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba, como distritos más grandes que desdoblan sus elecciones respecto de las nacionales y las primarias nacionales junto a las de varias de provincia el mismo 9 de agosto, lo que conforma un panorama que hace de 2015 un año particularmente especial en cuanto al debate y disputa políticos.
Tal como están planteadas las cosas, la disyuntiva dirimirá dos proyectos de país: uno, representado por el Frente Para la Victoria (FPV), donde conviven variados matices que van desde quienes proponen consolidar los conseguido antes de plantearse nuevos objetivos, hasta los que sostienen que la única manera de asegurarlo es profundizando la distribución de la riqueza y ampliando más  derechos.
El proyecto que lo enfrenta es el de la coalición Cambiemos, integrada por el PRO, el radicalismo y los seguidores de Carrió, cuyos candidatos y apoyos, por encima de la propuesta formal que a regañadientes de a poco se ven obligados a sincerar, huelen a la década del ’90 con sus privatizaciones, endeudamiento y pérdida de derechos sociales. Muchos de esos personajes incluso fueron protagonistas de los fracasados intentos desestabilizadores o francamente golpistas ocurridos a partir de 2003.
Ambos proyectos marchan hacia octubre en busca de legitimarse con el voto ciudadano. Ambos parten con un núcleo duro, no estático pero a esta altura bastante consolidado y han diseñado una estrategia para captar al electorado flotante, representada por una amplia masa ciudadana no encuadrada que define las votaciones. Todo indica que en homogeneidad conceptual, claridad para formular la propuesta de la próxima etapa y cuadros probados en condiciones de conducirla, el kirchnerismo aventaja ampliamente a cualquier agrupamiento opositor. Sin embargo, como ese supuesto no equivale a votos, el éxito o fracaso de cada estrategia suele obedecer a múltiples razones, que en general se analizan y desentrañan después de contarlos. Este sector, que es cada vez menos ajeno e indiferente a la política, aunque no se identifica con determinadas estructuras partidarias, está integrado mayoritariamente por la denominada clase media, un sector dinámico de la población, buena parte de la cual llegó a tal condición producto de la política de los gobiernos kirchneristas y con quienes el kirchnerismo debe establecer un diálogo especial porque objetivamente sería su aliado natural. Si eso se lograra mantener de modo más o menos estable, consolidarían un bloque capaz de cerrar cualquier intento restaurador.
Con una mirada objetiva, también es necesario reconocer que una parte de esa misma clase media, por distintas razones (simple interés material, falta de información, comodidad, prejuicio, racismo, temor de enfrentar a los poderosos de siempre o incluso por el famoso “síndrome de Estocolmo”) es prisionera del conservadorismo y actúa y vota contra sus propios intereses.
Un párrafo especial merece lo que Arturo Jauretche llamó “el medio pelo”, concepto mal entendido como sinónimo de clase media. Dado el error que implica, extendido incluso entre personas que se supone informadas, conviene aclarar a qué llaga social nos remite Jauretche cuando habla del “medio pelo”, un fenómeno que atraviesa todas las clases y capas sociales. Él designa así a personas o grupos que quieren aparentar un status superior al que en realidad tienen y, con el fin de “pertenecer”, es decir ser aceptados por el nuevo estamento, copian sus maneras de actuar, modales y modismos para congraciarse con ellos, llegando incluso a humillar a los de su clase, como antes ellos mismos lo sufrieron. Así entonces, esa gente, cuanto más la oprimen, más admiran e imitan a sus opresores, porque visualizan que ese es el atajo indicado que les permitirá acceder a un escalón superior en la pirámide social.
Por eso el campo nacional y popular no debe confundir el medio pelo con la clase media: uno es material de estudio para la psicología social, a la que es casi imposible cambiarle la mentalidad; la otra es una condición social con la que se puede y debe dialogar y estrechar vínculos, como lo demuestra el hecho de que buena parte de la militancia y dirigencia del kirchnerismo proviene de sus filas.

Cristina y los debates pendientes al interior de su espacio

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner o simplemente Cristina para quienes la quieren, indefectiblemente dejará su cargo el próximo 10 de diciembre por mandato constitucional. Sin embargo, nadie duda que seguirá siendo una destacada militante política y líder indiscutida de su movimiento. La duda de cómo ejercerá ese liderazgo se irá develando con el tiempo, aunque es bien posible que se devele antes de fin de año.
Sea cual fuere el resultado de las elecciones nacionales de octubre, en el seno del actual oficialismo se abrirá, más temprano que tarde, un debate sobre el futuro, que el proceso electoral relega obligatoriamente en función de garantizar el triunfo lo más amplio posible de los propios candidatos. Sería suicida enredarse en discutir ahora sobre futuros cambios estructurales, cuando la posibilidad de llevarlos a cabo depende de si se conserva o no el gobierno y la consiguiente relación de fuerzas, tanto interna como externa.
Sin embargo, en un esquemático punteo de temas hay algunos que no pueden faltar. Por ejemplo:
Se habla de crecimiento con desarrollo (o viceversa) e inclusión social. Son tres elementos que cada uno en si mismos comprende un universo, como qué tipo de desarrollo industrial se propugna, en qué áreas y cómo o qué agro, su producción y destino. Eso implica hablar del rol de la banca, del sistema impositivo, del Mercosur, UNASUR y demás.
En esa dirección es ineludible hablar del rol del Estado y de qué Estado es necesario, incluyéndolo como gran o principal protagonista económico y social. También hay que entender que cuando el kirchnerismo habla de que durante el dominio del neoliberalismo el Estado estuvo ausente, se refiere a que desprotegió a la mayoría de la población en beneficio de los grandes monopolios nacionales y extranjeros. Porque Estado siempre hubo y estuvo presente con el terrorismo de Estado para aplastar cualquier resistencia que se opusiera a esa políticas; porque hubo Estado con Martínez de Hoz, Cavallo y otros personeros por el estilo.
Hay que debatir el tema de la justicia, un poder escasamente democrático y republicano, de cuyas ancestrales arbitrariedades ya daban cuenta los versos que José Hernández pone en boca del Moreno, en el Martín Fierro.
Y sin agotar la lista, deberá hablarse de una reforma constitucional que incorpore los nuevos derechos y remueva las trabas que impiden ampliar la democracia.

Campaña electoral y operaciones políticas

A tal punto llega la disputa electoral que dirimirá el futuro de la Argentina y la supremacía de uno u otro proyecto de país, que lo más enconado de la oposición no repara en medios para imponer el suyo. No vale la pena enumerar las reiteradas acciones desestabilizadoras y golpistas, pues nuestros lectores pueden hacer su propia y extensa lista.
Sólo en 2015 hubo varios intentos fracasados de corridas cambiarias y maniobras de los fondos buitres y su apoyatura local.
Pero la operación más audaz fue la dirigida directamente contra la propia Presidenta organizada desde el poder judicial a través del ex fiscal Nisman. Hasta su propia muerte quiso presentarse como un asesinato organizado por Cristina.
Desinflada la imagen de Nisman y fracasado el intento de transformarlo en mártir, cuando quedó demostrado que de seguir con vida podría ser juzgado como un simple delincuente común, evasor de impuestos, contrabandista, malversador de caudales públicos y por actuar al servicio de potencias extranjerascontra el país, ahora intentan repetir la trama como farsa y transformar a un Cabral en juez heroico, con la complicidad de la agencia promotora de imagen del titular de la Corte. Y seguramente habrá más, por lo menos hasta el 10 de diciembre.

A esa campaña, lo más probable es que el gobierno responda como lo viene haciendo, sin perder la calma, ateniéndose a la ley y seguir sumando puntos a favor. 

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