Mauricio Epsztejn—
Ducha de realidad e ingeniería con lápiz de punta fina
Junto al cierre de las listas de candidatos a las PASO
nacionales y de la Provincia de Buenos Aires, se largó la disputa de fondo
sobre quiénes, cómo y en qué dirección gobernarán la Argentina a partir del 10
de diciembre. Si bien en principio son 13 los aspirantes al podio mayor a
dirimirse el 25 de octubre, correspondientes a 9 partidos y alianzas, después
de las PASO podrá participar en las generales sólo una fórmula por partido o
alianza, siempre y cuando la fuerza haya superado el 1,5% de los votos válidos.
La conformación de los binomios de precandidatos
presidenciales insumió ingentes negociaciones, aún en aquellas fuerzas cuyos candidatos
claramente cumplirán sólo una función testimonial. Todo parecía encarrilado
hacia un final más o menos previsible, con alegrías de unos y caras largas de
otros, hasta que desde el corazón del oficialismo se anunció la fórmula Daniel Scioli-Carlos
Zannini, que volvió a dar la nota y trastocó las mesas de arena armadas por los
estados mayores de la oposición. Además, con la fuerza que otorga la lógica
política de quien ocupa el centro del escenario, impuso el debate de ideas y
proyectos al que la taimada pobreza opositora se venía negando. Fue una jugada de
oportunidad y sorpresa que reafirmó ante los propios el liderazgo indiscutido
de Cristina y sirvió cual baño de realidad hacia el interior del Frente para la
Victoria, que no sólo le permitió ordenarse casi sin traumas, sino que desorientó
y desató la furia mediática opositora. A partir de esa fórmula, el armado del
resto de las listas y el lugar que en ellas fueron ocupando los demás candidatos
del FPV, la misma se hizo completamente entendible y aceptada.
A partir del acuerdo de Menem y Alfonsín que habilitó la
reforma constitucional de 1994, el sistema electoral establece que se
consagrará presidente y vice a la fórmula más votada que haya superado en
primera vuelta el 45% de los votos afirmativos válidamente emitidos (Artículo
97) o por lo menos el 40%, con una ventaja superior a 10 puntos sobre su
inmediato seguidor (Artículo 98). De no darse ninguna de estas condiciones, el
ganador surgirá de una segunda vuelta o balotage, a realizarse en el caso
actual el 22 de noviembre, de la que participarán sólo las dos fórmulas más
votadas (Artículo 96).
Política en blanco y negro. Clase media y medio pelo
Fórmula del FPV- Daniel Scioli y Carlos Zannini |
Entre el momento en que se escribe esta nota y las
elecciones de octubre pasarán casi cinco meses. En el medio tendremos las de la
Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba, como distritos más grandes
que desdoblan sus elecciones respecto de las nacionales y las primarias
nacionales junto a las de varias de provincia el mismo 9 de agosto, lo que
conforma un panorama que hace de 2015 un año particularmente especial en cuanto
al debate y disputa políticos.
Tal como están planteadas las cosas, la disyuntiva dirimirá dos
proyectos de país: uno, representado por el Frente Para la Victoria (FPV), donde
conviven variados matices que van desde quienes proponen consolidar los conseguido
antes de plantearse nuevos objetivos, hasta los que sostienen que la única
manera de asegurarlo es profundizando la distribución de la riqueza y ampliando
más derechos.
El proyecto que lo enfrenta es el de la coalición Cambiemos,
integrada por el PRO, el radicalismo y los seguidores de Carrió, cuyos
candidatos y apoyos, por encima de la propuesta formal que a regañadientes de a
poco se ven obligados a sincerar, huelen a la década del ’90 con sus
privatizaciones, endeudamiento y pérdida de derechos sociales. Muchos de esos personajes
incluso fueron protagonistas de los fracasados intentos desestabilizadores o
francamente golpistas ocurridos a partir de 2003.
Ambos proyectos marchan hacia octubre en busca de
legitimarse con el voto ciudadano. Ambos parten con un núcleo duro, no estático
pero a esta altura bastante consolidado y han diseñado una estrategia para
captar al electorado flotante, representada por una amplia masa ciudadana no
encuadrada que define las votaciones. Todo indica que en homogeneidad
conceptual, claridad para formular la propuesta de la próxima etapa y cuadros
probados en condiciones de conducirla, el kirchnerismo aventaja ampliamente a
cualquier agrupamiento opositor. Sin embargo, como ese supuesto no equivale a
votos, el éxito o fracaso de cada estrategia suele obedecer a múltiples
razones, que en general se analizan y desentrañan después de contarlos. Este
sector, que es cada vez menos ajeno e indiferente a la política, aunque no se
identifica con determinadas estructuras partidarias, está integrado
mayoritariamente por la denominada clase media, un sector dinámico de la
población, buena parte de la cual llegó a tal condición producto de la política
de los gobiernos kirchneristas y con quienes el kirchnerismo debe establecer un
diálogo especial porque objetivamente sería su aliado natural. Si eso se
lograra mantener de modo más o menos estable, consolidarían un bloque capaz de
cerrar cualquier intento restaurador.
Con una mirada objetiva, también es necesario reconocer que una
parte de esa misma clase media, por distintas razones (simple interés material,
falta de información, comodidad, prejuicio, racismo, temor de enfrentar a los
poderosos de siempre o incluso por el famoso “síndrome de Estocolmo”) es
prisionera del conservadorismo y actúa y vota contra sus propios intereses.
Un párrafo especial merece lo que Arturo Jauretche llamó “el
medio pelo”, concepto mal entendido como sinónimo de clase media. Dado el error
que implica, extendido incluso entre personas que se supone informadas,
conviene aclarar a qué llaga social nos remite Jauretche cuando habla del
“medio pelo”, un fenómeno que atraviesa todas las clases y capas sociales. Él designa
así a personas o grupos que quieren aparentar un status superior al que en
realidad tienen y, con el fin de “pertenecer”, es decir ser aceptados por el nuevo
estamento, copian sus maneras de actuar, modales y modismos para congraciarse
con ellos, llegando incluso a humillar a los de su clase, como antes ellos
mismos lo sufrieron. Así entonces, esa gente, cuanto más la oprimen, más admiran
e imitan a sus opresores, porque visualizan que ese es el atajo indicado que
les permitirá acceder a un escalón superior en la pirámide social.
Por eso el campo
nacional y popular no debe confundir
el medio pelo con la clase media: uno es material de estudio para la psicología
social, a la que es casi imposible cambiarle la mentalidad; la otra es una
condición social con la que se puede y debe dialogar y estrechar vínculos, como
lo demuestra el hecho de que buena parte de la militancia y dirigencia del
kirchnerismo proviene de sus filas.
Cristina y los debates pendientes al interior de su espacio
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner o simplemente
Cristina para quienes la quieren, indefectiblemente dejará su cargo el próximo
10 de diciembre por mandato constitucional. Sin embargo, nadie duda que seguirá
siendo una destacada militante política y líder indiscutida de su movimiento.
La duda de cómo ejercerá ese liderazgo se irá develando con el tiempo, aunque
es bien posible que se devele antes de fin de año.
Sea cual fuere el resultado de las elecciones nacionales de
octubre, en el seno del actual oficialismo se abrirá, más temprano que tarde,
un debate sobre el futuro, que el proceso electoral relega obligatoriamente en
función de garantizar el triunfo lo más amplio posible de los propios
candidatos. Sería suicida enredarse en discutir ahora sobre futuros cambios
estructurales, cuando la posibilidad de llevarlos a cabo depende de si se
conserva o no el gobierno y la consiguiente relación de fuerzas, tanto interna
como externa.
Sin embargo, en un esquemático punteo de temas hay algunos
que no pueden faltar. Por ejemplo:
Se habla de crecimiento con desarrollo (o viceversa) e
inclusión social. Son tres elementos que cada uno en si mismos comprende un
universo, como qué tipo de desarrollo industrial se propugna, en qué áreas y
cómo o qué agro, su producción y destino. Eso implica hablar del rol de la
banca, del sistema impositivo, del Mercosur, UNASUR y demás.
En esa dirección es ineludible hablar del rol del Estado y
de qué Estado es necesario, incluyéndolo como gran o principal protagonista
económico y social. También hay que entender que cuando el kirchnerismo habla
de que durante el dominio del neoliberalismo el Estado estuvo ausente, se
refiere a que desprotegió a la mayoría de la población en beneficio de los
grandes monopolios nacionales y extranjeros. Porque Estado siempre hubo y estuvo
presente con el terrorismo de Estado para aplastar cualquier resistencia que se
opusiera a esa políticas; porque hubo Estado con Martínez de Hoz, Cavallo y
otros personeros por el estilo.
Hay que debatir el tema de la justicia, un poder escasamente
democrático y republicano, de cuyas ancestrales arbitrariedades ya daban cuenta
los versos que José Hernández pone en boca del Moreno, en el Martín Fierro.
Y sin agotar la lista, deberá hablarse de una reforma
constitucional que incorpore los nuevos derechos y remueva las trabas que
impiden ampliar la democracia.
Campaña electoral y operaciones políticas
A tal punto llega la disputa electoral que dirimirá el
futuro de la Argentina y la supremacía de uno u otro proyecto de país, que lo
más enconado de la oposición no repara en medios para imponer el suyo. No vale
la pena enumerar las reiteradas acciones desestabilizadoras y golpistas, pues
nuestros lectores pueden hacer su propia y extensa lista.
Sólo en 2015 hubo varios intentos fracasados de corridas
cambiarias y maniobras de los fondos buitres y su apoyatura local.
Pero la operación más audaz fue la dirigida directamente
contra la propia Presidenta organizada desde el poder judicial a través del ex
fiscal Nisman. Hasta su propia muerte quiso presentarse como un asesinato
organizado por Cristina.
Desinflada la imagen de Nisman y fracasado el intento de
transformarlo en mártir, cuando quedó demostrado que de seguir con vida podría ser
juzgado como un simple delincuente común, evasor de impuestos, contrabandista,
malversador de caudales públicos y por actuar al servicio de potencias
extranjerascontra el país, ahora intentan repetir la trama como farsa y
transformar a un Cabral en juez heroico, con la complicidad de la agencia
promotora de imagen del titular de la Corte. Y seguramente habrá más, por lo
menos hasta el 10 de diciembre.
A esa campaña, lo más probable es que el gobierno responda
como lo viene haciendo, sin perder la calma, ateniéndose a la ley y seguir
sumando puntos a favor.
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