Mauricio Epsztejn—
Las 500.000 personas que el reciente 10 de mayo
tapizaron de modo compacto y multicolor las calles y avenidas del centro de la
Ciudad de Buenos Aires, desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo, con multitud
de grupos desparramados por lugares cercanos que seguían convergiendo sobre la
Plaza, incluso hasta cuando había concluido el acto, para expresar su contundente
repudio al fallo de la Corte Suprema en favor de los genocidas de la última
dictadura, una marcha y un acto que se replicó en las principales ciudades del
país donde participaron otras decenas de miles, a los que se sumaron los llevados
a cabo en numerosas ciudades del extranjero, representaron una rápida y
formidable respuesta popular y ciudadana a la provocación de la cúpula del
Poder Judicial y mostraron el nivel de conciencia que alcanzó la sociedad
argentina en defensa de los Derechos Humanos, de la democracia, por Memoria,
Verdad y Justicia, contra el silencio y el olvido que impulsa el gobierno de
Macri, junto a la jerarquía de la Iglesia católica y los promotores y beneficiarios
civiles de la dictadura, varios de los cuales integran el actual gobierno.