Osvaldo Riganti—
River
En 1931, con el inicio del
profesionalismo, River compró a Carlos Peucelle, el Nº 7 de Sportivo Buenos
Aires, en10 mil pesos, una cifra record para aquella época. Sin embargo, no
obstante ese refuerzo, el club que entonces estaba en avenida Alvear y Tagle,
cosechó el tercer puesto, mientras, para mayor frustración, Boca Juniors, quien
sería su eterno rival, se consagró campeón de la temporada.
Así las cosas, Antonio Liberti, un directivo
que sobresalía en la Comisión de Fútbol por su empuje, a raíz de lo cual sería
aclamado y luego catapultado a la presidencia del club, realizó espectaculares
contrataciones al año siguiente.
La más destacada fue la de un hombre que marcó
un “antes y después” en el fútbol argentino: Bernabé Ferreyra, la “Fiera” de
Rufino. Rompió redes y el equipo de la banda roja fue campeón.
Las sumas invertidas en refuerzos y su
acceso tras ello a los primeros planos del balompié –con el antecedente de la
compra de “Barullo” Peucelle –le dieron entonces el apodo de “millonarios”. Que
se asentaría con el correr de los años, sobre todo a partir de su instalación
en el Monumental de Núñez: en una década River saltó de la Boca a Palermo y de
allí a Núñez, reforzando gradualmente la condición de “millonario”. “Con
nostalgia dejaste la Boca//pues el barrio chico te quedó” dice el tango “River Plate”, que a tono con la
heráldica apunta su condición de “gran señor del deporte”. Su perfil
multidisciplinario, la proliferación de actividades sociales en su majestuoso
estadio de Núñez fueron dándole toda una entidad institucional.
River supo también de referencias
despectivas. A pesar de que el término “leprosos” es hoy asociado a Newell´s
Old Boys, en un tiempo también se le adjudicó a River Plate. Recordaría con los
años Angel Labruna que en la cancha de Boca así lo catalogaban los hinchas
adversarios que se enardecían aún más porque él simulaba “arrojarle tiras de
lepra”, como contaría.
En 1966, en un áspero cotejo River dejó
atrás a Independiente clasificando para la final de América. En ese partido fue
expulsado Faldutti, el DT de Independiente, que tuvo un fuerte altercado con el
arquero Amadeo Carrizo, a quien motejó de “gallina” por negarse a ir a la
selección (se le endilgaba tener temor de dilapidar la idolatría cosechada tras
mantener el arco invicto en la Copa de las Naciones 1964 y tomarse revancha de
horas de dolor en el Mundial de Suecia 1958). La expresión tuvo repercusión
pero River ya estaba enfrascado en la definición del torneo continental con
Peñarol y aparentemente había quedado atrás. Pero la definición de ese certamen
en la cual lo que parecía un cómodo 2-0 se transformó en un 2-4, que se
atribuyó a deficiencias anímicas, llevó a que en el primer encuentro que River
afrontó por el torneo local, los hinchas de Banfield le arrojaran una gallina
en un partido que empató en un gol contra ese club en su cancha.
Boca
Boca es identificado como “los
xeneizes”, apelativo que tiene resonancias del fuerte componente inicial de
genoveses que se le atribuye a su hinchada.
En un momento se llamaba a sus
seguidores “los boteros”, porque era gente que desde las inmediaciones se
trasladaba en botes a los partidos en que jugaba al otro lado del Riachuelo.
Sin embargo sus rivales fueron
transformando esa condición de “boteros” en la recurrente y descalificadora
mención de “bosteros”.
Así como River debió padecer a través de
medio siglo en distintos estadios que arrojasen gallinas con su camiseta cuando
ingresaba a la cancha, a partir de 1975, en algunos partidos de Boca (sobre
todo frente al clásico rival), la hinchada contraria arrojaba cerdos cuando este
equipo entraba a la cancha. Todo comenzó ese año en un partido en el Monumental
frente a su tradicional oponente, merced a un operativo montado por la
tradicionalmente conocida “Gorda Matosas”, acérrima representante
riverplatense. No empezaron con buen pie sus oponentes. Perdieron 1a 0 con los
auriazules, en un cotejo en que el único gol lo anotó Potente, que lucía el Nº
10, precisamente el mismo número que ostentaba el chanchito en la casaca con
que lo lanzaron al campo de juego.
A través de los años el ingenio popular
se ha ido incentivando en torno a la picaresca en la materia. Sin embargo hubo
algunos episodios traumáticos para quienes parodiaron a su contrincante. Así en
1992 directivos de River Plate fueron procesados por infracciones al edicto que
regla las actividades deportivas, como entendieron las autoridades municipales
que constituía saludar la salida a la cancha por parte de los boquenses
disparándoles un porcino.
Otras alusiones como la de “bolitas” y
“paraguas” a los del equipo de la Ribera
por una asociación con habitantes de los hermanos países de Bolivia y Paraguay,
tienen un contenido racista y ha dado lugar a que, por exteriorizaciones en tal
sentido, se sancione al club cuyos adictos entoncen cánticos de ese tenor.
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