Mauricio Epsztejn--
Antes que nada quiero aclarar que pertenezco a la categoría
de espectadores cuyos conocimientos sobre el arte cinematográfico apenas
exceden lo básico y, cuando le toca opinar sobre una película recién vista, sea
cual fuere el género del que se trate, sus comentarios suelen limitarse al
cauto y mezquino “me gusta-no me gusta”, pero que se ríe, se emociona, aplaude
o se queda unos minutos sentado después de haber leído la palabra “fin”, para reflexionar
sobre lo que vio. Pero si no le gustó, si se aburrió, bosteza y hasta se duerme
y ronca, como forma de expresar su opinión, sin importarle el lugar donde lo
hace ni el tamaño de pantalla al que se enfrenta.
En el caso de P4R+, operación Walsh, el documental
que el programa Bibliotecas para Armar proyectó durante el ciclo dedicado a
Rodolfo Walsh al cumplirse 40 años de escribir su “Carta de un escritor a la Junta Militar” y su desaparición, en la
sala sucedió algo especial: los presentes no sólo permanecimos amarrados al
asiento durante los 85 minutos que duró, sino que seguimos allí debatiéndola hasta
que la hora nos obligó a abandonar la sala.