Mauricio Epsztejn--
Antes que nada quiero aclarar que pertenezco a la categoría
de espectadores cuyos conocimientos sobre el arte cinematográfico apenas
exceden lo básico y, cuando le toca opinar sobre una película recién vista, sea
cual fuere el género del que se trate, sus comentarios suelen limitarse al
cauto y mezquino “me gusta-no me gusta”, pero que se ríe, se emociona, aplaude
o se queda unos minutos sentado después de haber leído la palabra “fin”, para reflexionar
sobre lo que vio. Pero si no le gustó, si se aburrió, bosteza y hasta se duerme
y ronca, como forma de expresar su opinión, sin importarle el lugar donde lo
hace ni el tamaño de pantalla al que se enfrenta.
En el caso de P4R+, operación Walsh, el documental
que el programa Bibliotecas para Armar proyectó durante el ciclo dedicado a
Rodolfo Walsh al cumplirse 40 años de escribir su “Carta de un escritor a la Junta Militar” y su desaparición, en la
sala sucedió algo especial: los presentes no sólo permanecimos amarrados al
asiento durante los 85 minutos que duró, sino que seguimos allí debatiéndola hasta
que la hora nos obligó a abandonar la sala.
Dado que la ficha técnica de ese documental está al alcance
de cualquiera que tenga acceso a Internet, me ahorro el comentario. En cambio,
lo que sí me interesa destacar es que para hacer una buena producción
cinematográfica, del género que fuera, lo decisivo no es el dinero sino el trabajo
y tener talento, que en esta descollaron. Por lo que pude percibir, la
producción de P4R+… requirió una baja inversión, consistente en los gastos que
implicó concretar la serie de entrevistas con las personas que lo frecuentaron
y la búsqueda de materiales de archivo, un combo que, convenientemente editado,
armó la secuencia donde pudimos apreciar la amplitud de facetas que caracterizaron
la personalidad de Walsh, que lo diferenciaronn del rígido ícono en el que se
suele congelar a personalidades destacadas que merecen nuestra admiración y
respeto. En ese sentido es muy ilustrativo el texto de la sinopsis que a
continuación se reproduce y que acompañó el estreno del film en octubre del año
2000:
Rodolfo Walsh distinto: valiente, mujeriego,
talentoso, amante del whisky, obsesivo, militante, lleno de dudas... pero
fundamentalmente humano”.
Quienes mejor lo conocieron y opinan sobre esas sucesivas o
coincidentes etapas y facetas fueron Ricardo Piglia, Lilia Ferreyra, Osvaldo
Bayer, Carlos Walsh, Susana (Poupeé) Blanchard, Martín Caparrós, David Viñas,
Patricia Walsh, Rogelio García Lupo y Mario Firmenich.
Y esta cuestión de lo humano en Walsh, nos hace reflexionar
sobre lo cuidadoso que debemos ser cuando a veces juzgamos y catalogamos
algunas otras sinuosas trayectorias: a mediados de los ’40 él perteneció a la
Alianza Libertadora Nacionalista, un grupo de jóvenes que adhirieron al
nacionalismo y a Perón en 1945, aunque después, dirigidos por Gullermo Patricio
Kelly derivaron para cualquier lado; a mediados de la etapa 1945-1955, se hizo
antiperonista y hasta gorila, al punto que en 1955, después de la intentona
golpista del 16 de junio, escribió una nota de elogioso homenaje a un piloto
que ese día había bombardeado y asesinado civiles indefensos en la Plaza de
Mayo, antes de ser abatido y muerto por las tropas leales a Perón; es necesario
tener en cuenta que él mismo pudo haber sido uno de esos pilotos, como lo fue su
hermano Carlos —uno de los entrevistados para el documental—, si la Armada no
hubiera rechazado sus solicitud de ingreso debido a problemas físicos.
Hasta fines de 1956 su vida estuvo circunscripta a corregir
pruebas de galera para una editorial, traducir textos del inglés al catellano,
escribir buenos cuentos y ser un apasionado jugador de ajedrez después del
trabajo. En ese momento su vida dio un vuelco fenomenal cuando “en forma casual”
—como admite en el prólogo a la tercera edición de “Operación masacre”—se
entera que hubo un sobreviviente a los fusilamientos que en junio de ese año llevó
a cabo la dictadura de Aramburu y Rojas en un basural de José León Suárez.
A partir de entonces y hasta que lo desaparecieron, pasó a
ser un “intelectual comprometido”, con todas las implicancias, cuestionamientos
y discusiones que ese concepto incluía y aún incluye.
La manera que él lo entendió, lo acompañó de modo
consecuente hasta que lo desaparecieron, un día después de haber terminado de
escribir un cuento de ficción, que también desapareció cuando arrasaron su
casa, y la famosa “Carta de un escritor…”.
Sobre esas cosas y otras más, hablan en el documental al que
contribuyeron con su testimonio, algunos de sus amigos y otros no tanto, además
de sus mujeres y parientes. Creo que a quien no haya visto este documental le
vendría bien hacerlo porque le aportará una visión distinta sobre un personaje
nada común y su época; y para quienes ya lo conocen, no les vendría mal
repetirlo y, si es posible junto a
quienes están interesados en analizar de dónde venimos y por qué.
*Nota publicada en Libro de
Arena –de Bibliotecas para armar– el 11 de abril de 2017. http://bibliotecasparaarmar.blogspot.com.ar/2017/04/p4roperacion-walsh.html
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