lunes, 1 de abril de 2013

La cachetada inicial

(segunda parte)*

Sol Rodríguez Garnica--
Goya-Mujer maltratada con un bastón

—¿Lo denunciaste y te fuiste a vivir con él?

—Fue después de una pelea terrible que tuvimos. Él se quería mudar a Capital si o si, me decía: conseguí un buen trabajo y tanto viaje no te conviene. Me acuerdo que le dije que quería seguir estudiando, que me estaba cagando…

—¿Y entonces?

—Me pegó, pero estaba sacado. Nunca lo había visto así. Salí corriendo, llegue a una cuadra de la comisaría pero… No pude. Volví y lo vi llorando. Así que nos mudamos.

—¿Y tu carrera? ¿Qué estudiabas?

—La dejé. Me faltaban ocho materias para recibirme de diseñadora industrial.

Carolina se mudó a Capital Federal a fines de 2007. Siempre con la promesa de “voy a cambiar”, de “nunca más lo voy a hacer”. De Villa Pueyrredón a Lomas no tenía nada directo. Sus visitas a familiares y amigos fueron haciéndose cada vez más esporádicas. Pero ella nunca se dio cuenta. Hasta que un día, una tarde, estaba sola en el departamento. Y se le ocurrió llamar a su mamá. Y la buscó en su celular, en la lista de los últimos marcados. Y no la encontró.

—Me dí cuenta que hacía tres meses que no hablaba con mamá. Que la última conversación que había tenido con ella fue de dos minutos. A mamá nunca le conté que Alfredo me pegaba. Siempre le dije que era muy protector, muy celoso de mí. Así que ella no sabía todo.

Ese día lo esperó con la comida hecha, como todos los días.

Mientras cenaban, le dijo que iba a ir a visitar  a su familia mañana. Que los extrañaba y que quería verlos. A él no le gustó. Discutieron. Ella le dijo que la razón por la que no hablaba con ellos era él. Que él siempre la dominó, la controló. Y que ella no quería más eso.

—Al día siguiente fui a la Oficina de Violencia Doméstica. Me acuerdo que después de los golpes, el me pidió perdón, como siempre. Me dijo que había cosas de mí que lo sacaban, como siempre, y otra vez me prometió que era la última vez. Que iba a ir al psicólogo. Yo no le dije nada. Apenas se durmió, agarré una carterita, la billetera, el celular, las llaves y me fui. La llamé a mamá y a una amiga, la única con la que pude seguir hablando seguido, y me dejo dormir en su casa. Ellas dos me acompañaron.

Cuando alguien llega a la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) para realizar una denuncia, es admitida y se verifica que la denuncia se corresponda con las que tramita la oficina. Una vez realizado esto, la persona se enfrenta con un equipo de trabajo, compuesto por un jefe de equipo, que es abogado, un psicólogo, un trabajador social y médicos, en el caso que desee ser revisada para constatar las heridas. Luego, se le explican las condiciones en las cuales va a hacer el relato, a quién denuncia, porqué viene. “Se le cuenta, lo más simple posible, los alcances de la ley 24117, específicamente lo que dice acerca de exclusión del hogar, prohibición de acercamiento y prohibición de contacto” describe Rébori, psicóloga de la OVD. Luego, se pasa a la parte del relato mismo, donde se trata de contener a la víctima, de mostrarle que se encuentra en un ambiente amable, de contención. “La mayoría de los ataques de llantos se producen en el momento en  que  cuentan el motivo por el cual se decidieron a hacer la denuncia. Este puede ser el peor de los episodios o ser el de menor violencia, en comparación a lo ya vivido”.

—¿Cómo fue contarle todo a dos extraños, cuando ni siquiera le habías contado a tu mamá lo que te estaba pasando?

—Fue más fácil. Les conté como había pasado. Los golpes se me notaban, tenía un ojo hinchado. Les conté que habíamos peleado, les conté como él se empezó a volver loco, como me decía que me estaba descarrilando. Les conté de la primera piña, de cuando me agarró del brazo, les mostré las marcas de sus dedos. Y como me decía que me iba a matar.

Después, fue un alivio, casi. Fue contarles como era mi vida con él, como eran mis días y como habían sido los episodios anteriores.

Automáticamente después de la denuncia, si fue hecha antes de las 13.30, una persona acompaña a la victima al Juzgado Civil de Familia para comenzar el trámite de la denuncia judicial. Si es de noche, se hace al día siguiente, pero siempre acompañado por alguien de la oficina. “El acompañamiento se hace para asegurarnos que se efectué la denuncia” cuenta Rébori y detalla que se le da un papel con los nombres y números de teléfonos de los abogados gratuitos, todo en el marco de la ley 24117, para que cuente con asesoramiento legal sin costo y efectivamente, continúe con el proceso legal. “El problema ahora es que estamos derivando a dos fueros, lo cual es problemático ya que el fuero penal no tiene la misma capacidad resolutiva que el civil” se indigna Rébori. La problemática recae en que si la víctima cuenta, por ejemplo, que durante algún episodio el agresor le dijo “te voy a matar”, es una amenaza y las amenazas constituyen un delito penal.

María Laura Gárrigos, presidenta de la Cámara del Crimen y una referente en el tema de violencia de género, explica que las diferencias de acción en estos casos de los fueros se deben a los diferentes alcances de los mismos: “Ante la mera denuncia se puede solicitar al juez civil que disponga, por ejemplo, la exclusión del hogar del agresor, sin necesidad de investigar si sucedió el hecho o no”.  Esta medida cautelar no tiene ninguna consecuencia en cuanto a la sentencia definitiva, sino que sirve como precautoria mientras se definen las audiencias, a las cuales las dos partes se presentan con sus abogados para resolver la situación.

En cambio, en el fuero penal, las medidas cautelares no se dictan hasta que no hay indicios bastante suficientes de que efectivamente ocurrió el hecho y que fue cometido por el imputado. “Esto requiere una elaboración de la prueba que es mucho mas lenta que en el tramite de la medida civil donde basta con que sea verosímil para que el juez civil disponga” explica Gárrigos. Luego de la denuncia de la víctima, se le da al posible agresor el derecho de defensa (en lenguaje legal “se lo cita a indagatoria”) para que explique que pasó. Una vez superada esta etapa, el juez penal tiene diez días para resolver si el delito existió  y si efectivamente el imputado es el autor de delito. Recién en ese momento, el juez penal puede dictar medidas predatorias como una exclusión del hogar u otras clases d medidas, como el embargo. Si la situación es de mucho peligro para la víctima, se puede dictar la prisión preventiva del agresor hasta que haya una sentencia definitiva del caso.

Tanto Gárrigos como Rébori coinciden en la importancia de unificar el destino de las causas. “Lo más conveniente sería que los juzgados civiles de familia cuenten con una parte penal, para acelerar los procesos”, advierte Gárrigos. Rébori indica que para la Oficina de Violencia Doméstica es conflictiva la derivación a los dos fueros y que para la víctima, la espera de ciertas medidas precautorias hace que las causas se caigan o que ellas piensen que no hay un real acceso a la justicia. Si bien en las causas penales, el juez debe actuar de oficio, el fuero al que corresponden las situaciones de violencia intrafamiliar (en donde entran también las relaciones de concubinato o noviazgo) es el civil, ya que tiene más y mejores protocolos para estos casos.

A Carolina la medida precautoria le fue otorgada 20 días después de su denuncia en la OVD. Le molestó la espera pero sintió (y siente) que es algo que tuvo que hacer para salir de es infierno.

—Me mudé de vuelta a Lomas, tengo cerca de mi mamá, a mis hermanos. No sé si soy feliz. Creo que no, a veces me acuerdo de lo que me hizo y lo odio. Pero a veces lo extraño. Es enfermo. Yo no estoy bien. Pero quiero estarlo. Estoy yendo al psicólogo, estoy buscando trabajo. Trato de hacer cosas, de distraerme. El otro día, después de muchos años, me volví a tomar el (tren) Roca. Y tuve ganas de seguir con la facultad. Quién te dice que un día de estos, voy y me anoto de nuevo.

*La primera parte de esta nota ya fue publicada y la vas a encontrar si buscás en cualquiera de estas secciones: Actualidad. Calidad de vida. Debates. La ciudad, El país, El mundo.

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