martes, 30 de abril de 2013

El manicomio, un lugar para… ¿vivir?

Natalia Perrotti – Lic. en Psicología--
En el Borda
El Borda… No solemos percatarnos de su existencia. Incluso, muchos de nosotros tal vez ni siquiera sepamos su ubicación exacta. El Borda es, generalmente, como decía el psiquiatra italiano Franco Basaglia, una institución negada.

Pero un día sucede algo como lo ocurrido ese viernes 26 de abril de
2013: la Policía Metropolitana y las topadoras ingresan violentamente al Borda con el objetivo de demoler parte del edificio en el que funcionaba el servicio 19 para construir allí un centro cívico. Los trabajadores y pacientes del hospital que intentaron oponerse a la demolición fueron brutalmente atacados por la fuerza pública. Y entonces sí, el hospital se ubica en el centro de la escena y todos comenzamos a pronunciarnos respecto de los incidentes ocurridos.
Incluso las redes sociales se llenan de comentarios a favor y en contra del cierre, a favor y en contra de la represión, a favor y en contra de la construcción del famoso centro cívico. Pero la situación no deja de ser paradójica.

Resulta penoso e incluso vergonzoso encontrarnos con semejante acto de violencia, especialmente tratándose de la policía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que son quienes deberían defender lo público y, sin embargo, lo destruyen.

A propósito de esta situación, he tenido la oportunidad, en los últimos días, de leer en las redes sociales comentarios que repudian la violencia ejercida por parte de las fuerzas policiales contra todos aquellos que se oponían a la destrucción del servicio 19, y que rezaban:

“Somos locos x el Borda. Tu simple adhesión a la página nos ayuda a mejorar la vida en el Borda”

“Cierran el Borda y no sé qué será de mí”

“Para muchos el Borda no será mucho. Pero es mi hogar y lo están cerrando…”

Ahora bien, todo esto merece una reflexión. ¿De qué hablamos cuando decimos defender el hospital? ¿De qué hablamos cuando decimos desmanicomialización? ¿Acaso la resistencia contra la violencia policial conlleva como contracara el mantenimiento de la institución asilar? ¿Es que queremos mantener todo como está, sin cambiar nada?

Es cierto que el hospital Borda funciona aún como una institución asilar. Eso quiere decir que el dispositivo para el tratamiento del padecimiento mental es violento. El manicomio, como tal, es una institución que se sostiene sobre la base de la violencia: encierra, castiga, adormece, aliena, enferma. Pero eliminar el manicomio no implica, de ninguna manera, una acción violenta. Cuando decimos “eliminar el manicomio”, no nos referimos a que hay que destruir el edificio para construir allí otra cosa, tampoco queremos decir que los pacientes deben quedar en la calle.

Manicomio y hospital no son la misma cosa. El manicomio es un lugar de encierro. El hospital es un lugar para la atención de los problemas de salud. En los hospitales monovalentes, manicomio y hospital se confunden. La idea de la desmanicomialización —proceso por el cual se tiende a la abolición del manicomio como modalidad de funcionamiento institucional, no como destrucción del edificio público — supone establecer la diferencia entre el encierro y la asistencia, eliminando el dispositivo asilar, pero sosteniendo y fortaleciendo el dispositivo de atención a la salud. Así, desmanicomializar no es destruir sino transformar, transformar el asilo en un hospital.

En este sentido, no se trata de demoler un edificio hospitalario —y mucho menos por la vía de la violencia —con el fin de utilizar el espacio para construir, luego, un centro cívico o cualquier otra obra que nada tenga que ver con la atención sanitaria. Pero no nos confundamos, repudiar la acción represiva y arrasadora del hospital público tampoco debería ser defender el asilo.

Simplemente creemos que ha llegado el momento de comenzar a poner en marcha los dispositivos alternativos de atención del padecimiento mental que propone la Ley Nacional de Salud Mental, ya que desmanicomializar no es dejar a los pacientes en la calle ni ofrecerles una mejor vida dentro del manicomio, sino ofrecerles una vida posible fuera del asilo y una atención humana para su padecer. Por eso necesitamos el edificio en el que actualmente funciona el manicomio, pero necesitamos que comience a funcionar de otra manera, como hospital. Y que cumpla la función que corresponde a un hospital: sanar.

El Borda, así como está, no es una casa, es un manicomio, un centro de confinamiento en el que ningún ser humano merece vivir. Transformémoslo en un hospital al que los usuarios puedan recurrir para recibir su tratamiento, pero en forma ambulatoria. No neguemos al Borda destruyéndolo como hospital, pero tampoco neguemos lo que el Borda es actualmente. No tiremos las puertas abajo. Mejor, hagámoslas funcionar para que sea un hospital al que se pueda entrar y del que también se pueda salir con vida y sin miedo, no un manicomio, pero tampoco un centro cívico. Un hospital.

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