Mauricio Epsztejn—
Legal, legítimo, la herencia y lo propio
A menos de dos meses de que el ingeniero Mauricio
Macri asumiera la presidencia de la Nación, los distintos significados
implícitos en las palabras que encabezan este párrafo son imposibles de interpretar
sólo con un diccionario. Si lo legal nos remite a una ley anterior al hecho o
proceso, lo legítimo trata sobre lo justo en un contexto histórico.
Por eso en política alguien puede acceder a un
cargo por el voto ciudadano, lo que sería legal y perder la legitimidad si luego
se sincera y reconoce que le mintió a sus electores, lo que no le impediría
completar su período legal e incluso ser reelegido para un segundo mandato por
los mismos a quienes engañó. Es el caso de Menem. Todo fue legal, pero, ¿también
legítimo?
Un caso distinto sucedió con el de De la Rua-
Álvarez, que ganó bien las elecciones para el período 1999 – 2003, pero se
deslegitimó en el ejercicio y huyó antes de terminar su mandato legal dejando
tras de si una estela de manifestantes asesinados y una chorrera de delitos
perdonados por una justicia cómplice.
Ahora veamos lo que está sucediendo a partir de diciembre
de 2015 con la alianza derechista “Cambiemos” ya en el gobierno, con Mauricio
Macri a su cabeza, que triunfó por apenas dos puntos, pero donde nadie discute
su legalidad. Además, no le mintió al selecto electorado que quiso escuchar sus
mensajes transmitidos a través de sus colaboradores más cercanos –hoy
destacados miembros de su gobierno– donde describió las principales líneas programáticas
de su futura gestión, en caso de ser elegido. Y es lo que está ejecutando. Sin
embargo, ante el gran público su campaña propagandística eludió hablar de
programas y propuestas, sino que se ciñó al esquema marketinero para promover un
nuevo producto, que en lugar de un detergente fue el de la “revolución de la alegría”, envuelto en un mensaje de generalidades
que se resumen en los famosos tres “objetivos”, que una parte importante de la sociedad
compró y que ya en el gobierno aún siguen predicando. Estos son:
1) Unir a los argentinos y cerrar la grieta abierta
por el kirchnerismo en la sociedad;
2) Alcanzar la “pobreza cero”; y
3) Librar una lucha implacable contra el
narcotráfico.
Ahora echémosle una somera mirada al estado en que
quedaron aquellas tres metas después de los primeros cincuenta días de
gobierno, cuando falta otro tanto para que se cumpla el plazo que, según el
mito, se le otorga como gracia a todo gobierno entrante y durante el cual el
sonsonete de la “nefasta herencia”, suele funcionar.
Si bien desde el 10 de diciembre hasta el momento
de redactar esta nota puede considerarse un tiempo escaso para evaluar los
resultados generales del gobierno PRO, ya hay pistas sólidas sobre hacia dónde
se encamina, empezando por la integración del gabinete y los ganadores y
perdedores que ya generaron sus primeros actos de gobierno, acordes con el rumbo
elegido, consecuencias que ya se están empezando a derramar sobre el conjunto
de la población, incluyendo a los votantes de Cambiemos, mientras, a pesar del blindaje mediático que trata de
impedirlo, los vientos de la realidad van despejando el horizonte del enjambre
de globos amarillos que lo tapaban,. Y con ellos también se escurren por las
cloacas de la política los juramentos con que hacían gárgaras sobre la
república, la institucionalidad y la democracia, tanto Macri y sus socios
abiertos o vergonzantes, como Carrió, Morales y algún otro que lo acompaña en
su recorrido por las catedrales financieras del mundo. Para ejemplo alcanza con
el festival de Decretos comunes y de Necesidad y Urgencia (DNU) que emitió en
este breve período, buena parte de dudosa constitucionalidad, con los que anuló
leyes ampliamente respaldadas por el Congreso, al que virtualmente tiene clausurado,
y el intento por uniformar al conjunto del Poder Judicial con el fin de que actué
como simple apéndice de su política, empezando por designar a dedo jueces para
la propia Corte Suprema.
Acerca del famoso tríptico
En cuanto al punto 1) de aquella cartilla, el de
la brecha a cerrar mediante el diálogo, sólo daremos dos ejemplos de lo que nos
aguarda si lo que ya hizo logra ser aceptado por la sociedad, aunque sólo sea
con su silencio: despido masivo de empleados públicos en todas las áreas, con
el pretexto, entre otros, de sus simpatías políticas, independientemente de la
idoneidad de cada persona para la tarea o el cargo asignado. Además, es una clara
señal para que el empresariado privado proceda del mismo
modo, porque el
objetivo es crear un ejército de desocupados que empujen a la baja los salarios
y pérdida de derechos laborales. El otro ejemplo es el de la represión: empezó
con la luchadora social Milagro Sala, encarcelada en Jujuy por el gobernador
radical Gerardo Morales sin causa ni proceso, verdadera presa política; además,
la represión a tiros de los obreros de “Cresta Roja” en Ezeiza y a los
municipales de La Plata. Este es el tipo de “diálogo” que le propone a quienes
no acaten el mandato de las multinacionales.
En cuanto al punto 2), el de “pobreza cero”, es
difícil entender cómo lo van a alcanzar si todas, absolutamente todas las
medidas económicas que instrumentó desde que accedió al poder sólo beneficiaron
a los grandes exportadores nacionales y extranjeros, a los bancos y la usura
internacional y ninguna fue a favor de los trabajadores a quienes chantajea con
que si piden recuperar el poder adquisitivo de sus salarios, pueden quedar
desocupados por la apertura indiscriminada de importaciones y sus
consecuencias: destrucción de las pequeñas y medianas empresas nacionales,
principales ocupantes de mano de obra.
Como muchos de nuestros lectores ya tienen edad
para recordar, pueden explicarle a los más jóvenes, los que no vivieron esa
etapa, lo que nos dejó el espejismo de aquellos “deme dos”, de los viajes a
Miami y a Brasil o los “tours de compras” a Paraguay. Y también hacer docencia
con buena parte de la clase media enojada con el gobierno anterior porque no
podía comprar dólares, que ahora pueden adquirir hasta dos millones de verdes y
mientras hacen la cola en las casas de cambio piensan que van a hacer de sus
vidas, de sus trabajos y/o de sus empresas si el gobierno de los CEOs logra
imponer sus propósitos.
Por último tenemos el punto 3) del susodicho credo:
la cruzada contra el narcotráfico, cuya parte más sustantiva pasa por impulsar
la violación de las leyes nacionales de seguridad y defensa para reintroducir a
las Fuerzas Armadas en el rol de policía interna, con el pretexto de combatir
ese flagelo. Si ese fuera el remedio, por qué no lo adopta Estados Unidos,
dueño de la tecnología militar más poderosa de la historia y mayor consumidor
de drogas ilegales en el mundo.
El recurso militar contra el narcotráfico no sólo
fracasó en el mundo, sino que es falso el propio concepto de guerra para luchar
contra él. Si realmente quisieran enfrentar esa plaga deberían empezar por
preguntarse dónde va a parar el dinero que el mismo genera y descubrirán que la
ruta de esos dólares no termina bajo el colchón del Chapo Guzmán o del finado
Escobar Gaviria, sino que conduce a las bóvedas de los grandes bancos, donde se
lavan y regresan al circuito de los negocios reinvertidos en la misma u otras actividades,
como el inmobiliario o de armas.
Además, algún funcionario ya lo adelantó que las
Fuerzas Armadas podrían ingresar a “las villas dominadas por el narcotráfico”,
es decir, participar en tareas de seguridad interior, expresamente prohibidas
por la ley vigente y que tan trágicos resultados produjo para nuestro pueblo y
para las propias Fuerzas Armadas.
El impulso a tal política por el gobierno de Macri
no sólo es peligroso, como lo señalan connotados especialistas locales y
extranjeros, sino que la declarada emergencia habilita compras sin control ni
licitación, a las que parece tan afecto este gobierno, que habla contra la
corrupción mientras multiplica los negocios a costa del Estado y en favor de
sus amigos.
Con el fin de cerrar por ahora este apartado,
tanta espectacular demagogia sobre el tema pareciera serle útil a la ministra
Bullrich para ocultar el bochornoso papelón que protagonizó con los tres
prófugos recapturados gracias al hambre y al sueño, a los que intentó mostrar
como integrantes de una poderosa mafia y que, según la expresión de Juan Miguel
Ponce Edmonson, ex jefe de Interpol en Méjico y actual asesor en temas de
seguridad del presidente Peña Nieto, “son tres perejiles”. (La versión completa
de la entrevista hecha por Eduardo Febbro apareció en Página/12 el 20/01/2016. También
se puede acceder por el enlace que va a continuación).
Sobre la hegemonía, la democracia y el ágora
La derrota electoral para el ejecutivo en
Argentina, otra dura para el legislativo en Venezuela, un futuro incierto en
Brasil, más lo que por ahora no está definitivamente consolidado en los otros
países donde los movimientos nacionales y populares, populistas, de nueva
izquierda o como se los llame, han llegado al gobierno o lo comparten en
nuestra América y en el sur de Europa, desafía a pensar sobre las causas que
condujeron a esta situación donde hace sólo pocos años parecía haber sólo un
camino que, con vueltas y obstáculos, conducía en una sola dirección. Una,
sobre las cuál cada vez se pone más la vista, es el de la disputa ideológica,
cultural, el tema de la hegemonía.
El concepto de hegemonía cultural fue
particularmente desarrollado por el marxista italiano Antonio
Antonio Gramsci |
Por supuesto que, bajo regímenes políticos
democráticos, las disputas en este campo se desarrollan a un costo humano y
social menos doloroso que si debieran hacerlo bajo autoritarismos o dictaduras.
De allí que los movimientos nacionales y populares siempre deben priorizar la
defensa de la democracia y las libertades públicas y ciudadanas, y construir
las coaliciones más amplias que impidan cualquier avance sobre las mismas, como
los que aquí intenta el gobierno de Macri y lo explicita contra Milagro Sala y
otros luchadores sociales, para ejemplo de lo que les espera a quienes se
opongan activamente a su política económica y social.
De allí que el tema de la hegemonía y de la
democracia, cobre tanta importancia y deba ser debatido por quienes se
identifican con las fuerzas nacionales y populares porque, a criterio de quien
esto escribe, allí residen buena parte de las razones de las crisis y derrotas
por las que están atravesando los gobiernos y fuerzas políticas involucradas en
este sur del continente.
Si hablamos de democracia, en esta oportunidad nos
referimos a su interpretación más restringida, la que permite el debate de
ideas y la acción política y a los mecanismos a través de los cuales la
ciudadanía puede participar en la elaboración de los proyectos que luego se
transformen en decretos o leyes, porque es con hechos concretos más que con
declaraciones, que las mayorías se apropian de conceptos abstractos. Y los
avances hacia más democracia se logran si el pueblo encuentra los cauces que le
permiten participar y controlar la gestión de los gobiernos. De ese modo la
gente siente que ha participado de cada logro, que es suyo y que lo debe
defender si lo quiere conservar. Entonces, la acción política debe facilitar el
quién, cómo, cuándo y dónde cada persona tiene su lugar.
El “quién”,
se refiere a los sujetos involucrados en cada tema, al que deben conocer y sobre
el cual deben opinar, para darle poder al que lo ejecute con la menor cantidad
de errores posible. Si el tema es de interés general y los que deban transferir
riquezas a favor de las mayorías son relativamente pocos, no se le debe temer
al debate público porque en estos casos no se trata de asuntos que afecten a la
seguridad nacional y, en consecuencia, los campos quedan más claramente
delimitados, se estrecha el de opositores y se empodera a los ciudadanos en
relación al manejo de la cosa pública. Es todo lo contrario de lo que se hizo
con la famosa Resolución 125 que, por actuar de modo decisionista y por sorpresa,
no se le explicó a la sociedad el alcance de la medida, no se habló con los
pequeños y medianos productores y, en consecuencia no se corrigieron a tiempo
las cosas corregibles, lo que le permitió a los grandes productores,
propietarios de tierra y exportadores emblocar tras de si a todos los sectores
agrarios, incluidos los obreros rurales y a los sectores medios de la ciudad y
del campo. Fue la primera gran derrota del proyecto nacional y popular, por una
medida mal concebida, mal explicada y mal ejecutada.
Otro caso de menosprecio al debate democrático fue
el de la fallida reforma judicial, cuyos proyectos se convirtieron en ley de
modo exprés, sin pasar por el debate ciudadano capaz de mejorarlos y recién
después enviarlos al Congreso creando una coalición de fuerzas capaz de
enfrentar la previsible resistencia de la corporación conservadora o
simplemente oligárquica.
Hay otros ejemplos sobre los que vale la pena
reflexionar en conjunto, donde el avance en el reconocimiento de derechos por
parte del Estado, le llegó a la gente sin que los beneficiados participaran en
la gestación de la iniciativa por la cual se concretó aquello de lo que eran
acreedores por derecho, porque la sociedad ya había alcanzado un estadio que lo
permitía o directamente porque ya estaba escrito en la Constitución. Entonces,
es más fácil sentir como propio un derecho por cuya concreción uno se movilizó
y participó junto a los gobernantes que lo hicieron realidad, que de algo donde
el rol de uno sólo fue de receptor, aunque accediera a él por estricta
justicia, pero con nula participación. Es la diferencia entre agradecer o
repudiar pasivamente a un gobernante por ejercer bien o mal, la función para la
que fue elegido o activamente respaldar y acompañar en la medida de sus posibilidades
un proyecto político y a su o sus líderes. Esto también forma parte de la
disputa por la hegemonía.
En cuanto al “cómo”,
no hay recetas. El único norte pasa por conseguir que la gente participe:
cuántos más sean y mejor organizados, mejor.
El “cuándo”
no se relaciona con el almanaque, aunque siempre es bueno juntarse, compartir
experiencias, conocerse mejor con los vecinos, con los compañeros de trabajo o
estudio, crear lazos de confianza. Sin embargo hay circunstancias en que la
política y los políticos deben convocar al pueblo para intercambiar ideas sobre
cuestiones trascendentes, esas que hacen a la vida de colectivos más o menos
grandes e incluso los de la Nación y, en la medida de lo posible, lo deben
hacer antes de llevarlo a los ámbitos institucionales, para explicar de qué se
tratan sus ideas, escuchar con atención las opiniones y después volver para dar
cuenta de cómo va el proceso, todas las veces que puedan. Es el mejor antídoto
contra la polución que se respira en los ámbitos cerrados y los microclimas de
internas, trenzas y negocios.
Por fin viene el “dónde”. Quienes tenemos muchas millas recorridas en estas lides
sabemos de reuniones en Unidades Básicas, Comités, Ateneos o como se les llame
a los recintos en los que se desarrolla la vida interna de los partidos,
reuniones necesarias para que las organizaciones funcionen. Pero el lugar
natural donde debe desarrollar su militancia el movimiento nacional, popular y
democrático es la calle, la plaza pública, el ágora –le llamaban a esos lugares
abiertos los fundadores de la democracia occidental, en la antigua Grecia–.
Claro que hoy el ágora puede no ser necesariamente una plaza o un parque, sino también
vale para un bar, un centro cultural, una biblioteca, el salón de un sindicato
o de un club, la visita casa por casa a vecinos. El tema no es tanto el lugar,
sino para qué se hacen las reuniones. A esa pregunta debe responder la política
y que de ningún modo se propone reemplazar esta nota.
Estoy de acuerdo con los analices vertidos en esta nota. Lamentable, pero cierto que falta mayor participación, organización y lucha, que la mera receptividad de derechos (justos e impostergables)si no crean conciencia y se deja fluctuar a la intemperie, para que de las acusaciones falsas alimenten el rechazo y condena de las clases reaccionarias. Vivimos en América latina y el mundo una vieja forma de dominación (bien explicitada por el teórico y político Italiano)y que se traduce en una dictadura mediática y judicial que desembocó en este GOLPE BLANDO que debemos resistir.
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