Osvaldo Riganti—
El 6 de enero de 1860 –hace en estos
días 155 años– iniciaba sus sesiones la Convención Constituyente que reformó la
Constitución de 1853 para posibilitar la reincorporación del Estado de Buenos
Aires a la Confederación, de la que en 1854 se había separado y dictado una
propia, dejando de un lado a la República del Río de la Plata y del otro al
resto de las provincia, los “13 ranchos”, como con soberbia las llamó debido a
sus escaso recursos. Unidas contra el separatismo portuario porteño, las
provincias respaldaron a Urquiza.
El 11 de octubre de 1859 se firmó el
Pacto de San José de Flores, llamado también Pacto de Unión Nacional o de Familia.
Tras la derrota de Mitre ante Urquiza, la de Buenos Aires tomaba el compromiso
de participar en dicha Convención donde se contemplarían algunas de sus
demandas.
El 25 de diciembre se realizaron en
Buenos Aires las elecciones para convencionales constituyentes. En la
ciudad-puerto vencieron los liberales de Mitre, Sarmiento y Vélez Sarsfield,
mientreas que en la campaña ganaron los candidatos próximos a Urquiza. En la
Convención participaron, entre otros, por el lado mitrista el propio Mitre,
Valentín Alsina, su hijo Adolfo, Pastor Obligado, Antonio
Obligado, Vélez
Sarsfield, Sarmiento, Elizalde, Mármol, Paunero, Gelly y Obes, Conesa y de la
Riestra; entre los federales figuraron Vicente Fidel López, Bernardo de
Irigoyen, Marcelino Ugarte, José Roque Pérez, Francisco Javier Muñiz y José
Domínguez junto al padre Félix Frías estuvieron entre los conservadores.
Los mitristas demoraron el comienzo de
la Convención –da cuenta José María Rosa en “Historia Argentina”– procurando que
eso les permitiera acumular más rentas de la aduana. Un ejemplo de lo cual fue
que todo enero insumió la discusión sobre el diploma de Paunero, nacido en
Uruguay.
Tras aprobarse, luego se debatió si
Buenos Aires sería considerada provincia o se mantendría como un Estado integrante
de la Nación.
Recién en marzo se nombró la comisión
encargada de proponer las reformas, de la que formaban parte Mitre, Sarmiento,
Vélez, Mármol y Antonio Obligado. Los federales se negaron a participar en ella
porque querían la aprobación inmediata.
Las reformas se referían a la llamada “cuestión
de la Capital” (el artículo 2 no hacía capital a Buenos Aires sino “a la ciudad
que designase una ley especial del Congreso”), a los impuestos sobre las
exportaciones (que quedaron establecidos hasta 1866), a la educación gratuita, a
los “legisladores alquilones” (se agregaba a las condiciones para ser diputado
y/o senador la de “tener 3 años de residencia inmediata en la provincia que los
eligiese”), la autorización para que el presidente declare el estado de sitio
en caso de emergencia.
Nadie se opuso verbalmente. Los
convencionales federales se limitaron a votar por la negativa.
Sarmiento hizo suprimir el artículo 5
que daba educación gratis a las provincias pobres porque entendía que las
mismas carecían de medios y que recargarían “excesivamente sus presupuestos”. En
la última sesión el sanjuanino propuso el nombre de Provincias Unidas del Río
de la Plata en vez de Confederación Argentina, evitando reminiscencias
rosistas.
En materia de intervención a las
provincias se dictaminó que para restablecer el orden se necesitaba la
requisición de las autoridades locales. “Para garantir la forma republicana o
repeler invasiones exteriores no era necesario” explica José María Rosa en la
citada obra.
Ante un amague de los diputados
federalistas de no dar quórum Sarmiento se mostró sorprendentemente dialoguista
y logró que la minoría se integre. Motorizó además la Convención. Un artículo
que agregó señaló que no había restricciones a la libertad de prensa. Justificó
que las ejecuciones a lanza y cuchillo se borraran “para que los extranjeros
que leyesen la Constitución no se enterasen de la barbarie de nuestras
costumbres políticas”.
Sostuvo una polémica con el padre Félix
Frías cuando éste propuso el catolicismo como religión oficial del Estado
argentino: “Hemos tenido ya 3 siglos de religión obligatoria y estatal sin que
hayan crecido en ese tiempo ni la libertad ni el progreso” adujo Sarmiento.
La iniciativa de Frías fue rechazada.
El 2 de mayo de 1860 los constituyentes
provinciales se pusieron de pie y junto a la barra se aclamaron las reformas.
Sarmiento y Frías se estrecharon en un abrazo.
Durante el desarrollo de la Convención Derqui
había sido elegido presidente de la Confederación Argentina, Mitre gobernador
de Buenos Aires y Urquiza de Entre Ríos.
“Se
establecía el último convenio para que Buenos Aires pueda ingresar libremente a
la Confederación”, dice Félix Luna en “Breve Historia de los Argentinos”, pero
apunta que aún se sucederían nuevos hechos que llevarían “a una ruptura entre
la Confederación y Buenos Aires”.
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