Por Ma. Mercedes Alemán—
Hace poco mi amiga Laura, una colombiana que conocí cuando
vino a estudiar Letras a Buenos Aires, compartió una nota titulada “No te
enamores de una mujer que viaje y/o escriba ”(http://marialajuana.wordpress.com/2013/08/13/no-te-enamores-de-una-mujer-que-viaje-yo-escriba/).
El mundo de los blogs permite que uno encuentre un montón de premisas femeninas
contrapuestas. Un mar de estrógeno flota en el éter exaltando un modelo de mujer
independiente y exitosa en lo económico; liberada de la cocina, la costura y la
plancha, pero no del consumo, ni del deber de complacer al sexo opuesto. La
nota contribuía a este modelo femenino, un modelo irreal e irrealizable.
Desde que conozco a Laura sé de sus viajes. Sus idas y
vueltas Argentina- Colombia, Paris, Chile, San Francisco, Grecia, Alemania
(sólo por una noche), México y alguno que seguramente esté olvidando. Teniendo
en cuenta el historial viajero de mi amiga y las historias de amor de sus
mails, sentí que la nota iba contra las pasiones de la colombiana y que, a la
distancia tenía que hacer algo para revertir el post antiayuda que había
llegado a nuestros ojos. Por lo tanto decidí objetar el escrito y dar las
razones por la cuales conviene enamorarse de una mujer que escribe, lee, canta
y, ante todo, viaja.
“Es necesario e
imperante que atiendas a mi llamado- comienza el post- no está bien que te
enamores o enredes tu vida con una mujer que ame leer, escribir, viajar o
cantar”. Por lo tanto, persona que atienda el llamado de María La Juana (autora
del post), enamórese de un hongo, de un maniquí o de una muñeca inflable
porque:
A) Las personas que
no leen suelen ser aburridas, poco fantasiosas y de pocos sinónimos. Por lo
tanto se expresan mal y van a creer que son queridas cuando en realidad son
estimadas.
B) No conozco persona
que no cante, aunque sea bajo y estando sola. En todo caso, al igual que con la
lectura, preocúpese por lo que canta. Aunque sea completamente subjetivo, como
ejemplo les diría, “no te enamores de una
mujer que canta Arjona, o peor, que cita sus metáforas como genialidades
poéticas y lingüísticas”.
C) Es un estúpido si
deja de enamorarse porque un post lo dice.
Los viajes merecen un capítulo aparte. Como mujer que se
angustia mudándose de un cuarto a otro en la misma casa, que siente nostalgia
de su ciudad del conurbano ni bien se sube al tren para hacer los 30 km. que la
separan de la Capital federal, admiro a las personas que viajan. Admiro la
capacidad de extender las raíces y ser, como dice Atahualpa, de donde diga el
destino. Así, mirando de afuera mujeres viajeras como Laura, pero compartiendo
una fuerte amistad, puedo armar una pequeña lista de motivos para enamorarse de
ella y de muchas otras que no temen soltar y marcharse.
La mujer que viaja es curiosa y andariega, siempre va a
estar en búsqueda de aventuras. Por lo tanto estar con ella va a ser divertido,
para nada estanco y va a traer siempre cosas desconocidas hasta el momento.
Comidas, músicas, costumbres, escritores, palabras, va a ir floreciendo y
sorprendiendo.
Seguramente te lleve de viaje con ella y su experiencia te
permita tomar mejores decisiones en el camino y la estadía, resolver mejor los
conflictos que puedan presentarse y elegir variados destinos. Una mujer viajera
no te va llevar todos los veranos a Mar del Plata.
No viajar con ella tampoco estaría mal. Tendrías tiempo de
soledad, que siempre hace bien; recibirías unos mails llenos de ternura,
eternos con descripciones y comparaciones de ciudades, realizadas según sus
gustos y medidas que, como es tu pareja, suponemos entiendes y te interesan más
que la generalidad de las revistas de turismo. Además de la alegría del retorno
y del recuentro, seguramente traiga algún presente. Punto extra, difícilmente
ese presente sea una caja de alfajores Havanna, conseguible en casi cualquier
esquina y nunca más rica que un Cachafaz.
Pero ante todo la mujer viajera no especula con el amor. Ama
en el tiempo y espacio en que se encuentra y te obliga a actuar de igual
manera. No los gasta para histeriqueos e indiferencias. Quien lo pierde con
este tipo de chicas, habrá dormido mientras ellas ya están subiendo a un nuevo
tren.
La mujer viajera no se ata ni a un lugar ni a una persona y,
acostumbrada por los viajes, no teme estar sola. Por lo tanto no va a llorarte
en el teléfono, ni esperar tus decisiones, ni caretear frente a sus amigos. Va
a pedirte que comprendas su espíritu nómade, pero no va a obligarte a seguirlo.
Va presentarte el desafío de vivir con intensidad y determinación. No todos
están dispuestos a semejante arrojo. Para los temerosos siempre habrá muñecas
pseudo independientes que escriban en un blog y decoren sus días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar, compartir y opinar