Mauricio Epsztejn—
El tema de lo que una sociedad considera honestos o
corruptos y los límites entre ambos, forma parte de un conjunto de valores que determinado
sector o grupo logra que el resto o, por lo menos la mayoría, considere
naturales y los acepte sin cuestionamientos ni resistencias. Es lo que se
conoce como hegemonía ideológica y cultural, que se extiende por un período más
o menos prolongado y abarca diversos campos como, el económico, jurídico, artístico,
científico, educativo y, en general, el de toda actividad humana. Como el
conflicto le es inherente a toda sociedad porque la realidad es cambiante y en
su seno existen diversos intereses, muchas veces contrapuestos e
inconciliables, tal hegemonía nunca es absoluta, sino temporal e inestable, por
lo que el Estado, con su poder coercitivo, concurre para asegurar la necesaria estabilidad
y evitar que los conflictos terminen aniquilando a la propia sociedad. La
existencia de conflictos no significa que los mismos deban escalar
necesariamente a un nivel de violencia extrema como el impuesto por la última
dictadura cívico-militar del gran capital trasnacional con que impusieron su
dominio.