Mauricio Epsztejn—
Cuando el contenido de esta nota llegue a mano de
los lectores, habrán transcurrido casi siete meses desde que la Alianza
Cambiemos llegó al gobierno nacional. Si alguien tenía alguna duda de que este
hecho representaba mucho más que una simple alternancia entre partidos, ese
tiempo bastó para despejar cualquier incógnita: desde el primer momento el
gobierno de Cambiemos impulsó una plena restauración conservadora, tendiente a
reponer al país en la línea definida por la plutocracia internacional, para lo
cual desembarcó y copó todos los estamentos del Estado con un compacto
contingente de funcionarios estrechamente vinculado al gran capital financiero
internacional y a sus socios locales. Casas más, casas menos, igual estrategia
aplican en toda la región sus destacamentos similares cuando logran desalojar a
los respectivos gobiernos nacionales y populares y se lanzan a demoler todos
los avances que esas naciones lograron impulsar el desarrollo con vistas a la
integración latinoamericana, a una más justa distribución de la riqueza y a romper
la dependencia económica y política respecto a los tradicionales centros de
poder mundial. Igual proceden en Brasil, Paraguay y Honduras y se preparan para
repetirlo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, si alcanzan su objetivo.
Por eso es necesario reconocer que las
dificultades en la región y en el mundo no son un accidente transitorio del
campo nacional y popular, sino una etapa difícil, caracterizada por retrocesos
y derrotas, con consecuencias de una duración imposible de predecir, que
seguramente serán dolorosas para las mayorías, como siempre ha sucedido.