jueves, 30 de junio de 2016

La movilización que expulsó a López Rega

Osvaldo Riganti—
Entre 1973 y 1974 Argentina había logrado el máximo nivel de reservas en divisas desde la década del ‘40 y el mínimo nivel de deuda. Salieron del Parlamento un conjunto de leyes económicas avanzadas, se proyectaron obras estratégicas, se diversificó el comercio exterior, hubo un plan de desarrollo de la ciencia y la tecnología. Se incrementó la participación de los trabajadores en el ingreso mediante la concertación social, con inflación casi nula. Había apenas un 5% de pobres en las zonas urbanas, donde se encontraba más del 70% de la población. La desocupación era de un 6%.
Tras la muerte de Perón, Isabel adoptó medidas que significaban mejoras para los trabajadores e incluso tomó decisiones de corte nacionalista en lo económico que le motivó durante unos meses un considerable sustento popular. Pero gradualmente fue virando para aplicar una política de círculo, la de reclinarse exclusivamente en los grupos adictos más verticalistas y abandonar el Pacto Social que impulsó Cámpora y mantuvo Perón en sus breves 9 meses.

A comienzos de 1975 se produjo un agravamiento de la situación económica a lo que contribuyó la escases de divisas y la suspensión en el Mercado Común Europeo de las compras de carnes argentinas, originando la paulatina devaluación del peso y la caída de los salarios reales. Ello llevó a la renuncia del ministro de Economía, Gómez Morales, un  hombre de la vieja guardia peronista, que había sucedido a José Ber Gelbard, desplazado por la camarilla de López Rega y por las escasas simpatías que suscitaba en la cúpula gremial.
López Rega colocó entonces en Economía a un hombre que respondía a él, Celestino Rodrigo, que a poco de andar desató el recordado “rodrigazo”, propiciando  una política económica liberal ortodoxa, cercana a los postulados de los grupos más concentrados. La debacle económica fue espectacular. Hubo una devaluación de más del 150%, aumento de tarifas entre el 100 y 200%, aumento de la nafta de un 172%, con su correlato en los precios. El aumento de salarios en paritarias no podía superar el 38%,, según las pautas que aplicó Rodrigo en acuerdo con un funcionario de su equipo, Ricardo Zinn, que ya había estado en esa cartera en tiempos de Onganía y que luego sería el segundo de Martínez de Hoz durante la dictadura genocida. Todo con el fuerte respaldo político del cada vez más odiado “Brujo”, López Rega, a quien se atribuía la jefatura de una organización terrorista de derecha, la tristemente célebre Triple A, armada con matones y el visto bueno del Partido Militar.
La fuerte reacción de los gremios derivó en aumentos de salarios que hasta quintuplicaron las citadas pautas oficiales. Ello se dio en el marco de paritarias, que además sancionaron mejoras para los trabajadores.
Isabelita y López Rega
Pero la noche del 26 de junio el Ministro de Trabajo, Ricardo Otero (hombre de la UOM), informó a los secretarios de los gremios que Rodrigo había anulado los Convenios  Colectivos de Trabajo y la presidente había convalidado la medida. Inmediatamente los sindicalistas dispusieron una concentración en Plaza de Mayo en apoyo a la viuda gobernante pero solicitando la homologación de los convenios colectivos. El titular de las 62 Organizaciones Peronistas, Lorenzo Miguel, y el secretario general de la CGT, Casildo Herreras, se encontraban en Suiza en una reunión de la Organización Internacional del Trabajo. Ambos avalaron la convocatoria. “Evidentemente hay quienes quieren hacer equivocar a la señora presidente”, sostenía Lorenzo Miguel.
El 27 de junio tuvo lugar en la histórica plaza una gigantesca movilización popular en pos de la homologación de las paritarias. Hubo consignas de respaldo a la Jefa de Estado (“¡I-sa-bel!”) pero acompañadas de demandas que pedían la sanción de los acuerdos paritarios y la renuncia de López Rega y Rodrigo.
 “Isabel, coraje//al Brujo dale el raje” era uno de los cantos, seguidos de otros menos académicos del tipo “aplaudan, no dejen de aplaudir//que el Brujo hijo de p… se tiene que morir”. Los emplazamientos no cesaban: “Afuera, afuera//Rodrigo y López Rega”.
Isabel desoyó la presión popular y avaló a los ministros cuestionados, al tiempo que anuló las paritarias. Pero la caldera estaba a punto de estallar. Por primera vez, un gobierno peronista soportaba una huelga general de 48 horas, los días 7 y 8 julio. Renunciaba el ministro de Trabajo Otero, tras una áspera reunión de gabinete en la cual se llegó a decir que corrió por todo el despacho presidencial a López Rega (“La Opinión” de la época). Las manifestaciones epilogaron con la homologación de los convenios, en pocos días el alejamiento de Rodrigo y, tras cartón, la renuncia de López Rega. “Isabel//el pueblo te lo ruega//queremos la cabeza del traidor de López Rega” era una de las consignas predilectas en las reiteradas marchas que protagonizábamos.
Los hechos se precipitaron. López Rega se replegó hacia funciones de menor exposición, conservando el de secretario privado de la Presidenta, de donde ella lo apartó, pese a lo cual siguió recluido en la Quinta de Olivos, una situación que derivó en incidentes con el Regimiento de Granaderos, que lo obligó a alejarse del chalet presidencial.
López Rega se fue del país, iniciando un largo periplo que epilogó durante el gobierno de Alfonsín cuando el entonces fiscal Aníbal Ibarra logró su extradición desde los Estados Unidos. Durante años fue un secreto a voces que, pese a la orden de captura internacional que pesaba sobre él por sus crímenes y otros delitos, ese país lo protegía.
La ceguera de gran parte de la dirigencia peronista política y gremial, junto al desprestigio del gobierno, hizo que los golpistas capitalizaran el desplazamiento de López Rega.

A 41 años de aquella movilización, vale la pena reflexionar sobre esa experiencia. 

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