Mauricio Epsztejn—
Congreso del P.J. y la calle
El 24 de febrero de 2016, hace pocos días, se realizó el
Congreso del Partido Justicialista (PJ). Sesionó apenas durante dos horas con
la presencia de casi todos los delegados. Es difícil imaginar que en ese tiempo
se hayan podido tratar en profundidad los temas y divergencias que se pusieron
sobre el tapete a partir de la derrota electoral nacional: el rol que les toca
jugar como opositores, las alianzas y relaciones futuras con quienes hasta hoy comparten
el Frente para la Victoria (FpV) y la propia situación institucional del
partido.
El único momento en que abiertamente se puso al descubierto
la crisis por la que atraviesa el P.J. fue cuando Patricio Mussi propuso darle
mandato a los legisladores del P.J. para que voten en contra de la exigencia del
juez neoyorquino Griesa para que nuestro Parlamento derogue las leyes Cerrojo y
Pago Soberano, una moción que fue ovacionada, pero que la mesa directiva no sometió
a la consideración del congreso. Lo único que se votó fue lo atinente a la
normalización institucional, como preveían los analistas que siguen la interna
del principal partido opositor: fecha de elecciones internas, cierre de listas
y junta electoral. A partir de ese acuerdo, la postura que parece predominar entre
la mayoría de los dirigentes es la de armar una lista de unidad que mantenga al
peronismo formalmente unido en la diversidad, un objetivo que, en vista de opiniones
y posiciones tan divergentes como las que existen sobre aspectos trascendentes
para el futuro nacional, parece una tarea complicada de concretar y luego mantener,
con lo que se abre un extenso campo para encuestadores, opinadores y especuladores
de todo tipo, incluidas reflexiones sensatas, sobre las implicancias futuras del
resultado que alumbre el 8 de mayo próximo.