Mauricio Epsztejn—
Los resultados finales de las elecciones del 22 de octubre expusieron
la foto del estado de la opinión ciudadana en ese momento y clausuraron la
competencia previa de pronósticos entre las encuestadoras que hasta ese día
habían proporcionado material para alimentar las disquisiciones de todos los
gustos en los medios. A partir de los datos duros se abrió el vasto campo sobre
su interpretación y las especulaciones acerca del futuro que nos aguarda, no
sólo a los simples mortales, sino también a los principales protagonistas, a
sus estados de ánimo y su reflejo en la política, donde se abre un abanico que
va desde la euforia absoluta hasta el desencanto derrotista.