miércoles, 15 de noviembre de 2017

17 de octubre, nacimiento de una fuerza de masas y un proyecto político a recrear

Osvaldo Riganti—
De ayer a hoy, las patas en la fuente
El mes de octubre se cumplió otro aniversario de la jornada que en 1945 alumbró el movimiento de masas que signó una nueva realidad argentina generadora de progreso social, industrialización y soberanía. El mismo supo y sabe de continuas persecuciones, difamaciones y cárceles.
Nació de un contradictorio proceso movimientista de composición policlasista, gestado al calor de la revolución de 1943 y a despecho de algunos elementos fascistoides.
Juan Domingo Perón, quien en aquella época todavía era coronel, contó con la confluencia patriótica del GOU que articuló una corriente popular en las Fuerzas Armadas y realidades políticas de la misma condición, como la fuerza de los sindicatos.
Vertebró el programa de un Estado asentado en una alianza de las masas proletarias y la cúspide estatal. Provenía del Ejército, una institución que entonces no estaba contaminada por una colonización mental que hacía estragos en nuestro medio. Con él sirvió como vínculo de integración social, al amalgamar elementos de todos los estratos sociales.
Organizó desde el poder un factor importante de presión social. A diferencia de Yrigoyen ensanchó las bases partidarias con fuerzas sindicales. Tuvo diputados y ministros obreros. Él y Evita configuraron el más fuerte cuestionamiento al poder tradicional en la Argentina.
Las conquistas sociales equilibraron la relación entre el capital y el trabajo.
La  pacatería y la partidocracia liberal estaban espantadas por la irrupción del “coronel nazi fascista”. Nada más alejado. A instancias de Perón se forjó la agrupación peronista judía OIA, comandada por Manguel, Rosenstein y Sojit. Integró a los judíos  con iniciativas contra la discriminación racial, la amnistía que benefició a los inmigrantes judíos ilegales, el recibimiento de un buque con  judíos rechazado en otros países. Argentina fue el primer país en América Latina en abrir una representación diplomática a Israel. En febrero de 1949 reconoció al Estado de ese país.
En 1945 empezó un proceso industrial notable, donde todo empezó a fabricarse en la Argentina.Se adoptaron sucesivas medidas para recuperar los resortes de la economía que estaban en manos del capital inglés.
La nacionalización del Banco Central puso en manos del estado el control de cambios, la tasa de interés y la circulación monetaria, la nacionalización de los depósitos de la banca privada, entregó al Banco Central el control del crédito. La creación del IAPI significó la supervisión del comercio exterior. Tuvimos la nacionalización de los ferrocarriles, se impulsó la flota mercante y el recupero de la soberanía de nuestros puertos signó la época.
La de 1946/1955  fue una Argentina soberana, sin ataduras a la usura internacional, a la cabeza de  la industrialización del contiennte.
Empero, el peronismo no logró asentar las industrias de base y el funcionamiento económico continuó dependiendo en buena medida de la exportación de granos y carne.
Hubo que recurrir a la importación de productos primarios y petróleo, trasladando esos costos al consumidor.
Así sobrevinieron algunas insatisfacciones que generaron hostilidad de los sectores medios.
El peronismo tras décadas accidentadas fue superando experiencias surgidas de sus filas como las de Isabel y Menem.
Llegó Kirchner que asumió con niveles enormes de pobreza e indigencia. Anuló las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, obtuvo un acuerdo con los acreedores externos para disminuir la deuda. Lideró un entramado sin represión a la demanda social, con jugadas audaces como sumar a líderes piqueteros pese al espanto de la prensa del establishment. El Estado invirtió en escuelas, rutas, hospitales.
La desocupación se redujo del 24 %, a un dígito. Se crearon alrededor de 5 millones de puestos de trabajo, se triplicó el presupuesto educativo, se reestructuró una sociedad salarial desaparecida. Con el kirchnerismo, la participación de los asalariados superó el 40%.
Promulgó el nuevo Estatuto del Peón (que estableció claras obligaciones de pago de horas extras, mejores condiciones de higiene y de trabajo). Recuperó los fondos jubilatorios de manos privadas, el sistema previsional aumentó llegando a casi la totalidad de la ciudadanía.
En noviembre de 2005, durante la Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, junto a Lula y Chávez lideraron al resto para que sucumbiera la propuesta de George Bush sobre libre comercio.
Cristina Fernández de Krichner llegó a la presidencia con dos ejes fundamentales: calidad institucional y redistribución de la riqueza. Pero no le dieron respiro.
Su gobierno fue saboteado por la “conspiración oligárquica de siempre” a la que aludiera Perón cuando se entró en la faz decisiva de la conjura para voltearlo. Dirigentes ruralistas esgrimieron la ideología de los sectores dominantes y lograron convencer a pequeños y medianos productores de que se fundían.
Imaginar la pureza en un proceso histórico atravesado por la desigualdad es imposible.
El odio y el veneno reaccionario fue inoculado por los medios con una profundidad que no se conocía desde los tiempos del diario “Crítica” contra Yrigoyen. Esto para minar a un gobierno que tuvo que lidiar con un país quebrado económicamente y socialmente desarticulado.
Fue insuficiente y sin planificación. Tuvo falencias comunicacionales. Por eso pagó un precio muy alto. Hay que recrear las condiciones de un camino que tuvo un rumbo adecuado en redistribuir el ingreso, disminuir la desocupación, generar derechos individuales, educación, ciencia y tecnología , reducción de la deuda externa. Aunque todavía quedan asignaturas pendientes, en 70 años el peronismo fue la única fuerza que supo encarar procesos de transformación, pese a los avatares sufridos durante algunas de sus incursiones.
En la situación actual, es necesario recrear un proyecto político que en sus mejores momentos fue sostén de los sectores empresariales nacionales y de los trabajadores, ambos agredidos por el proyecto que conduce Mauricio Macri. El desafío está planteado y como tal, la incógnita latente es cual será el actor o bloque social capaz actualizar e impulsar ese recreado proyecto político que el país aún se debe.

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