INTERVENCIÓN EN TAPIALES CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER
Por Cristian
Emiliano Valenzuela Isaac—
Cinco
actores se dispersan vestidos de negro y violeta por la estación de trenes de
Tapiales: tres mujeres enmascaradas, que representan los Miedos, y un Hombre y
una Mujer a cara descubierta. Están en silencio e inmóviles, y el tren con
destino a González Catán llega como siempre a las 18:54 hs. del sábado. Pero la
cotidianeidad se rompe, los pasajeros murmullan, el personal de seguridad se
inquieta. Un orden que se está rompiendo justifica quizás que la policía reaccione
y acuda a la escena del arte: “¿Tienen autorización para hacer esto?”, “No se
pueden sacar fotos acá, pibe”, “¿Las de la máscara están con vos?”. Los
artistas, inmutables, prosiguen. Justo en ese momento (¡qué ironía!), decenas
de celulares salen por las ventanillas del tren para fotografiar a esas mujeres
enmascaradas. El tren arranca. Hombre y Mujer abandonan en silencio la estación
a paso moderado, una al lado del otro. Los Miedos enmascarados se posicionan
atrás y comienza la procesión hacia la plaza de Tapiales.
Lentamente, Hombre y Mujer empiezan a
desenlazar una cinta roja, cual vínculo que sostendrán durante todo el trayecto
dramático. Los Miedos sostienen carteles con imágenes de mujeres sufrientes, y
palabras tales como “opresión”, “maltrato”, “asfixia”, “bronca”, “dolor”.
Comienzan así a caminar por las cinco cuadras del Boulevard que une la plaza al
tren, y mientras se desplazan arrastran unas latas que impactan contra baldosas
y adoquines. Hombre, Mujer y Miedos son el centro de la escena, les pesa una
frialdad llena de dolor. Vecinos y vecinas dejan pasar a la caravana de
artistas, leen los carteles, reciben el ruido que se está sembrando en la vía
pública. Llegan a destino: la plaza.
Hombre, Mujer y Miedos recorren despacio
la plaza por el camino interno. Sus pasos están cargados de una fuerza que los
hace macizos. Niños, jóvenes y adultos se percatan de que algo está sucediendo
allí. Las charlas se interrumpen, la atención vira hacia los actores y a
algunos se les escucha pronunciar con curiosidad las palabras de los carteles. La
plaza se desconcierta. Los caminantes abren paso a los actores. Otros se
interesan en seguir a la caravana, especialmente los niños. El andar es pesado,
y la ligereza de una tarde al aire libre se ve enrarecida por un evento aún
extraño. Finalmente, Hombre, Mujer y Miedos llegan al centro de la plaza.
Primera estación: violencia psicológica. Sin latas, sin carteles. Sólo esa cinta roja
que enreda el vínculo entre Hombre y Mujer. Hombre y Mujer frente a frente.
Hombre y mujer, una al lado del otro. Mujer mira a Hombre. Hombre le es
indiferente: ausencia, vacío, soledad, silencio, tiempo muerto. Luego, Hombre
comienza lentamente a girar en torno a Mujer, hasta que la cinta apresa su
cuerpo completamente.
¡Acción! “¡Se volvió loca!”, se escucha
gritar a un niño. Mujer se esfuerza para liberarse. ¡Por la derecha! El lazo la
retiene. ¡Por la izquierda! Hombre no la deja escapar. ¡Por detrás! Hombre
suelta el lazo. Mujer libera su cuerpo apresado, y escapa.
Segunda estación: violencia verbal. Esa cinta roja vuelve a unirlos. Hombre propone,
Mujer acepta. Hombre y Mujer frente a frente. Hombre masculla un insulto en
silencio. El insulto crece y se repite hasta deformar su rostro como una fiera.
La boca de Hombre escupe golpes. Mujer tapa sus oídos. ¡Basta! Y Hombre vuelve
a girar en torno a Mujer. Y Mujer apresada por segunda vez. ¡Derecha,
izquierda! No es suficiente. ¡Por detrás!
Mujer vuelve a escapar.
Tercera estación: violencia física. La cinta roja entre Hombre y Mujer. Se miran.
Hombre enreda a Mujer. Tiene en su mano una tapa de metal y la rama de un
árbol. Hombre golpea, y el estruendo parece pegarle al cuerpo de Mujer. Hombre
golpea nuevamente, y un ruido seco bofetea a Mujer. Hombre vuelve a golpear el
metal, y la rama se quiebra. Mujer se encuentra derrotada. Hombre se detiene.
No hay reflector que enfoque
directamente un escenario trazado con anterioridad, sino que está la acción en
crudo de dos cuerpos mudos, Hombre y Mujer, que se atan y desatan. Las luces
del patrullero que acude, quizás, alerten sobre el suceso. O los cuerpos
heterogéneos del público que, mientras tanto, han aumentado en densidad de tal
modo que amurallan completamente el espacio.
Los Miedos enmascarados también están
allí expectantes y perciben la escena juntos desde la tarima de la plaza. La
obra ha llegado a su punto álgido. Los Miedos se quitan las máscaras. Son tres
rostros de mujer. Mujer alza la vista y las ve: “¡basta! ¡Basta! ¡BASTA!”.
Mujer se deshace de la cinta colorada, y corre hacia esas tres mujeres de
rostro desnudo. “¡Basta para mí!”, grita. “¡Basta para todas!”, responde una.
“¡Basta para mí!”, vuelve a gritar. “¡Basta para todas!”, responde otra.
“¡Basta para mí!”, recalca segura. “¡Basta para todas!”, responde la tercera.
No hay más caretas. “¡Basta para mí!”,
“¡Basta para todas!”, responde Hombre desde su lugar fuera de escena. Y la
resonancia continúa: “¡Sí a la ternura!”, “¡Sí!”; “¡Sí a la paz!”, “¡Sí!”; “¡Sí
al respeto!”, “¡Sí!”; “¡Sí al amor!”, “¡Sí!”. Silencio.
¿Apagón? No, una luz de advertencia se
ha encendido en Tapiales: “lo performativo, lo imprevisto, lo
extraordinariamente efímero, los rituales irrepetibles”, por decirlo en
palabras de la teatróloga Ileana Diéguez Caballero. No es simplemente una obra
de teatro; es una obra política. Un teatro que se desnuda de la sala y del
público y se vuelve calle, plaza, estación. Cae el telón imaginario, si no es
que más bien se lo ha perforado para dejar entrar un poco de aire de libertad
en las calles del barrio.
Elenco de “¡Basta para mí! ¡Basta para
todas!”
Tapiales, 21 de diciembre de 2013
HOMBRE VIOLETA
Miedo,
máscara indiferente
aterradora.
Miedo,
miradas sedientas
desde un tren a Catán.
No me hables. No me mires. No me toques.
Sé que estoy.
Mirame,
pero no me mires a mí.
Miedo vigilante.
Miedo policía.
Miedo gendarme.
Miedo la gorra.
Miedo la máscara.
Detenete.
Catán. Catán. Catán.
Procesión. Te molesto,
y me duele el paso lento.
Procesión. Por ahí,
tu vereda de meo.
Procesión. Te hago ruido.
La paz te saboteo.
Odio. Enojo. Dolor. Asfixia.
Cacerola Saqueo no es.
Corte de luz no es.
Violencia no
Es.
Violencia si me quitás la máscara.
Violencia si no te ves.
Plaza lenta.
Paso lento.
La plaza no pasa.
No pasa nada.
La caravana pasa.
Todavía pasa.
¿Qué pasa?
No me mires.
Mirame.
Te doy muerte.
¿La ves?
¡Locura! ¡Macumba! ¡Brujería!
Sentime,
y basta.
Más. Más. Más.
Cinta roja tiesa.
Cinta roja suelta.
Cinta roja muda.
Cinta roja atada.
Cinta roja tortura.
Roja. Roja. Roja.
Verbo. Golpe. Grito.
Mi boca. Tu boca. Tu grito.
Mi mano. Tu mano. Tu grito.
Mi golpe. Mi grito. Tu grito.
Basta
Para mí
Para todas
Para todas
Para todas
Grito
Silencio
Para todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar, compartir y opinar