Por Mauricio Epsztejn—
Respecto a lo importante, al 2015
y después
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Modelo para ir armando |
Se sabe que es más fácil y cómodo plantear interrogantes, y
hasta contestarlos, desde la relativa tranquilidad de un escritorio, que solucionarlos
bajo la presión de la gestión cotidiana que exige terminar ya con los cortes en
el suministro eléctrico, viajar humanamente en trenes y colectivos o hacer cumplir
los acuerdos de precios solemnemente firmados en despachos cuyo aire
acondicionado funciona, mientras la palpable realidad de las góndolas y de
quienes pusieron el gancho al pie y los juraron respetar cual textos sagrados
reflejan situaciones disímiles.
De todos modos, aunque el lector lo piense, como usuario y
como ciudadano este cronista no puede dejar de reflexionar y opinar cuando no
encuentra respuestas que lo satisfagan.
La ejecución de la primera etapa del actual proyecto
político que encabezó Néstor Kirchner hasta su muerte y que hoy lidera Cristina
Fernández de Kirchner, empezó bajo un desbarajuste económico, político y social
fenomenal, donde los temas importantes se subordinaban a resolver lo urgente con
los escasos brazos y cabezas disponibles y de mayor confianza, para tapar la
multitud de agujeros dejados por el planificado desastre de décadas. La
carencia de gente con ideas claras y experiencia en la gestión pública se cubrió
con personajes y alianzas políticas más o menos duraderas. Fueron años en que la
urgencia por “salir del infierno”, como lo graficó Néstor Kirchner en 2003, no
permitía internarse en el hilado fino.
Además, en ese período debió enfrentar a una facción cerril,
encabezada en 2008 por la Mesa de Enlace de las principales patronales
ruralistas, que intentó derrocar al gobierno sin importarle las consecuencias y
aún persiste en sus propósitos, para lo que cuenta con suficiente poder
económico, ideológico y cultural. A pesar del fracaso en aquel intento, ni tonta
ni subestimable y sin renunciar a los métodos tradicionales, la conspiración diversificó
su estrategia e innovó apostando al desgaste del gobierno y a provocar el caos que
obligara a la salida anticipada de Cristina, como la de Raúl Alfonsín. Hoy, a
falta de un Carlos Menem, prueban y descartan opciones, como la actual de Sergio
Massa y ante la endeblés de Mauricio Macri. Sin embargo, dado que la política
tiene sus propias reglas y ya no alcanza la sonrisa de campaña y los brazos
abiertos a lo predicador, éste deberá mostrar su verdadero juego ante un
electorado impiadoso que aprendió bastante.
El purgatorio y la profundizacion del modelo
Ya con Cristina en la presidencia, Néstor Kirchner dio una
lección de teología terrenal y señaló que la primera estación a la salida del
infierno es el Purgatorio. Los creyentes y entendidos saben que esta
dependencia tiene dos puertas: por una se retrocede hacia el infierno y la leyenda
inscripta sobre la otra aporta a la esperanza, más cuando el nuevo Papa es argentino:
“Siga por el laberinto —dice —y, si de suerte encuentra el camino, capaz que se
acerca al cielo”. Afín con la metáfora, Cristina y el resto del oficialismo
acuñaron el concepto de “profundización
del modelo” y vienen impulsando políticas innovadoras sobre cuyo sentido,
eficacia, proyección y límites se verán sobre la marcha y cabe reflexionar porque
de ellas depende el resultado de la pulseada.
Es necesario recordar que para salir del infierno donde nos
había arrojado el gobierno de la Alianza, en la sociedad argentina surgió un
bloque bastante fuerte de “clases medias” y pobres, donde aquello de “piquete
y cacerola / la lucha es una sola” tenía como objetivo central sobrevivir. Vale
recordar lo que hoy nos parece sucedido hace una eternidad, pero que en
términos políticos fue ayer nomás, cuando en escuelas, plazas y clubes de
barrio se organizaban las ferias de trueque y se usaban vales con los que uno
podía moverse e intercambiar productos en otros sitios de la red. Allí un corte
de pelo, un pantalón usado o unas medias suelas para los zapatos equivalían a
dos docenas de huevos o cinco kilos de papas. Eso duró hasta que los de la
cacerola empezaron a recuperar los ahorros confiscados por los bancos y los del
piquete, sus puestos de trabajo y las paritarias. A partir de entonces
afloraron otra serie de intereses y en el seno de esa alianza las cosas se
empezaron a complicar. Si a eso le sumamos las torpezas del propio kirchnerismo
para diseñar su política de alianzas, llegamos al 2008, cuando se reconfiguran
los bloques sociales y el capital más concentrado, con la Mesa de Enlace
ruralista a la cabeza, ganó el apoyo de la clase media e infligió una derrota
al kirchnerismo, cuyo reflejo electoral se vio en las legislativas de 2009.
Sin embargo, a pesar de la derrota el kirchnerismo mostró
una capacidad de recuperación y entereza
que remite a las mejores tradiciones del movimiento nacional y popular.
No se desbandó como esperaban sus adversarios y enemigos, sino que corrigió
errores y dobló la apuesta en función de su proyecto político de desarrollo con
inclusión social, entre cuyas medidas reparatorias más importantes sancionó la
Asignación Universal por Hijo, a la que luego incluyó el embarazo (ahora, en
enero de 2014, se agregó el plan Progresar) y recuperó para el Estado el sistema
previsional. Con eso no sólo recuperó el terreno cedido sino que en 2011 ganó
las elecciones con más del 54% de los votos.
La actual coyuntura lo encuentra en una situación que no es
igual a la de 2008/2009, pero donde “la profundización del modelo” adquiere
una dimensión que no da tregua ni permite hacer la plancha porque, como
sabemos, el Purgatorio terrenal sigue teniendo las mismas dos puertas de
salida. En nota aparte se echará un párrafo que hable de la “sintonía fina”.
¿Qué significa profundizar el modelo?
Por supuesto que no tiene una interpretación unívoca, sino el
que le atribuyen las distintas fuerzas que convergen en el Frente para la
Victoria. Sin embargo, dado que abarca mucho más que lo económico, aunque no
haya una definición académica, cuando se habla de modelo se debe interpretar en sentido político, de proyecto. En ese
sentido es válido entenderlo en movimiento y con metas cada día mayores,
atribuyéndole la idea de crecimiento con
inclusión social.
Ya ningún observador imparcial u opositor sensato puede
negar que durante los diez años de kirchnerismo el país ha cambiado
radicalmente respecto al que Néstor Kirchner recibió en 2003. Sólo los más
enconados afirman que estamos peor, aislados del mundo y al borde de la
catástrofe. El resto dice que ellos lo habrían hecho mejor y aprovechado de
otro modo “el viento de cola”,
expresión usada para ningunear el cambio de orientación política que le dio el
santacruceño a la acción de gobierno. Cualquier indicador social, político o
cultural que se quiera usar, resiste el cotejo entre ambas realidades.
Sin embargo, subsisten fuerzas poderosas a nivel local y
mundial, interesadas en retrotraernos a la situación de donde emergimos.
Por eso, si bien las condiciones de vida mejoraron, en
particular para los más sumergidos, los que subsistían anclados en las
profundidades oceánicas, sería suicida que el campo nacional, popular y
democrático subestime la posible vuelta atrás. Hay demasiadas experiencias que
muestran lo contrario, sobre todo cuando los pilares estructurales siguen en
las mismas manos que nos llevaron al estallido de 2001 o se han concentrado aún
más. Y eso es hablar del poder real, de lo importante, de los límites que tal
situación le pone a la democracia política. Sin avanzar en transformaciones de
fondo —que democraticen la propiedad de la tierra, afirmen la soberanía financiera,
aseguren que las industrias básicas, los resortes fundamentales del comercio
interior y exterior, del transporte y las comunicaciones estén en manos del Estado
u orientado por él, en sociedad o alianza con cooperativas, organizaciones
sociales y demás sectores nacionales, donde la ley de medios rija plenamente y
la educación pública con participación de todos los involucrados tenga atención
prioritaria —, sin avanzar en esa dirección cada logro a favor de las mayorías no
estará consolidado.
Y esto no es tremendismo ultraísta. Basta recordar lo
históricamente sucedido ayer nomás, lo que terminó en 2001-2002, con colas
frente a las embajadas para huir del país. Allí no estaban los más pobres, sino
los hijos de la clase media, los que podían pagarse el pasaje de ida adonde
fuera. Los más pobres no tenían sino la alternativa de quedarse, alimentarse en
comedores comunitarios o revolver la basura en busca de comida.
¿Se pueden hacer todas esas transformaciones juntas, de
golpe? Es una pregunta retórica: no hay fórmula matemática capaz de resolver lo
que se decide en la lucha social. Pero sobre lo que no caben dudas es que en ese
terreno se avanza o se retrocede y no hay equilibrios estables, porque cuando
se beneficia a las mayorías, se afecta a privilegiados que lo resisten.
¿Qué es fácil decirlo, pero difícil de concretar? Por
supuesto, es lo que decíamos al comienzo de esta nota. Pero de eso se trata: de
convencer a muchos, a la mayoría; de neutralizar a otros y de romper con el
núcleo duro de la minoría recalcitrante. Firmeza y constancia ha demostrado el
kirchnerismo que no le falta.
Por último. Si las transformaciones son profundas, será
necesario reformar la Constitución para transformarlas en ley fundamental y
crear una institucionalidad que se le correponda.
Por eso, quien esto escribe entiende que profundizar el
modelo significa avanzar sobre lo importante, porque ahora ya es posible encararlo
como urgente, si queremos que lo conseguido sea el piso de un país más justo.
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