jueves, 31 de octubre de 2013

30 años y algo más

De Raúl Alfonsín a Cristina Fernández de Kirchner, una historia trajinada – De urnas desempolvadas – Los cañones mediáticos

Mauricio Epsztejn--
Raúl Ricardo Alfonsín
Cuando el lector tenga esta nota delante, se habrán cumplido 30 años ininterrumpidos del día en que empezó el proceso de recuperación democrática.

Si bien fue un período no exento de
turbulencias e incluso de mandatos presidenciales interrumpidos antes de tiempo o en medio de una huida que produjo represión y numerosos muertos, las crisis del sistema político se pudieron superar en el marco de la Constitución.

Aquel 30 de octubre de 1983 se votó. Y la dictadura debió emprender la retirada, a pesar de querer tener a “las urnas bien guardadas”, según expresó uno de sus jerarcas.

A partir de ese día, la ciudadanía votó de acuerdo a la Constitución y a la ley siete veces para presidente, una para reformar la Constitución Nacional y dieciséis para legisladores nacionales. Además se eligieron gobernadores, legisladores provinciales, mandatarios municipales, e incluso hubo hasta remociones. También se renovó la Corte Suprema de Justica Nacional, cabeza de un Poder Judicial dentro del cual comenzó un trabajoso proceso, no acabado, de oxigenación. Todo dentro de la ley y sin trastocar las instituciones.

Para los nacidos alrededor de aquel octubre, muchos fueron a votar este 27 acompañados por sus hijos como algo normal. Incluso en esta última oportunidad, a seis horas de cerrados los comicios, cualquiera podía acceder a casi todos los resultados nacionales, después de una jornada sin incidentes. Vale la pena que los memoriosos le cuenten lo que sucedía aquel 30 de octubre a quienes no lo vivieron, cuando se armaban largas filas delante de los centros de votación porque los ciudadanos tenían hambre de votar, hambre y esperanzas, esperanzas y miedo. Hambre porque habían sido privados durante muchos años de ese derecho, porque quería decidir por si mismos su destino y no que les fuera impuesto por un puñado de dictadores vestidos de uniforme o de civil. Esperanzas, porque la gente confió que “con democracia se come, se educa y se cura” y, aunque de a poco fue entendiendo que sólo con ella no alcanza, hoy la mayoría tiene la certeza que sin ella no hay futuro. Y miedo, porque los usurpadores y asesinos aún estaban allí, circulando libres por la calle y con cuotas de poder que les permitía confiar en seguir impunes.

Por eso es necesario valorar lo hecho por el Presidente electo. Raúl Alfonsín tuvo el mérito y la valentía que ninguna deriva posterior de su gobierno puede empalidecer: derogó el decreto de autoamnistía que le querían imponer y sentó a los principales jerarcas frente a los tribunales de la Constitución para que fueran juzgados de acuerdo a la legalidad vigente antes de cometer sus crímenes, dándoles todas las garantías que la ley ofrece a cualquier imputado. Nunca antes se había conocido algo igual en América y posiblemente escasearan los antecedentes en el mundo.

Luego conocimos contramarchas, rebeliones “carapintadas”, leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la “teoría de los dos demonios” que intenta equiparar el terrorismo de estado con el accionar de militantes armados o simples opositores políticos, para evitar que los golpistas, los asesinos, sus instigadores civiles, cómplices y usufructuarios sean juzgados y castigados.

Eso intentó Menem con los indultos y su prédica de reconciliación sin memoria, verdad, ni justicia.

Sin embargo, esas intenciones fueron frustradas por las Madres, las Abuelas y demás organismos de Derechos Humanos, que encabezaron la resistencia y dieron la pelea, una pelea que adquirió mayor envergadura a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la República.

2013 encuentra una Argentina donde se conjugan tres generaciones: una, que fue partícipe de aquel amanecer post dictatorial y que ahora, en democracia, lo puede comparar; otra, la que nació durante el alba de los nuevos tiempos y escuchó el relato directo y todavía en caliente, de los padres y abuelos; por último, está la tercera, la de los adolescentes y jóvenes que vive en democracia y estudian lo sucedido como historia, a quienes es necesario ayudar para que la valoren y defiendan.

El debate actual implica a varios actores: por un lado, los que quieren seguir ampliando derechos para avanzar hacia una mayor igualdad y el de quienes le temen a tal desarrollo, vacilan, y suelen ser instrumentados, aún en contra de sus propios intereses, por quienes se niegan a resignar privilegios.

Es necesario que esa discusión política se pueda seguir dando en democracia.

Al momento de escribir esta nota se conoció la resolución de la Corte Suprema de Justica de la Nación que dictaminó la total constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, trabada durante cuatro años en su plena aplicación por las chicanas interpuestas por el grupo Clarín y convalidadas por un sector del Poder Judicial en el que aún se mantienen nostálgicos de la dictadura. En consecuencia, a partir de este 30 de octubre todos los artículos de la Ley fueron declarados constitucionales por la Corte y el multimedios deberá adecuarse a ella o entrar en la ilegalidad. Es otro jalón histórico que fortalece la democracia y contribuye a desarmar parte de la artillería dictatorial que aún subsiste y con la que se bombardea al país para impedir que se escuche la multiplicidad de voces de un pueblo que amplía sus derechos y quiere ejercerlos en plenitud a lo largo y ancho de la patria.

Eso resolvió la Corte, pero no conviene bajar la guardia porque el multimedios ya declaró su intención de utilizar otras armas. Piensan desarrollar una verdadera guerra de guerrillas para no someterse a la ley. Ya aparecieron Elisa Carrió y su socio Fernando (Pino) Solanas convocando a resistir lo resuelto por el Tribunal y un Sergio Massa cuyo silencio habilita la interpretación de un tácito respaldo al grupo monopólico, principal promotor de su figura. Por suerte, el resto de la oposición política no se dejó arrear por ellos y aceptó lo dicho por el tribunal.

A treinta años de aquella elección que marcó el inicio de la recuperación democrática, cabe hacer un  balance positivo, a pesar de los contratiempos o en zigzag del camino, pues las mayorías populares no sólo siguen recuperando espacios perdidos, sino que tratan de aprender de los errores del pasado.

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, hay que festejar pero a la vez, estar muy alertas.

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  2. Felicitaciones por la claridad conceptual del artículo, coincido en todo con Ud., un lujo poder leerlo gracias al enlace que nos diera por facebook el Maestro Mario Mendez.

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