Mauricio
Epsztejn—
A
esta altura las cartas electorales están echadas y los jugadores dispuestos jugar
su suerte en todos los distritos.
Una interpretación sesgada tiende a subestimar los comicios de medio término porque en ellos no se elige al Poder Ejecutivo Nacional que, por deformación institucional e historia relegó al Legislativo y Judicial. Sin embargo tales antecedentes no implican que el Parlamento nacional y las legislaturas provinciales sólo tienen como función controlar y poner límites al Ejecutivo y aprobar o no sus proyectos, sino que constitucionalmente es el ámbito donde se discuten las leyes, sea cual fuere el lugar en que se hayan generado las iniciativas y, si cuenta con las mayorías necesarias, su aplicación es obligatoria para el Ejecutivo y el Judicial que, además de ejercer el control de legalidad, debe garantizar su cumplimiento.
Pero,
más allá de lo legal, las elecciones de
medio término tienen un valor político adicional, porque miden el grado de
adhesión o rechazo que cuentan las políticas que el Ejecutivo viene aplicando,
particularmente en este caso, donde gobierna la Alianza Cambiemos, cuya
entronización no sólo significó un giro de 180 grados respecto a las políticas aplicadas
por la anterior administración anterior, sino que resultó una verdadera estafa
al contrato social que ellos comprometieron con sus electores. Una interpretación sesgada tiende a subestimar los comicios de medio término porque en ellos no se elige al Poder Ejecutivo Nacional que, por deformación institucional e historia relegó al Legislativo y Judicial. Sin embargo tales antecedentes no implican que el Parlamento nacional y las legislaturas provinciales sólo tienen como función controlar y poner límites al Ejecutivo y aprobar o no sus proyectos, sino que constitucionalmente es el ámbito donde se discuten las leyes, sea cual fuere el lugar en que se hayan generado las iniciativas y, si cuenta con las mayorías necesarias, su aplicación es obligatoria para el Ejecutivo y el Judicial que, además de ejercer el control de legalidad, debe garantizar su cumplimiento.
De allí que las próximas elecciones pueden ser cruciales
para el destino del país y su pueblo, porque de su resultado depende alcanzar una
fuerza institucional que empiece a ponerle un freno al daño que ya le infligió
al país y revertir la dirección elegida por la derecha más furibunda, que la
composición del actual Parlamento convalidó en lo esencial, no sólo con el
lógico respaldo de su propia bancada, sino con la aquiescencia de otras,
incluidos muchos parlamentarios que llegaron a las bancas enancados en las
listas del Frente para la Victoria y a la hora de la verdad, claudicaron, le
dieron la espalda al mandato recibido y, en nombre de la “gobernabilidad”, votaron
a favor del saqueo impulsado por el oficialismo que, con lo ya hecho durante
menos de la mitad de su mandato, compromete el futuro de varias generaciones,
porque su modelo económico es el de la dictadura y los gobiernos
constitucionales que la sucedieron y se sometieron al mandato del Fondo
Monetario Internacional, que ahora vuelve a campear por estas pampas.
Cualquiera
tiene derecho, y en muchas casos razón, para cuestionar aspectos parciales de
la gestión kirchnerista, algunos incluso muy criticables, pero nadie, salvo el
gorilaje más cerril y los más rancios representantes y usufructuarios del
privilegio, encarnados por la Alianza Cambiemos, puede negar el balance general
positivo, a favor de las grandes mayorías, de sus doce años de gestión. El
contraste entre ambas perspectivas es fenomenal en todos los terrenos.
Hasta
ahora, con sus movilizaciones, el movimiento social ha demostrado
reiteradamente su potencialidad, sin haber encontrado el modo de plasmarla en
una construcción política capaz de disputar la conducción del Estado y ponerlo
al servicio del interés general y no de la plutocracia internacional. La
conformación de Unidad Ciudadana puede saldar la deuda que arrastra cierta dirigencia
por no haber entendido antes la gravedad de lo que está en juego. A esta altura
está en manos de la ciudadanía, usar su movilización y su voto para castigar
con un baño de realidad y despabilar o descartar, a los que consciente o inconscientemente
siguen extraviando el rumbo.
Para
unos y otros el tiempo es cada vez más escaso pero, una reflexión sobre la
reciente experiencia, permite ver que todavía existe la posibilidad de crear un
bloque capaz de inclinar la balanza electoral a favor del campo nacional,
popular y democrático.
Por
lo que hasta ahora se ve, hay cuatro bloques político-sociales que participarán
de la contienda en octubre. En cada uno de los distritos pueden tener nombres o
integrantes diferentes, pero que en última instancia responderán a un armado
común. El primero es el unificado oficialismo de Cambiemos, hegemonizado por el
PRO. En otro revistan los abiertamente opositores, identificados como
integrantes del campo nacional, popular y democrático, cuya fuerza principal debe
ser Unidad Ciudadana, que el 20 de junio realizó su acto de presentación en la
cancha de Arsenal y que encabeza la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner,
sigla con el que competirá junto a Jorge Taiana por la senaduría nacional en la
decisiva provincia de Buenos Aires y otros lugares del país. El tercero, que intenta
mostrarse como alternativa a los dos anteriores, lo impulsa el Frente Renovador,
de Sergio Massa, junto a Margarita Stolbizer, dejando afuera a Libres del Sur, desde
la asunción de Macri actuó como oposición amigable. Un cuarto bloque lo
conforman alianzas de izquierda que repiten ir por separado aunque
ideológicamente se referencian en el trotzkismo.
Las plataformas electorales de las dos coaliciones principales
La de Cambiemos no es novedosas: promete un
paraíso futuro dentro de ignotos semestres, mientras sus principales voceros no
trepidan en sintetizar de modo prosaico: después de octubre a nuestro presente
terrenal le aguardan nuevos ajustes, iguales o peores a los ya aplicados desde
hace 19 meses.
En cuanto Unidad Ciudadana, (alianza electoral cuya base legal son los partidos con reconocimiento nacional Kolina, Nuevo Encuentro, Partido para la Victoria, Compromiso
Federal y Frente Grande), más un conjunto
de organizaciones no partidarias y destacados dirigentes políticos y sociales,
incluida una nutrida falange del P.J.—que en la decisiva Provincia de Buenos
Aires encabeza su presidente, Fernando Espinoza— se plantea impulsar antes y
después de las elecciones, desde el Parlamento y fuera de él, una lista de 15 temas,
apenas un punteo (ver la Propuesta
completa en otro lugar de esta misma edición) a partir del cual, si se abre
a la participación más amplia permitirá diseñar iniciativas concretas y
detalladas que encausen positivamente la resistencia social y política a los
planes anunciados por el oficialismo, iniciativas que lleguen al Parlamento en
hombros de actores sociales y políticos reales y movilizados, que las empujen
con fuerza y no las dejen dormir el sueño de los justos en la mesa de entrada de
las respectivas Cámaras legislativas. Es decir, hasta ahora, este Frente no
parece estar concebido como una reposición del Frente para la Victoria cambiado
de nombre, ni la propuesta debería quedar reducida a un conjunto de abstractas
promesas de campaña electoral, sino servir de guía para la acción, momento y
lugar que debe incluir ideas que aporte cada comunidad, cada barrio y localidad,
además de cómo lograrlo y de dónde saldrán los fondos que lo sustenten, para transformarlo
en un plan de gobierno. La masividad y organización que logre la Propuesta, es
la mejor herramienta que el movimiento popular puede oponer a la desaforada
ofensiva ya lanzada por el aparato comunicacional de la derecha, irreemplazable
por un par de canales de TV, más algunas radios y diarios.
En cuanto Unidad Ciudadana, (alianza electoral cuya base legal son los partidos con reconocimiento nacional Kolina, Nuevo Encuentro, Partido para la Victoria, Compromiso
Candidatos bonaerenses |
Acerca de las PASO que no fueron
En la
actual coyuntura nacional también queremos referirnos al rol del peronismo partidario,
casi borrado de la escena nacional, que conserva una fantasmal cúpula
burocrática incapaz siquiera de fijar una posición común respecto a Cambiemos, un
gobierno que en menos de dos años arrasó con las condiciones de vida y derechos
de las mayorías para favorecer a un pequeño grupo de multimillonarios. Hoy por
hoy, buena parte de esa estructura la componen figuras que van y vienen según
sopla el viento o reaparecen para intervenir en el único debate que les interesa:
el lugar que aspiran ocupar en alguna lista de candidatos, cuando en todo este
tiempo ni siquiera se los escuchó cuestionar lo que viene haciendo el
oficialismo y menos aún participar de las movilizaciones y luchas con que millones
de compatriotas lo enfrentaron. Por el contrario, no pocos le dieron aire o abrevaron
en sus quinchos. Si el macrismo no avanzó más o a veces fue obligado a
retroceder, en nada influyeron tales personajes.
Hasta
el cierre de las listas se plantearon dos posturas respecto a las próximas elecciones:
por un lado está el sector tras el cual se encolumnaron quienes hoy forman
parte del por fin concretado frente Unidad Ciudadana, cuya principal referente
es Cristina Fernández de Kirchner. Por el otro, se encuentran los que promovieron
a Florencio Randazzo, eficiente ex ministro de CFK en la ejecución de las
políticas que le fueron encomendadas, pero se recluyó en un llamativo silencio
a partir de haber sentido desairadas sus aspiraciones a la candidatura
presidencial, a pesar de lo que pasaba a su alrededor. Es difícil explica que
actuara así sólo por despecho.
A esta altura es una incógnita cuánto incidirá la
postura de Randazzo y su sector sobre los resultados de los próximos comicios.
Sin embargo, quien escribe esta columna cree que poner justo ahora en debate el
tema de los por qué de la derrota sufrida en 2015, aunque no esté saldado y en
algún momento deba analizarse, es extemporáneo, sin sentido, porque desvía la
atención sobre cuál es el enemigo principal y, objetivamente, resulta funcional
al macrismo que tratará de ahondar la brecha, sin pagar costo. Más aún, el
proceder de Randazzo y sus aliados es por lo menos un error, cuando hay señales
evidentes de que en el campo nacional, popular y democrático va surgiendo una
nueva dirigencia, con peso y méritos propios, que ha encabezado la resistencia en
todos los campos desde el primer día en que el neo liberalismo llegó al gobierno,
que acepta y reconoce el liderazgo mantenido por Cristina entre amplios
sectores de la sociedad, pero que es refractaria a aceptar sumisamente los
dedazos. En la Provincia de Buenos Aires, la composición de las listas de
candidatos al Senado nacional y a la Cámara de Diputados que el frente Unidad
Ciudadana promueve, en gran parte refleja esa nueva realidad.
Por eso, con todas las dificultades y posibles
errores que implica esa construcción, si Unidad Ciudadana, sus candidatos y
militantes, centran su atención, acción y prédica en impulsar la Propuesta que
le dio razón de ser a su nacimiento, sin caer en la trampa de enredarse en polémicas
que distraigan al campo popular, no cabe duda que el oficialismo de Cambiemos
se las verá negras.
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