Por Mario Méndez—
Una novela que, como un homenaje al inventor de la “no ficción”, o “real ficción”, navega desde la ficción al testimonio y del testimonio a la ficción con gracia walshiana.
Marcelo Figueras |
Leí con un entusiasmo creciente, que jamás
declinó en las más de cuatrocientas páginas
Leí la novela, repito, no solo entusiasmado: por
momentos lo hice con enorme emoción. Esta novela que homenajea a Rodolfo Walsh
a cuarenta años de su muerte, a sesenta años de la publicación de Operación masacre, a noventa del
nacimiento, en Choele Choel, del autor de una de las obras fundamentales de
nuestra literatura y, a la vez, de nuestro periodismo,
logra que uno trascienda
–como lo hace la obra del propio Walsh- lo literario para meterse en lo
testimonial. Aunque en esta historia Walsh sea un personaje de ficción, es a la
vez, claro está, un personaje real, insustituible, de nuestra historia
reciente. Y cada vez que uno lo lee –lo
ve, por la magia de la pluma de Figueras-, interactuando con sus hijas y su
esposa, con sus compañeros de redacción, con los fusilados que vivieron y
–sobre todo- con Enriqueta, la “galleguita” que lo acompañó y sostuvo gran
parte de la investigación de los fusilamientos (y con la que, por cierto, el
Walsh de la ficción vive una permanente y absolutamente verosímil tensión
sexual que termina en el enamoramiento), no puede evitar salirse de la trama
ficcional, novelesca, para meterse en la historia.
Mientras recorre el detrás de escena de la
investigación de Operación Masacre,
los fusilamientos perpetrados a un grupo de inocentes en los basurales de José
León Suárez por la autoproclamada Revolución Libertadora (que la justicia
popular pronto llamaría por el nombre que le convenía: la Fusiladora), Figueras va mostrando el cambio de ese personaje del
papel y de la historia, que crece, que se “termina de cocer” a medida que se
compenetra con las injusticias que sufrieron y siguen sufriendo los
sobrevivientes y sus familiares . Se adentra, Marcelo Figures, con elegancia y
con poesía, en el nacimiento del nuevo hombre que parió la investigación: vemos
como el Walsh que se mete por entero en el caso que le cambiaría la vida pasa poco
a poco de periodista y escritor de ficciones policiales clásicas, a militante
de la denuncia y, a la larga, a combatiente de un proyecto revolucionario.
Policial, histórica, a la vez
romántica y testimonial y, por supuesto, política, El negro corazón del crimen es una novela que seduce y atrapa. De
lectura más que recomendable para cualquier lector, es sin duda imprescindible
para aquellos que, como yo, nos declaramos orgullosamente “walshianos”.
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