Las derrotas y
dificultades que los movimientos nacionales, populares y democráticos vienen sufriendo
y aún sufren en nuestro continente y no sólo en él, han acicateado la búsqueda
de explicaciones sobre sus causas, una búsqueda que hasta ahora no han madurado
lo suficiente como para cristalizar en un debate internacional colectivo que
permita elaborar una visión no dogmática sobre la etapa del capitalismo que
estamos transitando, un capitalismo que ya produjo a nivel global y profunda
transformación económico-social, apoyada en un cuerpo de ideas, hoy hegemónicas,
y construyó formaciones políticas que llegaron al poder por caminos diversos, mientras
el movimiento progresista todavía no encontró alternativas capaces de enfrentarlo
de modo eficaz y coherente.
Como antecedente
más o menos cercano de tales encuentros, está el realizado en marzo de 2015 en
el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, en el cual participaron
destacados políticos e intelectuales de este espacio a nivel internacional, seguido
por una numerosa concurrencia, donde entre oradores y público primaba el
triunfalismo, aunque algunas reflexiones, en particular la de Álvaro García
Linera, ya tenían encendido el semáforo amarillo de alerta, con tendencia de
pasar al rojo.
A los pocos meses,
en tres países fundamentales de la región sucedía lo siguiente: en Argentina, Macri
ganó las elecciones, en Brasil fue derrocada Dilma y la crisis venezolana se
agudizó, teniendo aún su final incierto.
Como se ve, nada
permite analizar la actual situación a la ligera. Las entrevistas que se
reproducen a continuación pueden ser un interesante aporte que ayude a sacudir
pensamientos enmohecidos.
Inteligentísimo
análisis realizado el 13 de junio de 2017 por el politólogo ecuatoriano Amauri
Chamorro durante el programa “Detrás de lo que vemos” en la AM 750
Claudio Villarruel y Bernarda Llorente
Sobre
los errores de los movimientos progresistas y la inteligencia y posterior
capitalización de la derecha en la lectura del nuevo sujeto surgido de estos
procesos políticos. (se pueden escuchar los 15 minutos que dura la entrevista
haciendo Clik sobre el siguiente enlace)
-o-o-o-o-o-o-o-o-
"El problema del progresismo es que
dejó de hacer política"
Entrevista de Alberto López Girondo a Amauri Chamorro publicada el sábado 10 de Junio de 2017 en la Edición 2121 de Tiempoar
El
especialista en Comunicación Política Latinoamérica trabajó en campañas de
varios candidatos latinoamericanos y analiza el retroceso del sector en la
región.
–En
Argentina el asesor de comunicación del presidente es considerado como un gurú,
pero también como un amoral por las estrategias que utiliza para lograr sus
objetivos.
–Normalmente, los asesores de la derecha son muy
cuestionados por sus tácticas y estrategias comunicacionales contra los
gobiernos progresistas. Pero (Jaime) Duran Barba tuvo una ventaja, porque la
candidatura de Daniel Scioli no tuvo la fuerza que se esperaba. La comunicación
allí tuvo sus tropiezos. La comunicación política debe partir de un análisis
del ámbito político, del comunicacional y también del entorno político, social
y económico del país. Y este trabajo no se hace solo en el período electoral.
–La
candidatura de Macri se construyó desde muchos años antes.
–Uno llega a la elección con un trabajo de por lo
menos un par de años antes. En Ecuador, el opositor (Guillermo) Lasso estuvo en
campaña seis años antes para llegar ahora contra Lenin Moreno. En Argentina
había una gran radicalización contra el gobierno de Cristina Fernández, causada
en gran parte por las empresas de comunicación privadas. En Argentina, como en
Brasil, con los grandes monopolios, el partido siempre se juega en una cancha
inclinada en contra de los movimientos progresistas. Ahora es al revés, los
medios producen una cortina que no permite que salga el volumen de
insatisfacción, las marchas en contra del gobierno y cómo el aumento de los servicios
públicos afecta a la clase media y los obreros. Y eso la izquierda tiene que
saber capitalizarlo. Hubo un cambio generacional, demográfico, en casi dos
décadas de progresismo en la región. Y en eso Duran Barba fue muy inteligente:
hizo un estudio profundo de ese nuevo ciudadano nacido a partir de las
políticas públicas progresistas. Una de mis hipótesis es que en realidad el
progresismo fortaleció al capitalismo, fortaleció a un ciudadano vinculado al
individualismo, a la mejora material. El resultante es una clase media que mide
su calidad de vida en si puede o no comprarse un celular nuevo todos los años.
El progresismo no ha comprendido eso. No basta hacer políticas públicas para el
pueblo, es necesario traer siempre al pueblo dentro del gobierno.
–¿Se
necesitaría construir un nuevo ciudadano?
–Claro, pero yo sé que es muy difícil. La gran
mejora que hubo en el progresismo fue la capacidad de incorporar a toda esa
pobreza en un mercado de consumo. Pero no estuvimos ni cerca de ganar el
proceso de formación política, el cambio cultural, la disputa de lo cultural
simbólico. Les facilitamos acceso a bienes y servicios creados con un lenguaje
capitalista mucho más conectado al estilo de hacer política de Macri que de
Cristina Kirchner. No entendiendo esos nuevos códigos, esa nueva demografía, se
nos hace mucho más difícil ganar elecciones. Sin contar con la arremetida de
las empresas de comunicación. Y eso Duran Barba lo supo manejar extremadamente
bien.
–¿Cómo se
lucha contra ese formidable aparato comunicacional que tiene apoyo desde el
exterior?
–Lo primero es volver a construir puentes con la
ciudadanía, reconstruir desde las bases hacia arriba. En estos años hemos
creado una élite, una burguesía progresista que está dentro de los despachos de
los gabinetes, que viaja en primera clase, que tiene su coche con
guardaespaldas, y es gente que hace diez años estaba en las calles, en las
esquinas, peleando cada voto. Tenemos que retomar las esquinas. Esa ha sido una
falencia. Si no pueden tumbar al gobierno de Venezuela es porque el gobierno
chavista sí está en cada esquina, entonces el grueso de la ciudadanía comprende
políticamente lo que está pasando.
–Sin
embargo, perdió apoyo electoral hace dos años.
–El gobierno no fue transparente con el tema del
desabastecimiento. Podría haber aprovechado esa guerra económica, pero al
principio no quisieron generar más pánico en la población sobre la falta
alimentos y fármacos: es algo que la derecha expuso y comenzó a dialogar con la
ciudadanía. Hubo una identificación como si la derecha fuera a resolver el
problema. Ahí están los resultados, no ha pasado absolutamente nada.
–¿Dirías
que en Ecuador eso sí se hizo y por eso el oficialismo ganó, o que en Bolivia
ocurre algo parecido?
–En Ecuador ganamos las elecciones por una
diferencia muy corta. El país está relativamente bien, con las dificultades de
tener una economía dolarizada, y ahora Lenin Moreno viene a dialogar con
ciertos sectores que rompieron con el presidente (Rafael) Correa. Lo que
posiblemente permita crear una gobernabilidad más tranquila, menos conflictiva,
pero también exige una serie de concesiones que Correa ni los correístas
tolerarían. En el caso de Bolivia, el presidente Evo Morales, con más del 80%
de aprobación, perdió un referéndum por la continuidad de su presidencia en
gran parte también por un proceso de desconexión con las calles. Se
desconsideró el impacto por las denuncias por el fondo indígena, royalties por
recursos naturales a las naciones indígenas para su autogestión. Se instaló en
la sociedad que había mucha corrupción, y también hubo un exceso de confianza
pensando que bastaba con que Evo hablara para ganar la elección. Hubo un cambio
muy drástico en Bolivia. Hoy cada vez menos personas se autodefinen como
indígenas. Tú ves chicos que hablan aimara, se les nota claramente que son
aimaras, pero no se consideran indígenas.
–¿Porque
ahora tienen plata?
–Sí. Y esa gente se va distanciando cada vez más
del gobierno. Pero es antagónico semejante aprobación y un rechazo a la
reelección. Correa tiene un 70% de aprobación y Moreno gana con las justas. Él
es más moderado, no tiene ese discurso que enciende las emociones de Correa y
eso también hizo perder el apoyo de los sectores progresistas y de las calles.
Argentina se caracteriza por la pasión que pone en todo lo que hace. Esa pasión
tiene que ser recuperada por el movimiento progresista, por las fuerzas de
izquierda que consiguieron construir capacidad territorial de despliegue. Exige
una capacidad de articulación muy compleja pero ahí está la gran pelea
electoral. Es fundamental entender que quien sale a la calle a buscar votos es
el militante, y es peligroso cuando el militante dice "yo voy a votar por
ti pero no voy a salir a hacerte campaña".
–En
resumen, más que marketing lo que falta es militancia.
–El progresismo manejó muy bien su comunicación,
el problema es que dejó de hacer política. Primero hay que articular en la
sociedad, porque la política no es como vender Coca Cola. Y la derecha
construyó allí. En Brasil, la presidenta Dilma Rousseff no hizo política, no
hablaba con los movimientos sociales. Lo primero que hizo al ganar la
reelección fue implementar políticas neoliberales, traicionando a las fuerzas
sociales que trabajamos meses en acuerdos mínimos para que organizaciones
históricas como la CUT y el MST no rompieran con el oficialismo, lo que hubiera
garantizado la victoria de la derecha. El golpe parlamentario sucede por una
cuestión política y también comunicacional: la gente no comprendía. Quedó
impactada con los procesos comunicacionales de la Globo, de Folha de Sao Paulo,
de la revista Veja, sustentado por el proceso judicial, que también es
conservador, y se hizo muy difícil defender a Dilma. Por eso lo primero que digo
por donde voy es: "Vamos a recuperar las calles y después hablemos de
comunicación". Primero es la política. Hacer una campaña es muy fácil,
contrato a tres o cuatro creativos y ya está, pero hacer un proceso de
articulación social de norte a sur y de este a oeste es un trabajo inmenso, una
epopeya de día a día. Hoy, con un mundo hipermediatizado, con la fantasía de
las redes sociales, se superdimensiona la importancia de la comunicación
dejando a un lado a esos procesos políticos, y ahí es donde estamos muy
vulnerables, y ahí es donde la derecha nos gana.
O Globo, ese gran parásito
–Sorprendió
que O Globo rompiera con Temer.
–La Globo es como un gran parásito y se junta con
los grandes grupos políticos siempre que ellos no le representen una amenaza. Cuando
los audios de la JBS salen de la Suprema Corte y se van a hacer públicos la
Globo, que tanto había defendido a Temer, tuvo la precaución de que ese rechazo
al gobierno no se transformara en un ataque a la red. Trabajé con ellos tres
años y sé cómo hacen esas cosas.
–La
intención es no quedar pegados.
–Ahorita la ciudadanía brasileña de izquierda y de
derecha comienza a culpar a la Globo del caos porque su manejo editorial
permitió legalizar un golpe de Estado.
–Ya
apoyaron el de 1964.
–Es muy interesante como la red Globo creció
durante la dictadura militar, facilitada por el que era ministro de
Comunicación, Antonio Carlos Magalhaes, uno de los grandes coroneles de la
política brasileña. Ahora O Globo decide defender y proteger su reputación creyendo
que hay posibilidad de sobrevivir a la caída. Hay un colapso en el
funcionamiento del país. Brasil se acabó, ninguna institución tiene
credibilidad, no hay capacidad de gobernar. La única posibilidad de
legitimación sería la vuelta de Lula, porque se comienza a instalar la
sensación de que hubo un abuso contra Lula. Sobre todo tras la muerte de su
esposa, Marisa, que fallece ante la sospecha de que venían a llevarlos presos.
–El tema es
si lo procesan.
–Si lo procesan, lo meten preso. Es la forma de operar
del juez Sergio Moro. Así hizo con José Dirceu (ex jefe de Gabinete de Lula).
Por primera vez en la historia de Brasil una persona fue presa sin que hubiera
sido juzgada en segunda instancia. Eso es inconstitucional.
–Eso es un
atropello.
–Sí, pero la sociedad los acepta porque el
escándalo de corrupción instalado es tan grande que la gente dice: "No me
importa si la ley dice o no dice, lo que quiero es ver gente presa". Lo
que importa es que un ícono de la corrupción –construido a partir de la red O
Globo– vaya preso, no importa cómo. Lo que pasa en Argentina no es muy
diferente.
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