Osvaldo Riganti—
Las cinco mejores actuaciones de
selecciones argentinas en mundiales de fútbol fueron, obviamente, los títulos logrados
en 1978 y 1986 y los subcampeonatos de 1930, 1990 y el reciente de 2016.
En ese cuadro, un lugar destacado lo ocupa
el Mundial de 1966, en Londres, donde terminamos quintos, posición que pudo ser
mejor de no mediar un insólito arbitraje que le tocó padecer a nuestro
representativo.
En esa ocasión concurrimos desafiando
los pronósticos más agoreros.
Argentina venía realizando un paciente
trabajo en el Colegio Ward, comandada por los técnicos Zubeldía y Faldutti, que
insumió a la AFA una erogación considerable. Pero cerca del mundial dichos DT reclamaron
mayores estipendios. Como no se los otorgaron, ellos y sus subordinados renunciaron.
En el estilo lunfardesco de su columna en
“Clarín” Diego Lucero apuntó: “Se lavaron las manos. ¿Se lavaron las manos? No,
porque las manos se las llevaron sucias, sucias de guita…”
Por eso, a pesar de su fracaso como
coach en el Mundial 1962, se le dio una nueva oportunidad a Juan Carlos
Lorenzo. La gira previa al certamen fue muy floja. Para peor había tensiones
entre el coach y los jugadores. Ello movió a las autoridades de AFA a enviar al
frente a la delegación a Valentín Suárez, entonces presidente de Banfield, que
había ocupado esas funciones también en Independiente y había regido los
destinos de AFA en tiempos de Perón.
Con Valentín Suárez se restableció la convivencia.
Era un hombre ducho, experto en relaciones humanas. El primer partido con
España la selección ganó 2-1 con goles de Luis Artime y una actuación destacada
de Ermindo Onega. Luego vino el empate sin goles con Alemania, “cuco” del
torneo.
Las cosas empezaron a pintar mejor, y mejor
aún tras vencer a Suiza por 2 a 0 y pasar a la ronda final por primera vez tras
36 años.
El júbilo que se vivía en nuestra
delegación era enorme. Argentina estaba sorprendiendo a propios y extraños, que
antes del Mundial no daban ni “cinco” por el equipo. Así nuestros jugadores empezaron
a estar bajo la lupa de directivos y técnicos europeos. Ermindo Onega era el
más codiciado, seguido por Artime. Pero también existía interés en contratar a
Perfumo, Marzolini, Solari y Más.
Por los cuartos de final enfrentamos a
Inglaterra, en su prácticamente inexpugnable estadio de Wembley.
Durante las horas previas al match
comenzaron los temores. Un alemán dirigiría Argentina-Inglaterra y un inglés
Uruguay-Alemania. Allí comenzaron las suspicacias sobre el posible entrecruzamiento
de “favores” entre los seleccionados europeos.
Y así fue. Alemania derrotó a Uruguay
por 4 a 0 en un partido pródigo en decisiones poco claras en detrimento de los
“charrúas”.
A su vez, durante el partido entre
Inglaterra y Argentina, ya avanzado el primer tiempo el juez alemán Kreitlin,
de profesión sastre, expulsó al capitán de la selección argentina, campeona de
la Copa de las Naciones 1964, Antonio Rattín. La expulsión totalmente
injustificada dejó al equipo argentino en inferioridad numérica, y para peor,
sin uno de sus puntales.
Entonces Rattín se sentó ofuscado en una
alfombra colocada en la escalinata que comunicaba el campo de juego con el
palco de la reina, de donde fue retirado por la policía local, por lo que pasó estrujando
despectivamente el banderín con los colores ingleses al pasar por uno de los
sitios en que se ejecutaban los corners. El periodismo coincidió en que el
citado Kreitlin “inclinó la cancha” a favor del local. El partido continuó hasta
que faltando un cuarto de hora los ingleses pudieron anotar el único gol del
partido y así acceder a semifinales, eliminando a la Argentina.
El árbitro alemán fue acosado por
jugadores argentinos al terminar el partido. Los más exasperados fueron los
suplentes Gatti y Pastoriza que quisieron tomarlo por el cuello. La revista
“Extra”, que recién aparecía bajo la conducción de Bernardo Neustad y dedicada
preponderantemente a temas políticos, cubrió lo acaecido en Inglaterra y dio
cuenta que los presidentes de Boca Juniors y River Plate, Alberto J. Armando y
Antonio V. Liberti respectivamente, entraron a la cancha gritando,
particularmente este último: “¡Piratas, devuelvan las Malvinas!”. A su vez “Crónica”
tituló en la portada de su edición nocturna y en las páginas centrales: “Como
las Malvinas. Los ingleses nos robaron el partido”, mientras el comentario
decía que “Inglaterra sigue siendo el pirata que asoló al Caribe. Ello la llevó
a pactar con un juez infame, descarado, vendido”.
El técnico inglés Ramsey tildaría a
nuestros jugadores como “animals”,
calificativo del que se harían eco la prensa y la afición inglesa. El precitado
Diego Lucero en su comentario lanzó una furibunda crítica contra el coach
local, calificándolo de “fachabruta”.
En tanto la prensa mundial criticó
abiertamente el proceder de los locales para quedarse con el triunfo, mientras
la AFA recibió telegramas de felicitación de entidades colegas de otras
latitudes por el desempeño de nuestra selección.
El resultado fue que Inglaterra y
Alemania, apelando a ayudas referiles ante los equipos rioplatenses, llegaron a
la final, en la que se impuso la primera por 4 a 2, ventaja obtenida en tiempo
suplementario, en medio de nuevos reclamos contra los árbitros.
A nuestros jugadores se les tributó una
recepción apoteótica en Ezeiza. Fueron recibidos en la Casa Rosada por el
flamante dictador Juan Carlos Onganía, que había desplazado a Illia pocos días
antes del comienzo del Mundial, dando inicio a una serie de situaciones
traumáticas para el país durante la disputa de este tipo de eventos. El siguiente
Mundial que disputamos fue el de 1974, (del de 1970 fuimos eliminados antes) durante
el cual murió el presidente Perón. El posterior fue el de 1978, en nuestro
territorio, y estuvo caracterizado por desenvolverse en plena cacería humana
desplegada por la dictadura que había asaltado el poder y aprovechaba los
éxitos de ese evento y el juvenil del año siguiente para publicitar que éramos
“derechos humanos”. Y en el que siguió fue en 1982, en plena guerra de
Malvinas.
Pero
volviendo a aquel Mundial, del cual hace pocos días se cumplieron 50 años, tras
aquel recordado episodio se popularizó un tema musical que decía en uno de sus
párrafos más pegadizos: “Por un referí alemán…/por un referí alemán…/¡Nos
perdimos el Mundial!”
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