miércoles, 31 de agosto de 2016

Medio siglo del episodio del “referí alemán” en el mundial de Londres

Osvaldo Riganti—
Las cinco mejores actuaciones de selecciones argentinas en mundiales de fútbol fueron, obviamente, los títulos logrados en 1978 y 1986 y los subcampeonatos de 1930, 1990 y el reciente de 2016.
En ese cuadro, un lugar destacado lo ocupa el Mundial de 1966, en Londres, donde terminamos quintos, posición que pudo ser mejor de no mediar un insólito arbitraje que le tocó padecer a nuestro representativo.
En esa ocasión concurrimos desafiando los pronósticos más agoreros.
Argentina venía realizando un paciente trabajo en el Colegio Ward, comandada por los técnicos Zubeldía y Faldutti, que insumió a la AFA una erogación considerable. Pero cerca del mundial dichos DT reclamaron mayores estipendios. Como no se los otorgaron, ellos y sus subordinados  renunciaron.
En el estilo lunfardesco de su columna en “Clarín” Diego Lucero apuntó: “Se lavaron las manos. ¿Se lavaron las manos? No, porque las manos se las llevaron sucias, sucias de guita…”

Por eso, a pesar de su fracaso como coach en el Mundial 1962, se le dio una nueva oportunidad a Juan Carlos Lorenzo. La gira previa al certamen fue muy floja. Para peor había tensiones entre el coach y los jugadores. Ello movió a las autoridades de AFA a enviar al frente a la delegación a Valentín Suárez, entonces presidente de Banfield, que había ocupado esas funciones también en Independiente y había regido los destinos de AFA en tiempos de Perón.
Con Valentín Suárez se restableció la convivencia. Era un hombre ducho, experto en relaciones humanas. El primer partido con España la selección ganó 2-1 con goles de Luis Artime y una actuación destacada de Ermindo Onega. Luego vino el empate sin goles con Alemania, “cuco” del torneo.
Las cosas empezaron a pintar mejor, y mejor aún tras vencer a Suiza por 2 a 0 y pasar a la ronda final por primera vez tras 36 años.
El júbilo que se vivía en nuestra delegación era enorme. Argentina estaba sorprendiendo a propios y extraños, que antes del Mundial no daban ni “cinco” por el equipo. Así nuestros jugadores empezaron a estar bajo la lupa de directivos y técnicos europeos. Ermindo Onega era el más codiciado, seguido por Artime. Pero también existía interés en contratar a Perfumo, Marzolini, Solari y Más.
Por los cuartos de final enfrentamos a Inglaterra, en su prácticamente inexpugnable estadio de Wembley.
Durante las horas previas al match comenzaron los temores. Un alemán dirigiría Argentina-Inglaterra y un inglés Uruguay-Alemania. Allí comenzaron las suspicacias sobre el posible entrecruzamiento de “favores” entre los seleccionados europeos.
Y así fue. Alemania derrotó a Uruguay por 4 a 0 en un partido pródigo en decisiones poco claras en detrimento de los “charrúas”.
A su vez, durante el partido entre Inglaterra y Argentina, ya avanzado el primer tiempo el juez alemán Kreitlin, de profesión sastre, expulsó al capitán de la selección argentina, campeona de la Copa de las Naciones 1964, Antonio Rattín. La expulsión totalmente injustificada dejó al equipo argentino en inferioridad numérica, y para peor, sin uno de sus puntales.
Entonces Rattín se sentó ofuscado en una alfombra colocada en la escalinata que comunicaba el campo de juego con el palco de la reina, de donde fue retirado por la policía local, por lo que pasó estrujando despectivamente el banderín con los colores ingleses al pasar por uno de los sitios en que se ejecutaban los corners. El periodismo coincidió en que el citado Kreitlin “inclinó la cancha” a favor del local. El partido continuó hasta que faltando un cuarto de hora los ingleses pudieron anotar el único gol del partido y así acceder a semifinales, eliminando a la Argentina.
El árbitro alemán fue acosado por jugadores argentinos al terminar el partido. Los más exasperados fueron los suplentes Gatti y Pastoriza que quisieron tomarlo por el cuello. La revista “Extra”, que recién aparecía bajo la conducción de Bernardo Neustad y dedicada preponderantemente a temas políticos, cubrió lo acaecido en Inglaterra y dio cuenta que los presidentes de Boca Juniors y River Plate, Alberto J. Armando y Antonio V. Liberti respectivamente, entraron a la cancha gritando, particularmente este último: “¡Piratas, devuelvan las Malvinas!”. A su vez “Crónica” tituló en la portada de su edición nocturna y en las páginas centrales: “Como las Malvinas. Los ingleses nos robaron el partido”, mientras el comentario decía que “Inglaterra sigue siendo el pirata que asoló al Caribe. Ello la llevó a pactar con un juez infame, descarado, vendido”.
El técnico inglés Ramsey tildaría a nuestros  jugadores como “animals”, calificativo del que se harían eco la prensa y la afición inglesa. El precitado Diego Lucero en su comentario lanzó una furibunda crítica contra el coach local, calificándolo de “fachabruta”.
En tanto la prensa mundial criticó abiertamente el proceder de los locales para quedarse con el triunfo, mientras la AFA recibió telegramas de felicitación de entidades colegas de otras latitudes por el desempeño de nuestra selección.
El resultado fue que Inglaterra y Alemania, apelando a ayudas referiles ante los equipos rioplatenses, llegaron a la final, en la que se impuso la primera por 4 a 2, ventaja obtenida en tiempo suplementario, en medio de nuevos reclamos contra los árbitros.
A nuestros jugadores se les tributó una recepción apoteótica en Ezeiza. Fueron recibidos en la Casa Rosada por el flamante dictador Juan Carlos Onganía, que había desplazado a Illia pocos días antes del comienzo del Mundial, dando inicio a una serie de situaciones traumáticas para el país durante la disputa de este tipo de eventos. El siguiente Mundial que disputamos fue el de 1974, (del de 1970 fuimos eliminados antes) durante el cual murió el presidente Perón. El posterior fue el de 1978, en nuestro territorio, y estuvo caracterizado por desenvolverse en plena cacería humana desplegada por la dictadura que había asaltado el poder y aprovechaba los éxitos de ese evento y el juvenil del año siguiente para publicitar que éramos “derechos humanos”. Y en el que siguió fue en 1982, en plena guerra de Malvinas.
Pero volviendo a aquel Mundial, del cual hace pocos días se cumplieron 50 años, tras aquel recordado episodio se popularizó un tema musical que decía en uno de sus párrafos más pegadizos: “Por un referí alemán…/por un referí alemán…/¡Nos perdimos el Mundial!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar, compartir y opinar