miércoles, 31 de agosto de 2016

A la hora de confrontar los discursos de campaña con la responsabilidad de gobernar

Mauricio Epsztejn—
“Se puede engañar a todos poco tiempo,
se puede engañar a algunos todo el tiempo,
pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Hay quienes atribuyen los dichos del epígrafe a John F. Kennedy y otros a Abraham Lincoln, aunque muy probablemente ambos sólo hayan sido divulgadores famosos de una verdad que los precedió, de la que hicieron sensato uso y nadie reclamó derechos de autor por ser un patrimonio universal. Aplicado a la actual realidad argentina, a nueve meses de asumido el gobierno de la Alianza Cambiemos encabezada por el ingeniero Macri, se comprueba que un creciente sector de la sociedad, incluyendo a buena parte de quienes creyeron en el mensaje de los globos amarillos y lo votaron, está empezando a transitar la tercera etapa, la de superar la perplejidad por la derrota o, en el caso extremo, del desengaño, y empieza a movilizarse y resistir en defensa de sus derechos, aunque todavía esa movilización no haya logrado parir una fuerza o coalición consistente, capaz de ponerle freno y revertir el embate neoliberal. Sin embargo, aunque esa debilidad aún le permite a los grupos de poder concentrado maniobrar, empiezan a tener dificultades para seguir aplicando impunemente su política y ya recibió una primera derrota con el freno al tarifazo, un proceso cuyo desenlace final nadie se atreve a pronosticar.

De todos modos, aunque a algunos les parezca sólo una visión utópica, lo que ya está sucediendo a lo largo y ancho del país nos muestra que el pueblo atesora en su seno una memoria y experiencia histórica colectiva, que no cayó en saco roto, que puede estar transitoriamente desorientada, pero, como sucedió en anteriores circunstancias, al final reacciona y sin esperar remotas directivas, se moviliza para desmontar las marketineras promesas electorales que atraparon a una parte de la población y, en conjunto, mientras las contrasta con la dura realidad cotidiana, va construyendo novedosas alternativas políticas y de organización no contempladas por los manuales de las academias.
Una de las características de esta etapa es que el laboratorio de este proceso se va dando en la calle, en el espacio público, de modo democrático, a lo largo y ancho del país, durante un tiempo y lugar en el que se revalidan, caducan o surgen nuevos liderazgos, con independencia de los pergaminos que previamente puedan haber acumulado.
El 7 de agosto, marcha por trabajo y contra el tarifazo
En el corto tiempo de su gestión, el actual oficialismo ya consumió aceleradamente buen parte del crédito de expectativa y esperanza que el electorado, no sólo quienes lo votaron, le otorga a cada nuevo gobierno. Para comprobarlo basta con sólo echar una rápida mirada sobre las principales protestas y pronunciamientos conocidas en el agosto que termina y que trascendieron a pesar del blindaje mediático que protege al macrismo y a sus aliados. La serie se inició el 4 de agosto con el “ruidazo” nacional contra los tarifazos y que se cerrará el 2 de setiembre al concluir la Marcha Federal en la tradicional Plaza de Mayo, la Plaza del Pueblo, en la Ciudad de Buenos Aires, donde confluirán las columnas que cruzaron el país convocadas por ambas CTA, junto a organizaciones sociales y políticas, e incluso recogen la adhesión y el apoyo de numerosos gremios y regionales que revistan orgánicamente en las estructuras cegetistas, —una marcha que durante su recorrido hará escalas y actos en diversas localidades, donde — como se prevé al momento de escribir esta nota —recibirá el acompañamiento de las poblaciones.
En el medio se dio, en somera enunciación, un segundo “ruidazo”; la marcha por trabajo el día de San Cayetano —con saludo del papa incluido —; la de los partidos de izquierda y algunos gremios; el frustrado intento del “partido judicial” por detener a Hebe de Bonafini, defendida por una multitud que se congregó espontáneamente; el acampe en Plaza de Mayo y huelga de hambre de los Curas en Opción por los Pobres exigiendo la libertad de Milagro Sala; la protesta de los productores frutícolas de Río Negro que distribuyeron gratuitamente fruta en Plaza de Mayo; la Marcha de la Resistencia convocada por la Asociación Madres de Plaza de Mayo en protesta por la desocupación creciente; el paro nacional de docentes primarios y secundarios; la masiva protesta en Rosario exigiendo más seguridad…
Este pantallazo sobre hechos de trascendencia nacional omite, por imposibles de consignar, la miríada de acciones locales, provinciales, regionales o sectoriales que la prensa hegemónica ningunea, pero que caben sumar porque muestran una sociedad atenta, activa y movilizada que está reaccionando cada vez más enérgicamente a los atropellos y en defensa de sus derechos y logros, a la que el gobierno de las corporaciones cada día le cuesta más confundir con el latiguillo de “la pesada herencia” o del “se robaron todo”.
Un párrafo especial merece la resolución de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), frenando el aumento del gas domiciliario.

Acerca de servicios públicos, derechos humanos y derechos ciudadanos

La Corte que anuló el tarifazo del gas
La visión sobre el tema de los servicios públicos es otro de los terrenos donde claramente colisionan a nivel local y mundial dos concepciones en disputa porque involucran la consideración sobre el ser humano, la sociedad, el país, la política, la democracia y sus instituciones, cuestiones bastante bien sintetizadas por el dilema “democracia o corporaciones”, que en lo social divide dos campos y dos bloques de intereses: el de los trabajadores, la masa de las clases medias, los pequeños y medianos empresarios de la ciudad y del campo, e incluso un sector de los grandes cuyos intereses principales están vinculados al mercado interno; del otro lado quedan los dueños y representantes del gran capital financiero más concentrado y transnacional, que bajo el gobierno macrista sus Ceos están al mando de los instrumentos más importantes en la dirección del Estado, es decir, son los muy ricos gobernando para los más ricos, por lo que el conflicto entre ambos campos es inevitable y en Argentina tenemos una dolorosa experiencia sobre las nefastas consecuencias que conlleva si ese modelo se consolida. Incluso hay altos funcionarios macristas que durante sus intervenciones hasta plagian no sólo los conceptos sino hasta las palabras de Martínez de Hoz, de Cavallo y sus secuaces para justificar las políticas que propugnan y ejecutan.
Por supuesto que si unos consideran los servicios públicos un derecho y otros una mercancía, el abordaje de ambos al momento de abordar el tema del precio a pagar por las tarifas será diametralmente opuesto. Así, lo que para unos son derechos establecidos en la Constitución que el Estado tiene la obligación de garantizarle a todos los habitantes, según sus necesidades y a un precio razonable, es decir que es un deber del Estado y no una simple expresión de deseos, los otros, los que conciben a los servicios públicos y la economía en general con el criterio de rentabilidad empresaria, propugnan marginar de ese derecho a quienes no puedan pagar el precio de mercado, que además es un mercado monopólico, como propugnó sin tapujos el ex Ceo de Shell y actual Ministro de Energía, Aranguren, cuando les dijo a los argentinos que quien no los pueda pagar, no los consuma.
En consecuencia, el abordaje excede la cuestión económica e involucra al conjunto de los derechos humanos, incluidos los de la vida, libertad y democracia, temas también en disputa con la ideología de este gobierno, ya que no son casuales las expresiones de Macri y otros funcionarios referidos a la dictadura genocida como “guerra sucia”, banalizando la cuestión de los desaparecidos, intentando reintroducir la teoría de los dos demonios, recibiendo oficialmente a los defensores políticos de los asesinos. Lo que decimos tiene sentido porque el genocidio de la última dictadura cívico-militar, no fue el modo de hacer catarsis de un grupo de lunáticos, sino un plan sistemático de exterminio contra quienes luchaban por alcanzar una sociedad más justa e igualitaria. Sólo hace falta recordar el programa económico explicitado por Martínez de Hoz el 2 de abril de 1976, para verificar la promiscuidad ideológica y de objetivos económicos que conlleva el actual discurso dominante. Por eso no es casual el intento macrista de revestir con razones humanitarias la amnistía encubierta que propugna para “esos pobres viejitos”, ejecutores directos de los crímenes y el freno que impulsan a la prosecución de los juicios e investigaciones aún pendientes contra los instigadores, responsables civiles, colaboradores directos y beneficiarios del terrorismo de Estado.
En cuanto al freno impuesto por la Corte al tarifazo del gas obligando al gobierno a cumplir con la Constitución, corresponde señalar que fue la primera gran derrota del oficialismo apenas a ocho meses de haber asumido el gobierno y que se debió sobre todo a la movilización de los perjudicados que pusieron en acción las inmensas reservas democráticas que anidan en el pueblo, por encima de la oposición amigable, las vacilaciones de otros, la dispersión, oportunismo o lisa complicidad en que se debate una parte no menor de la tradicional dirigencia política y sindical. Vale la pena subrayar lo anterior porque eso explica en buena medida las medidas positivas que el fallo de la Corte le obliga a cumplir al gobierno y las limitaciones del mismo en cuanto a su alcance. Seguramente esa ambivalencia no excluye un lógico cálculo que preserve su propio futuro como poder del Estado.

Eso también vale para el movimiento popular pues señala el límite al que se llega sólo con  la espontaneidad si la misma no logra sintetizar la protesta y el descontento en una conducción organizada y plural que lo represente y encauce hacia una salida política.

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