miércoles, 31 de agosto de 2016

Hasta la vida en Mar del Plata

Mario Méndez—
Hasta la vida, el libro que unos cuantos escritores e ilustradores armamos junto al ECuNHi, a propósito de la represión a los chicos de la murga Los auténticos reyes del ritmo, sigue su marcha. Ha sido presentado en la Feria del Libro grande, en la Feria del libro infantil, en encuentros en La Plata, en el propio ECuNHi, en bibliotecas, centros culturales, clubes. Pronto, el 24 de septiembre, por ejemplo, llegará a la Biblioteca Sudestada, de Vicente López, donde algunos compañeros continúan la lucha, se siguen juntando, hacen espacio y lo brindan para que emprendimientos como este tengan éxito.

Y hace unos pocos días fue presentado en la sede de Jitanjáfora, esa feliz, esforzada reunión de especialistas y amantes de la literatura infantil y juvenil de Mar del Plata que desde hace ya muchos años viene bregando por la lectura, por la difusión del libro y sus autores.
A ese espacio fui convocado por Mila Cañón, Mariana Castro y otras compañeras que me invitaron a que Hasta la vida llegara a mi ciudad. Fue un honor. Y pensé que sería un fuerte desafío, porque por primera vez tendría que hacerlo solo, no ya con el apoyo de Verónica Parodi o Karina Micheletto, habituales maestras de ceremonia en cada encuentro, o con la participación de Istvansch y sus muñecotes militares, o la palabra de compañeras como Silvina Rocha, Paula Bombara, Liliana Bodoc, Silvia Schujer, entre tantas otras que se han sentado a mi lado para hablar del atropello a los chicos de la murga, de la reunión espontánea de textos e ilustraciones y de la convocatoria a hacer un libro que llegó luego. Pero me equivoqué, porque no estuve solo en absoluto. Una treintena de marplatenses (y un cordobés “colado”, el amigo Sergio Aguirre, que se sumó a la charla) me acompañaban frente al escritorio que hacía de escenario. Y a mi lado estaban Mila, leyendo la poesía introductoria, construida a partir de los demás relatos, que armó María Teresa Andruetto, y también Mariana, que me guió con sus preguntas y sus comentarios.
La presentación de Hasta la vida en mi ciudad pasó, entonces, de ser un desafío a ser un momento festivo. Una fiesta sin olvido, por supuesto, porque también hablamos de que el Plan Nacional de Lectura tambalea y muchas de las compañeras que trabajaron en él durante años, ya fueron despedidas. Y hablamos de la marcha de la resistencia, que se llevaría a cabo al otro día, y de la marcha federal, próxima a realizarse. Y de las amenazas y los vaciamientos que se vienen realizando, en todos los ámbitos de la cultura y la educación. Fue una fiesta sencillamente porque allí estábamos los compañeros y compañeras dispuestos a lo de siempre: a pelear por las causas que valen la pena, a sostener con solidaridad al ECuNHi y a este libro que inauguró un sello editorial que va por más, a seguir levantando la voz cuando haya que hacerlo.

Por un rato, en mi Mar del Plata natal, tantos años después, me sentí como cuando militaba en la secundaria, durante el Proceso, o en el primer año de la Universidad, cuando la democracia había vuelto para quedarse. Con la misma fuerza, las mismas ganas y el compromiso que me contagiaron las amigas de Jitanjáfora, la gente del ECuNHi, la del Colectivo LIJ y la de los tantos amigos y compañeros que se acercan, anónimamente, a poner el hombro, cada vez que se los llama.




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