miércoles, 31 de agosto de 2016

San Martín y Bolívar en Guayaquil: abrazo o conflicto

Osvaldo Riganti—
En 1820, acaudillado por el ecuatoriano José Joaquín Olmedo, el pueblo de Guayaquil proclamó su independencia. En apoyo de los revolucionarios, Simón Bolívar mandó tropas al mando de Antonio José de Sucre hacia el sur, cuyo objetivo era también incorporar esa ciudad a Colombia.
Guayaquil era una parte importante del Virreinato de Perú. Al llegar allí sus tropas, Guayaquil se pronunció contra España y se puso bajo la autoridad y protección del gobierno Independiente.
Previamente Bolívar había derrotado a los realistas en Boyacá y formado en el Norte de Sudamérica la República de Colombia, que incluía a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. Luego marchó a Venezuela y abatió definitivamente a los realistas en la batalla de Carabobo. Para liberar Ecuador, Bolívar contó con la ayuda de un contingente enviado por San Martín, al mando del general Santa Cruz.

A comienzos de 1822 San Martín era fuerte en Lima y en las costas peruanas, pero los realistas dominaban las montañas. Resolver las diferencias sobre la pertenencia de Guayaquil y la necesidad de aunar esfuerzos para terminar la guerra de la independencia, llevó a la entrevista de San Martín y Bolívar, que al fin se concretó en Guayaquil.
Previamente San Martín había rechazado la conminación de los directoriales de Buenos Aires para que el Ejército Libertador se involucrara en la lucha contra los caudillos. Su pronunciamiento al respecto fue no sólo una respuesta a la intimación porteña, sino un mandato para si mismo y para sus tropas mientras él fuera su jefe, con una frase que pasó a la historia: “El general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará su espada contra los enemigos de la Independencia de América”.
La logia unitaria Valeper, que sesionaba en Buenos Aires y era muy adicta al grupo rivadaviano, expresó a través de Valentín Alsina que mandarle soldados a San Martín sería despoblar Buenos Aires, lo que significaría “la ruina de la agricultura que es la única fuente de nuestra riqueza”.
Este abandono lleva a San Martín a concebir su renunciamiento en Guayaquil y es un antecedente más para pedirle la reunión a Bolívar con el objeto de convenir sobre “los interés generales de ambos Estados, la enérgica terminación de la guerra que sostenemos y la estabilidad del destino que con rapidez se acerca a América”. Entonces viaja a Guayaquil y delega el mando en el marqués De Torre Tagle y Monteagudo.
La entrevista se desarrolló los días 26 y 27 de julio de 1822. San Martín llegó al puerto de Guayaquil el 25 en la goleta Macedonia. Su popularidad había decrecido. Se decía falsamente que aspiraba a coronarse rey. Había fracasado su última expedición destinada a liberar Tacna y Arica.
Bolívar envió a sus edecanes a recibir la nave. Cumplidas las presentaciones quedaron a solas por una hora y  media. Por la tarde hubo otro encuentro. Confluían las dos corrientes libertadoras de América del Sur.
San Martín le dijo a su edecán: “Bolívar me ganó de mano en este asunto de la toma de Guayaquil”.
Según comentarios, durante el encuentro Bolívar le manifestó que tenía versiones de que O´Higgins era un feroz dictador y San Martín lo interrumpió ponderando al libertador chileno. Tras la entrevista no parecieron optimistas. Por la noche hubo un baile de honor y banquete para celebrar el encuentro. Bolívar brindó por “los dos hombres más grandes de América del Sur, el general San Martín y yo”. San Martín brindó por la finalización pronta “de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del continente y por la salud del Libertador”. A la una de la mañana San Martín llamó a su edecán Rufino Guido y le dijo: “Vamos, no puedo soportar este bullicio”. Sin más demoras se dirigió al embarcadero. Del contenido de las conversaciones, que en total duraron seis horas, hasta ahora sólo nos llegaron versiones y fragmentos dispersos.
Bolívar se impuso porque encabezaba un Estado, la Gran Colombia, mientras San Martín estaba políticamente debilitado porque no tenía apoyo del gobierno de su país ni de la dividida élite peruana, mientras flaqueaba la disciplina de su Ejército y O´Higgins no lo podía apoyar porque fue derrocado. Entonces decidió transferile tres batallones con un total de mil hombres que engrosaron las fuerzas de Bolívar y le facilitaron el libre accionar.
Además, para Bolívar la presencia de una personalidad como San Martín era un obstáculo.
Según la sesgada opinión que Vicente Fidel López vertió a fines del siglo XIX en su libro “El conflicto y la entrevista de Guayaquil”, el fin de la entrevista “sólo por una ironía histórica ha podido llamarse el Abrazo de Guayaquil”, ya que de no mediar la actitud sacrificada de San Martín pudo llegarse al escándalo de una guerra y concluye que no se debe hablar de Conferencia de Guayaquil sino del Conflicto de Guayaquil.
Sin embargo San Martín, refiriéndose a ese encuentro escribió en un bando dirigido al pueblo: “tuve la satisfacción de abrazar al héroe del sur, fue uno de los días más felices de mi vida. Tributemos todos un reconocimiento al inmortal Bolívar”. A su vez, en una carta a su amigo O´Higgins le contaba su decisión: “Va a llegar la época por la que tanto he suspirado. El 15 o el 16 del entrante voy a instalar el Congreso. Al día siguiente me embarcaré para gozar de la tranquilidad que tanto necesito”.
Bolívar diría que la renuncia de San Martín representaba un “buen ejemplo de desprendimiento”.
En carta a Guido, San Martín justificaría su renunciamiento en su necesidad de descansar y en su hartazgo por las presiones que sufría: “Por otra parte ya estoy cansado de que en todas partes me llamen tirano y que digan que quiero ser emperador y hasta demonio”.
Buscará retornar pero en vista de la revolución que derivó en la caída de Dorrego no lo hizo. Alegando que “detrás de esto están Rivadavia y sus satélites y ya sabemos los inmensos males que han hecho estos hombres a la América con su infernal conducta”.

Sin embargo, aunque Bolívar conquistaría en Ayacucho la victoria definitiva en las guerras de la Independencia, no podría concretar su ideal de crear una gran confederación, ni tampoco San Martín lograría darle forma a la Gran Nación Latinoamericana, anhelos que siguen pendientes.

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