Osvaldo Riganti—
Durante los 90 se impulsaron leyes para convertir a los
clubes en Sociedades Anónimas. Sin detallar procedimientos, organismos de
control, mecanismos de eventuales liquidaciones. Se quería presentar como un
argumento irrefutable que las Sociedades Anónimas garantizarían eficiencia administrativa.
En una Asamblea de River Plate, su presidente, el Dr. Pintado, adquirió el
compromiso de que mientras él estuviera al frente, el club no sería convertido
en una sociedad anónima. Eran momentos en que el grupo Hicks aumentaba su
presión para gerenciar el fútbol del club de Núñez. A comienzos del milenio en
River y Boca se luchó contra los intereses del gerenciamiento. Eran tiempos durante
los que se quería arrasar con la estructura de las entidades civiles. En Racing
se avanzó en la conformación de La Albiceleste S.A. En definitiva no se
permitió la apropiación del patrimonio social por parte de grupos económicos,
pero hoy el problema subsiste y detrás de los cantos de sirena de transparencia
y renovación hay sectores que apuntan a la AFA S.A.
A todo esto River,
Boca, Racing, Independiente, San Lorenzo y otros clubes de cierto poderío
quieren ejercer formas de presión ante un estado de cosas que les resulta
perjudicial. River y Boca alegan que tienen otra dimensión y otros gastos, que no
se ven atendidos a la hora de la distribución, sobre todo de los recursos provenientes
de la televisión.
Los enfrentamientos en AFA son viejos. Y vieja es la
incidencia de la política nacional en la marcha de los clubes.
EL primer presidente de AFA fue el doctor Tiburcio Padilla
en 1934, un hombre del radicalismo. En 1937/1938 gobernó la AFA Eduardo Sánchez
Terrero, yerno del presidente de la Nación Agustín P. Justo, que se asentaba en
los conservadores. Luego fue presidente de Boca por imposición de su suegro.
A comienzos de los ’40, Ramón Castillo ocupó el cargo. Era
hijo del presidente de la Nación. La revolución juniana de 1943 echó al padre
del gobierno y al hijo de la AFA.
Los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 implicaron el
desplazamiento de la AFA de Avalos (primero ligado a Perón y luego lo hizo
poner preso)
Entre los hombres del peronismo que pasaron por la AFA entre
1946 y 1955 estuvo Oscar Nicolini, con cargos en Correo y Telecomunicaciones,
muy cercano a Perón, que se enfrentó con Eva Perón durante el conflicto con los
jugadores y debió irse. Se sucederían otros dirigentes de extracción
justicialista, hasta que en 1951 y 1953 estuvo Valentín Suárez, funcionario del
Ministerio de Trabajo y muy cercano a Evita. El último mandamás de calle Viamonte
perteneciente a las filas del peronismo fue Cecilio Conditti, que estando en el
exterior se enteró del golpe. Con los años sería ministro de Trabajo de Isabel
Perón.
La Libertadora ubicó de interventor a Arturo Bullrich,
apellido tradicional de la oligarquía porteña, miembro de instituciones como la
Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio, pero ajeno al fútbol.
Normalizada la AFA quedó Raúl H. Colombo, radical que había
estado encarcelado cuando el golpe del ‘30. Su posición se vio fortalecida en
tiempos de la Libertadora por su cerrado antiperonismo y en los de Frondizi por
su cercanía a éste. Los fracasos en los mundiales de Suecia 1958 y Chile 1962,
unidos a la postergación que significó para el fútbol argentino el resultado
del Congreso de FIFA en que se designó a México sede del Mundial 1970,
derrotando a la Argentina, erosionaron su figura. Eran tiempos de Francisco
Perette, hombre vinculado al fútbol entrerriano pero de escasa relevancia en la
materia. Primó su condición de hermano del vicepresidente de la Nación.
En 1965 el presidente de Boca, Alberto J. Armando, nucleó a
otros clubes menores y lanzó una embestida atribuyendo a la AFA ser un antro de
corrupción. Cuando el gobierno de Illia fue barrido, también lo fue el de la
AFA. La revista “River” aplaudía: “Una
escoba para el fútbol argentino”, una afirmación de la que se arrepentiría.
La llegada de Valentín Suárez a la intervención de AFA (“He sido y seré
peronista” le dijo a Onganía cuando le ofreció el cargo. “No hay problemas” le
dijo el dictador, que luego le confió la normalización de la CGT) trajo la
innovación del Nacional. Pero se sucedieron intervenciones que
significaron desconocimiento del tema,
corrupción, fracasos futbolísticos (por primera vez Argentina quedó eliminada
de un mundial) y asentamiento del fenómeno de las “barras bravas”: “Terminar
con la inmoralidad de los referees que se venden”, pedía el titular
riverplatense William Kent a los hombres de la intervención, más ocupados en
querer asentar un fútbol “como empresa” donde “ni melenudos ni patilludos
integren el seleccionado”.
Hombres del viejo peronismo como Gigan, Mitjans y Bracutto quedaron
al frente de la casa madre de nuestro fútbol cuando volvió esta fuerza
política.
Instaurada la dictadura fue el tiempo del doctor Alfredo
Cantilo, tras una disputa entre el Ejército y la Marina por el bocado. El
nombre de Cantilo fue fruto de su vinculación con el ministro de Bienestar
Social, contraalmirante Julio Bardi. No hubo necesidad de intervenir la AFA. A los
asambleístas que elegían autoridades les llegó el “papelito” del todopoderoso
marino Lacoste, sugiriendo a Cantilo. Lo votaron todos y se mantuvo la máscara
institucional.
Tras el Mundial 1978 vendría el largo reinado de Julio
Grondona, con su “muñeca” adaptable a todos los gobiernos. Su vacante por
fallecimiento la ocupó hace poco Luis Segura.
Hoy hay que estar prevenidos contra una nueva oleada que
apunta a suplantar los gobiernos de las sociedades civiles por un autoritarismo
mercantilista.
El Foro Social del Deporte jugó posiciones en los años de
comienzos del milenio en que se quisieron imponer los devaneos privatistas. Hoy
apuntan a la modificación integral del Estatuto de AFA “para democratizarlo,
transparentarlo, oxigenarlo en lugar de adecuarlo a la medida de una persona”.
EL G-10 que nuclea a los clubes de mayor envergadura efectúa
planteos en cuanto a redimensionar la distribución de la “torta” pero los
grandes intereses quieren avanzar más. El lector Raúl Ramírez advierte en mi
blog “Soy de River desde el Tiempo de Labruna”, acerca de “la gran mafia
polifuncional con hambre de todo en la que se enrolan Macri y Tinelli”.
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