jueves, 31 de julio de 2014

Tres líderes del Siglo XX

Osvaldo Riganti—

Alem - Yrigoyen - Perón
Los primeros días de julio se conmemora la muerte de tres líderes populares cuya vida e influencia atravesó todo el siglo XX y penetra en el siglo XXI. El 1º de julio de 1896 murió Leandro N. Alem, el 3 de julio de 1933, Hipólito Yrigoyen y el 1º de julio de 1974, Juan D. Perón.
Durante buena parte de nuestra vida como nación, el liberalismo mantuvo al pueblo sometido. Además, sufrimos el fraude, la marginación de los sectores populares, la masacre del indio, la guerra de la Triple Alianza, los golpes de Estado, la "Década Infame", los bombardeos, los fusilamientos, las desapariciones, que jalonaron distintos períodos que los citados jefes de movimientos populares resistieron y combatieron.

Alem

Nacido el 11 de marzo de 1842, Leandro Alem fue llamado erróneamente Leandro Nicéforo Alem. Ello se debió a que firmaba como "Ln" en abreviatura de Leandro, de ahí la confusión. Cambió su apellido Alem y no utilizó su segundo nombre Antonio para diferenciarse de su padre Leandro Antonio Alem, que fuera fusilado y colgado por su pertenencia a La Mazorca. Diputado provincial por el Partido Autonomista de Adolfo Alsina, fue brevemente diputado nacional. En 1890 formó, junto a referentes de la oposición, la Unión Cívica que bajo los reclamos de pureza en el sufragio y honradez administrativa gestaron la Revolución del Parque, contra el Unicato encarnado por Juárez Celman. La revolución fracasó pero fue tal el estado de convulsión desatado que el presidente renunció, siendo reemplazado por su vice Carlos Pellegrini, quien poseedor de mayor "muñeca" se proponía eternizar la tutela conservadora. No lo logró, pero consiguió que la misma se mantuviera durante décadas. Las diferencias en la Unión Cívica entre Alem, que encarnaba la intransigencia, y Mitre el acuerdismo con Pellegrini y los suyos, dividió al partido. Leandro Alem quedó al frente de la Unión Cívica Radical y Bartolomé Mitre de la Unión Cívica Nacional.
La Unión Cívica Radical encaró una pertinaz lucha contra la primacía conservadora. La oratoria ardiente de Alem, pródiga en consignas de redención social, convocaba a las multitudes. Se lo llamó el "Tribuno de la Plebe". “Nuestra causa es la causa de los desposeídos" era una de sus consignas y definía al régimen imperante como "amalgama de fusil y de banco". Su sobrino Hipólito Yrigoyen —hijo de su hermana Marcelina —fue escalando posiciones y en medio de revueltas frustradas lo fue desplazando.
Así la vida de Alem fue entrando en un cono de sombras. Un diputado pellegrinista habló de "cuentas turbias" suyas en el Banco Provincia. Alem reaccionó violentamente y atacó a través de "La Prensa" a "los hombres del régimen funesto, que ha arruinado y deshonrado a la república". Pellegrini le replicó con una carta abierta en "La Nación", remarcando el tema de sus deudas. Aunque hubo cambios de padrinos, no se llegó al duelo.
La deuda de Alem con el Banco Provincia no era significativa, 26 mil pesos, más fruto del desorden que lo caracterizó que de otra cosa, pero esa carta lo desacreditó en buena medida. Ello, unido a su eclipse político y una frustración amorosa lo sumió en una profunda depresión que culminó el 1º de julio de 1896 con el suicidio: se pegó un tiro en la calle, dentro de una berlina de alquiler que lo conducía al Club Progreso. Dejó una frase: "Mis fuerzas gastadas han sido incapaces para detener a la montaña y la montaña me aplasto... ¡Adelante los que quedan!". Era el punto final de una existencia atormentada. Sus exequias fueron fiel expresión de su arrastre entre las masas populares.

Yrigoyen y su vuelta

Nacido el 22 de julio de 1852, Hipólito Yrigoyen fue el primer presidente de la historia argentina elegido por sufragio universal, masculino, secreto y obligatorio, tras largas luchas populares que no  excluyeron la vía armada.
Llegó a ese puesto sin controlar al Senado de la Nación, ni la gobernación de muchas provincias. Entonces recurrió al "remedio federal": intervino las provincias conservadoras, asociadas al imperio del fraude y la corrupción. El Parlamento trabó muchas de sus buenas intenciones. Uno de sus principales legados fue la Reforma Universitaria, movimiento que empezó en Córdoba, donde los estudiantes tomaron las facultades y enfrentaron a las autoridades. La represión no impidió que el movimiento triunfara. La Reforma impuso la democratización universitaria y programas de estudio acordes con la nueva tónica. Fue el primer presidente que recibió delegaciones obreras. Implantó, entre otras, mejoras en la legislación laboral, reglamentó el trabajo ferroviario y a domicilio, estableció la ley de jubilación para empleados ferroviarios y la de obreros y empleados de empresas particulares de servicio público, la ley del Salario Mínimo, el Contrato Colectivo de Trabajo, el Código de trabajo que legalizaba el derecho de huelga.
Durante su presidencia se produjeron hechos violentos como la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, constituyeron rebeliones obreras contra la explotación, movimientos que lideraron los anarquistas. La voracidad sin escrúpulos de las patronales dieron pie a que fueran sangrientamente reprimidos —a veces a sus espaldas —episodios que ensombreciron a su gobierno.
Terminada su primera presidencia lo sucedió su correligionario, Alvear, que archivó las buenas intenciones y rumbos de Yrigoyen y dejó a un lado su concepción latinoamericanista, a tal punto que cuando en Nicaragua Sandino resistía la invasión yanqui, nuestra cancillería declaró que "Nicaragua está muy lejos" (consigna que varias décadas después repetirían Mirtha Legrand, Mauricio Macri y Gabriela Michetti ante el golpe en Honduras...). Durante el alvearismo fue creciendo la Unión Cívica Radical Antipersonalista, que resistía al "Peludo” y bajo cuyo gobierno se redujo el salario de los trabajadores del Estado, rebajó sueldos y jubilaciones a los ferroviarios, vetó la ley que obligaba el pago de salarios en moneda nacional, no aplicó la ley de precios máximos para las carnes de consumo interno, paralizó las obras del ferrocarril de Huayquitina, hizo derogar la ley 11829 que creaba una Caja de Previsión para obreros y empleados tendiente a abarcar a trabajadores que no gozaban de ese beneficio.
Yrigoyen volvió al gobierno en 1928, pero rodeado de elementos hostiles dejados por Alvear y sectores claves en el Ejército que desarrollarían una conspiración, con el concurso infaltable de la gran prensa. El 6 de setiembre de 1930 Yrigoyen fue derrocado y detenido en Martín García. El dictador Uriburu inició en el país la llamada "década infame", con proscripciones, fraude y una desembozada sumisión a las potencias hegemónicas. A su caída, hasta la casa de Yrigoyen fue saqueada por elementos de raigambre oligárquica y también de clase media alta y poco tiempo después de salir de la prisión, el 3 de julio de 1833, murió. "La clase media se confesaba en silencio" referiría años más tarde la revista "Cuestionario" de Rodolfo Terragno, al evocar aquel episodio. Una multitud nunca vista ganó las calles y llevó el ataúd con los restos del caudillo hasta la última morada. "Adiós, señor que ya vas, / descansando del empeño, / de haber soñado grandezas, / entre los hombres pequeños" expresaba Arturo Capdevila en un poema dedicado a don Hipólito.

Perón

Juan Domingo Perón nació el 8 de octubre de 1895 y fue presidente en tres ocasiones.
El naciente GOU que terminó con los gobiernos de la "Década Infame" lo contenía en su seno y lo catapultó a una intensa acción en la Secretaría de Trabajo.
Tras derrotar a la Unión Democrática, desplegó una legislación social de avanzada, protegiendo a los trabajadores. La seguridad del salario permitió a estos romper el cerco de la miseria y alcanzar libertades concretas. Las obras sociales adquirieron un gran desarrollo. Con el peronismo muchos trabajadores conocieron la sierra y el mar. El Estatuto del Peón puso al humilde hombre de campo a cubierto de la desmesura terrateniente. Se dejó atrás una organización sustentada en conceptos puramente economicistas, siendo el hombre el centro de la actividad económica. El IAPI reemplazaba a los monopolios como Bunge y Born que intermediaban entre los productores y el mercado internacional.
La muerte de Eva le restó dinámica a su gobierno. Crecieron oscuros personajes, en forma paralela a los aprestos para volvernos a la vieja Argentina conservadora. Fueron tomando cuerpo sectores de las Fuerzas Armadas que desde un primer momento miraron con animadversión el fenómeno peronista, en forma ensamblada con el consabido accionar clerical. Fracasado el bombardeo de junio de 1955 a Plaza de Mayo, tres meses después se instauró la dictadura oligárquica. Vinieron 18 años de proscripción a la fuerza mayoritaria, signados por regímenes de facto y breves períodos constitucionales condicionados que llevaron al historiador Félix Luna a calificarlos como "La democracia ficticia". En 1973 culminó  la larga lucha del pueblo argentino y el peronismo retornó triunfante. Pero en el prolongado período de la Resistencia Peronista se habían incubado elementos que profundizaron la heterogeneidad del movimiento. Fueron pocos los días de Héctor Cámpora en el gobierno, la camarilla lopezrreguista se montó sobre el anhelo de millones de argentinos de ver al líder en el sillón presidencial y la contrapartida de los hechos de Ezeiza, para forzar la salida del titular del Poder Ejecutivo. Hubo nuevas elecciones que ungieron a Perón presidente por tercera vez y con guarismos nunca logrados. Los nueve meses de Perón fueron pródigos en la recreación de iniciativas de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política. Paralelamente crecían violentos enfrentamientos internos en su fuerza. Desgastado por problemas de salud que ya lo aquejaban al volver a la patria, más disgustos y descuidos, Perón falleció el 1º de julio de 1974. La congoja fue enorme. Casi cuatro días duraron los funerales en medio de conmovedoras expresiones de dolor popular. Durante la despedida a sus restos adquirieron particular significación las expresiones del líder radical Ricardo Balbín: "Este viejo rival despide a su amigo". A su vez el Comandante en Jefe del Ejército en su alocución fúnebre comprometía el honor de las Fuerzas Armadas en la defensa del orden constitucional: "Mi General, podéis descansar en paz, las armas de la patria estarán en constante vigilia" a tal fin, aseguraba. Pero nada que ver. Dos años después el honor de las Fuerzas Armadas quedaba en niveles de zócalo y "las armas de la patria" estaban al servicio de una aventura criminal, mientras el general Anaya ocupaba sin pudor una embajada durante los primeros años del trágico Proceso de Reorganización Nacional.

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