jueves, 31 de julio de 2014

Mir Sultan Khan: El siervo que derrotó a un imperio

Prof. José Pecora—
Una pregunta muy interesante para responder es si los genios nacen o se hacen. Yo creo que las dos cosas son posibles y el ajedrez es una prueba de ello. Pasemos a demostrarlo.

Mir Sultan Khan
La primera parte de mi afirmación, es muy fácil de comprobar, ya que son innumerables los casos de niños prodigio en esta actividad que se transforman en grandes jugadores y con el paso del tiempo han llegado incluso hasta ser campeones mundiales (ya hemos hecho mención de esto en notas anteriores) y ello no es motivo para sorprendernos.
Además, el ajedrez a lo largo de su historia está repleto de episodios curiosos y cosas notables, siendo sin lugar a dudas, el más sorprendente de todos el del jugador hindú que a fines de la década de los años ´20 y principios de la del ´30, tuvo una  brillante carrera como ajedrecista de élite.
Mir Sultan Khan, que es de quien estamos hablando, era un sirviente hindú, analfabeto, cuyo señor, un coronel del ejército británico, notó su gran talento jugando a la versión india del ajedrez.
El ajedrez que se utilizaba en la India, tenía algunas reglas diferentes del ajedrez clásico, ya que el peón no podía avanzar en su salida dos pasos y cuando un peón coronaba, sólo se podía pedir la pieza de la columna a la cual pertenecía.
No olvidemos que estamos en los tiempos en que la India era una colonia británica. El amo de Mir Sultán Khan viajó a Gran Bretaña en 1929 y llevó al talentoso pero totalmente iletrado jugador con él. O sea que aquí vamos a hablar de un genio adulto, aunque no conocemos si de niño también era un prodigio.
El coronel lo hizo participar en el Campeonato Británico y Sultan Khan terminó ganándolo, proclamándose campeón, lo cual supuso todo un golpe para la sociedad británica de aquel tiempo, muy clasista y todavía con reminiscencias victorianas. Sólo hacía tres años que había aprendido las reglas del ajedrez clásico.
No sólo ganó el campeonato británico de ese año, sino que además resultó campeón en los años 1932 y 1933 y fue el primer tablero de Inglaterra en las Olimpíadas de Praga de 1931 y de Folkestone en 1933, donde obtuvo resonantes triunfos sobre grandes maestros. Su más célebre triunfo lo logró ante Capablanca en el torneo de Hastings en 1930, en el cual finalizó tercero, detrás de Euwe y del mismo Capablanca.
Aparte de su procedencia y su clase social, su físico daba apariencia de debilidad: era moreno, pequeño, delgado y padecía continuos resfriados. Sin embargo, su juego era de lo más sólido, con una gran comprensión posicional. Efectuaba profundas maniobras que poco a poco dejaban totalmente sin recursos a sus rivales.
Puesto que era analfabeto, no sabía casi nada de teoría de aperturas, lo cual hace que sus logros sean aún más notables. Ni siquiera podía anotar sus propias partidas, necesitando siempre de alguien que lo hiciera por él.
Llegó a vencer a muchas de las figuras de aquel tiempo: además de haberle ganado a Capablanca,  triunfó sobre Rubinstein, Tartakower y muchos otros grandes maestros de la época. También hizo tablas con  Alekhine y Bogoljubov.

Mir Sultan Khan junto al trofeo que obtuvo al salir campeón británico en 1932

Tras cuatro años de permanencia en Gran Bretaña, su amo decidió volver a la India, y se llevó a Sultan Kahn con él. A partir de entonces se alejó de la actividad y no se le conoce partida alguna.
En 1947 la India obtuvo la independencia del imperio británico y su amo al morir le legó un terreno. A partir de ese momento, Sultan Khan vivió como granjero y murió en 1966, enfermo de tuberculosis, dejando tras de sí la natural especulación sobre hasta dónde habría podido llegar en el caso de haber estudiado.
La idea de obtener genios formándolos por medio de la educación independientemente de las condiciones naturales de nacimiento, la desarrolló en su momento un joven pedagogo húngaro llamado Laszlo Polgar.
Lazslo Polgar
Estudió hasta la obsesión las biografías de cientos de personajes relevantes de la historia, y creyó ver dos características que se hacían comunes en la mayoría de ellos: la estimulación y la especialización desde que eran pequeños. Plasmó su visión sobre el tema en un libro, titulado Bring Up Genius! (Criar genios), en el que describía todo un método educativo con el que se podían mejorar las capacidades y la inteligencia de los niños.
Pensó que las teorías valen de muy poco si no se llevan a la práctica, así que buscó a una mujer que tuviera sus inquietudes y que quisiera colaborar con él para hacer realidad su método. La encontró en Klara, una profesora ucraniana con la que se casó en la Unión Soviética. En cuanto nació su primera hija, Zsuzsa, comenzaron el que es, probablemente, el experimento educativo más fascinante de toda la historia.
A Zsuzsa la educaron en casa, sin enviarla al colegio, ya que Laszlo quería formarla a su manera. Acudía al colegio solamente una vez al año, para rendir los exámenes. Al principio, sus progenitores la intentaron especializar en matemáticas, pero Zsuzsa un día descubrió un ajedrez, juego al que su padre era muy aficionado.
Zsuzsa Polgar niña jugando ajedrez
Laszlo, viendo el interés de la niña, comenzó a entrenarla, a acumular libros y a estudiarlos junto con ella. Llegó a crear, incluso, una biblioteca de 10.000 volúmenes sobre el tema. Los resultados no se hicieron esperar: ganó todas las partidas del Campeonato de Budapest para niñas menores de 11 años cuando solo tenía 5 años.
A partir de aquí, su carrera fue fulgurante. Con 15 años llegó a ser la mejor ajedrecista femenina del mundo y poco tiempo después se ganó el derecho para competir en el campeonato mundial masculino. Sin embargo, la discriminación de las leyes y el bloqueo del bloque comunista, que le impedían a menudo viajar o concurrir a los mejores torneos, por aquél entonces reservados solo para hombres, le impidieron participar en competiciones por el título mundial absoluto.
Con 5 años de diferencia nació su hermana Sofía. Por descontado sus padres le aplicaron la misma metodología educativa y de nuevo, los resultados fueron espectaculares. En 1989, con 14 años, participó en el Torneo de Roma, un evento en el que compitió contra los entonces casi imbatibles  grandes maestros soviéticos. No solo ganó dicho torneo, sino que consiguió una puntuación de 8,5 sobre 9 puntos posibles, lo que significa que batió a casi todos sus rivales, haciendo tablas solamente una partida.
Sofía Polgar
Pero Laszlo quería un campeón del mundo. Sabía que sus hijas, siendo mujeres, tenían muchas puertas cerradas, por lo que la pareja decidió tener otro hijo a ver si les tocaba un varón. La suerte les fue esquiva y nació otra niña, a la que pusieron por nombre Judit.
Entonces los Polgar tomaron una decisión importante: sus hijas no volverían más a jugar torneos de mujeres solamente y se enfrentarían a los hombres de igual a igual.

Las tres hermanas Polgar en su infancia estudiando ajedrez
A Judit la entrenó Szuzsa, ya entonces mejor jugadora que su padre. Según dicen sus dos hermanas, de las tres es la que posee un talento natural menos elevado, pero en cambio es la más trabajadora. Si ya las otras dos eran buenas, Judit fue mucho mejor. Se convirtió en su momento en la persona más joven de la historia en ser “Gran Maestro”, título honorífico que indica el nivel máximo de un jugador. Tenía solo 15 años y había desplazado en ese récord al mayor mito de este deporte: Bobby Fischer.
Judit Polgar

A partir de aquí su carrera fue meteórica. Se situó durante muchos años entre los 10 mejores jugadores del mundo, sin importar el sexo y obtuvo resultados espectaculares en todos los torneos en los que participó.
Laszlo Polgar creó un método y lo demostró en la práctica. Sus propias hijas son el ejemplo, pero no solo ellas: otros dos grandes maestros húngaros, Peter Leko y Ferenc Berkes, se educaron de similar forma. Pero, ¿qué hay de sus vidas? ¿No habrán sacrificado su felicidad, su desarrollo emocional, su capacidad para vivir en el mundo, por culpa de una educación tan extraña y de una obsesión por la competición y la excelencia?
Hace un par de años tuve ocasión de conocer a Judit en circunstancias de un viaje que ella efectuó a Buenos Aires y es una persona simpática y aparentemente normal.
Tuvo varios hijos y durante su maternidad, su rendimiento en los torneos descendió, aunque tampoco pareció importarle demasiado: “es complicado organizar vida personal y profesional, pero intento hacer lo posible para compaginar la atención a mis hijos con la participación en torneos importantes. Soy feliz con el ajedrez y con mis hijos, pero es difícil organizarlo todo”.
A pesar de ello, sigue siendo la mejor ajedrecista (mujer) del mundo, y  aparece en las listas como uno de los 50 mejores jugadores sin importar el sexo.
Foto actual de las hermanas Polgar
Las tres son conscientes de ser parte de la historia: son el resultado de un experimento educativo y han roto barreras del sexo que antes de ellas parecían infranqueables y, por lo que se puede apreciar, siguen haciendo su vida normalmente, lo que demuestra las bondades de la experiencia a la que fueron sometidas.
Laszlo Polgar con su  experimentación  dejó abierta de esta manera, una polémica en la humanidad, sobre cuál es la mejor manera de educar a los niños. El tiempo dará el  veredicto final.

1 comentario:

  1. exelente jefe. Podra escribir y publicar partidas (todas las posibles) de Rashid Nezhmetdinov? por favor y gracias.

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