jueves, 31 de julio de 2014

A un paso de la gloria

Sebastián Jablonka—


Una nota sobre el Mundial a esta altura de los acontecimientos ya puede ser considerada vieja, pero no queríamos dejar pasar esta edición sin hacer una mención a lo acontecido en la segunda mitad del Mundial que finalizó hace casi 15 días y que ubicó a la Selección Argentina en un histórico segundo lugar, luego de ser derrotada agónicamente por 1-0 ante la poderosa y planificadora Alemania.

En el final de la nota anterior quien escribe señalaba que durante los 90 minutos podía pasar cualquier cosa, que los análisis podían quedar derribados y que hasta el plantel más sólido podía llevarse una sorpresa. No fueron 90 minutos sino 450 en el que
el conjunto de Alejandro Sabella derribó uno tras otros los argumentos que pesaban en contra, que decían que esta selección no podía llegar adonde llegó. Claro que ahora fueron reemplazados por otros, con la única función de atacar a un equipo y por sobre todo a un Director Técnico (tal vez por su ideología, tal vez por sus pensamientos políticos, quien sabe). Cosas que pasan en el periodismo, y en el periodismo deportivo en particular, donde la crítica es más despiadada y la autocrítica no existe.
Hay aciertos que no se pueden dejar pasar: la confianza en el arquero, Sergio Romero, pilar, baluarte a la hora de la defensa del arco y héroe en la definición con Holanda. La elección de Martín Demichelis como defensor central y su posterior inclusión en el equipo titular son un ejemplo de eso que se llama saber cambiar a tiempo. El defensor del Manchester City formó junto a Ezequiel Garay una de las mejores sagas centrales de todo el Mundial. En un equipo que era cuestionado especialmente por su bajo nivel defensivo, es un mérito enorme. No hay que dejar pasar la apuesta por Marcos Rojo. El ex Estudiantes de La Plata y actual Sporting de Lisboa sorprendió a todos con su seguridad y su entrega. Otro mérito del entrenador en confiar en sus elecciones y no dejarse llevar por las opiniones ajenas. Hablamos de una defensa que apenas recibió 4 goles en todo el torneo y que cometió solamente un error en la final que costó la derrota ante una Selección Alemana que venía de convertirle 7 (!) goles a Brasil.
Estuvimos en presencia de un equipo que se armó con el transcurso de los partidos, con los cambios mencionados, sumados a otros, como el ingreso de Lucas Biglia por Fernando Gago para darle solidez al mediocampo. Ahora las críticas cambiaron de lugar. De cuestionar el desempeño defensivo se pasó al ofensivo. Que los delanteros no pueden jugar, que Argentina no ataca, que Messi no dio la cara.
Cuando se plantea un equipo para mantener una cierta solidez defensiva es normal que el ataque se resienta un poco. Sin embargo los delanteros tuvieron muchas chances fallidas, sobre todo en la final. Lionel Messi tuvo que adecuarse a una estructura que no lo favorecía, y hasta cuartos de final lo hizo bien. Sin olvidarse de que sufre una marca personal de hasta 4 hombres. Se le puede cuestionar esa “rebeldía”, esa chispa, esa cuota que muestran los jugadores diferentes en situaciones adversas. Incluso Sabella hizo los cambios para favorecer el juego de Lionel: los ingresos de Sergio Agüero y Gago tuvieron esa intención. El bajo rendimiento de estos dos jugadores quizás expliquen por qué eso falló. Tampoco se puede pretender, y esto hay que reconocerlo, tener un juego ofensivo y vistoso cuando la figura del equipo es Javier Mascherano. No es una crítica a una de las figuras del seleccionado, sino una comprensión del juego. Como dijimos, la virtud del equipo fue su solidez defensiva en la que se destacó el jugador del Barcelona. Cuando se pretende tener este tipo de funcionamiento, es lógico pensar que su potencia ofensiva se vea reducida. Pero nuevamente, no hay que olvidar el bajo nivel individual de algunos delanteros y la lesión de Angel Di María, figura del seleccionado y del Real Madrid, que sufrió físicamente ser el jugador con más minutos jugados en la temporada. Ese cansancio tuvo sus consecuencias en el peor momento, más allá del gran rendimiento de Enzo Perez.
Quizás se pueda disentir en las decisiones tomadas por el entrenador, pero no se puede decir que cada resolución tomada tuvo un argumento futbolístico sólido. Atrás quedaron las peticiones de Tevez, el “elige los jugadores porque eran de Estudiantes” y otros comentarios que de análisis futbolístico carecen.
Quedó, finalmente, una Selección Argentina que supo sobreponerse a las adversidades, que derribó mito tras mito, que construyó un plantel y un esquema sólido y que fue representado por jugadores con mucho carácter, personalidad, amor propio, solidaridad. Que no recurrió a las malas intenciones, que respetó siempre a su rival. Que volvió a una final de un Mundial luego de 24 años y que estuvo a pocos centímetros de la gloria. Y que, por sobre todas las cosas, le devolvió al hincha argentino ese sentimiento por la selección que se había perdido hace mucho tiempo, y que se vio reflejado especialmente en los festejos post victoria ante Holanda, cuando casi todas las ciudades del país se vistieron de celeste y blanco y que no se abandonaron a pesar de la derrota en la final. Tal vez, esa sea la victoria más importante.

1 comentario:

  1. Perla Luisa Katzev2 de agosto de 2014, 7:44

    Estoy tan de acuerdo que cualquier opinión sería una redundancia; muy bueno, Sebastian!

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