miércoles, 31 de julio de 2013

Paso a las PASO

Mauricio Epsztejn—
A menos de dos semanas del 11 de agosto, fecha de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), puede decirse que recién se está calentando el ambiente en la opinión pública.
Una parte, seguramente tiene que ver con que la mayoría de los partidos y alianzas que se presentan a las elecciones nacionales llevan lista única, salvo en la Ciudad de Buenos Aires donde bajo la sigla UNEN compiten cuatro lemas en los que se mezclan representantes del radicalismo, del socialismo, de Libres del Sur, de la Coalición Cívica y del ARI.
A nivel nacional puede considerarse que se han conformado dos bloques: el del Frente para la Victoria, conducido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y el conglomerado opositor que libra su propia interna para ver quién de ellos queda mejor posicionado hacia las presidenciales de 2015 y así le fija la agenda al resto de esa heterogeneidad en el Congreso hasta aquella fecha.

Planteadas las cosas de este modo, conviene echar una ojeada sobre la incidencia que tendrán las PASO en las elecciones de octubre, que son las que realmente reconfigurarán la composición del Congreso y de ocho gobernaciones, de legislaturas provinciales y de numerosas intendencias.
En primer lugar, vale considerar que la ley que creó las PASO estableció un piso del 1,5% de los votos válidos a superar por la fuerza que pretenda participar en las de dos meses más tarde, un porcentaje que automáticamente excluye a las de menor representatividad, cuyos votantes podrían buscar otros destinos.
Un segundo factor es que esta es la primera aplicada a una elección legislativa, donde históricamente se dio una mayor dispersión del voto respecto a las presidenciales y eso las deja sin punto de referencia previo.
Otro elemento es que en estas PASO podrán participar por primera vez los jóvenes de entre 16 y 18 años.
Para valorar la incidencia que el resultado del 11 de agosto tendrá sobre las de octubre, habrá que recordar que el resultado habilita una posterior recomposición de las listas de candidatos que competirán por la alianza según el resultado que hayan logrado las distintas tendencias y los pactos previamente firmados. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, tal situación sólo se dará en la alianza UNEN, donde el 11 de agosto compiten cuatro listas.
Sin embargo, dada la volatilidad de los compromisos tejidos y destejidos desde 2003, no se puede descartar que los menos favorecidos en las PASO apliquen el criterio del voto útil y migren hacia quienes crean con mejores chances aún por fuera de ese partido o alianza.
Dada la escasez de alternativas al interior de cada una de estas fuerzas, estas PASO parecerán una gran encuesta nacional de cómo están las preferencias del electorado y las tendencias que se insinúan a dos meses de las elecciones definitivas.
Como vemos, las encuestadoras tendrán bastante trabajo y enfrentan un desafío riesgoso, por lo que tendrán que esmerarse a fondo hasta minutos antes de la veda si quieren conservar credibilidad ante su cartera de clientes que juzgará el acierto de sus pronósticos.
Para quien escribe esta columna la tarea resultará más descansada porque comentará los resultados dentro de un mes con los números definitivos en la mano.

La disputa

Ahora trataremos de meternos un poco en la sustancia de la disputa.
En primer lugar es necesario destacar lo que el sistema político argentino ganó durante estos diez años.
Desde aquel país donde primaba el “que se vayan todos”, cuyas instituciones habían llegado a un nivel de desprestigio nunca visto y con dirigentes políticos a los que les costaba salir a la calle por miedo a la reacción de sus conciudadanos, hasta la actual disputa electoral, hay una eternidad. Vale esta afirmación para esta campaña porque, por más virulenta y muchas veces llena de marketing y vacía de contenido, ha recuperando para la política el centro de la escena, a pesar de la resistencia de las corporaciones económicas, mediáticas, clericales, judiciales o las que fueran, que se baten a la defensiva, negándose a aceptar las reglas de la democracia, en las que el soberano es el pueblo.
Y esta centralidad lograda por la política, mal que les pese a quienes con vergonzante silencio añoran el pasado o quieren borrar la memoria de los argentinos, es uno de los principales méritos del kirchnerismo.
Durante los próximos meses todos los jugadores deberán mostrar sus cartas, sea por propia voluntad u obligados por la presión de sus adversarios.
Para dar un ejemplo. ¿Hasta cuándo podrá Sergio +s.a. seguir con esa ambigüedad de ni, ni, ni opositor, ni oficialista, diciendo que está a favor de la Asignación Universal por Hijo y predicando amor y paz, sin aclarar de dónde va a salir la plata para pagar aquella, mientras oculta que en su momento se opuso a la recuperación de los fondos previsionales que permiten pagarla? ¿Cómo va a concretar su festival de amor y paz en el que promete unir y enamorar a todos por igual y eliminar la puja distributiva y los conflictos sociales, sin que nadie se enoje o intente desestabilizar al gobierno que se atreve a tocar los bolsillos de los privilegiados y de los que se alían a los fondos buitres en contra del interés nacional? ¿Cómo se puede confiar en la palabra de un Sergio +s.a. que se resiste a reconocer los pactos que hizo con Mauricio Macri y que este le reclama públicamente al haber permitido que gente del espacio que responde al alcalde porteño ocupe lugares destacados de las listas de aquel? ¿O acaso le hizo una mejicaneada de candidatos?
Es posible que el discurso de Sergio +s.a. cautive en la Provincia de Buenos Aires a gente propensa a ser subyugada con palabras que hacen el ruido del cascabel, de las que en su momento votaron a una Elisa Carrió, que los defraudó y después se hizo peregrina del grupo Clarín hasta que llegó Pino Solanas y lo adoptó como su actual socio. Es posible que de allí obtenga parte de sus votantes, porque desde hace más de un año se los viene preparando el mismo grupo mediático que decidió probar suerte con Sergio +s.a. ya que Macri no logra despegar más allá de la Gral. Paz.
En cuanto al tema Sergio +s.a. hay dos artículos de Horacio Verbitsky en Página/12 del 28 de julio de 2003 que valen la pena leer. Se titulan “Tigres de papel” y “Halcones y palomas” cuyo link  a la página de Internet es http://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index.html

El desafío de los discursos

No descubrimos la pólvora si decimos que toda campaña electoral busca convencer a los votantes usando palabras, gestos o imágenes.
El kirchnerismo, sin renunciar a polemizar con sus contrincantes, levanta un discurso centrado en las realizaciones a favor de las mayorías durante sus diez años de gobierno, tanto en lo material, como en la calidad de vida y en la ampliación de derechos hacia sectores antes excluidos o largamente postergados, lo que incluye a las minorías de género y nacionalidad, la incorporación de los jóvenes a la política, la recuperación de la educación como factor de movilidad y crecimiento social y demás logros concordantes. La defensa de los Derechos Humanos y el juzgamiento a los genocidas de la última dictadura es algo emblemático que tomó la presidencia de Néstor Kirchner y continúa la de Cristina.
Junto a tales avances, reconoce que hay falencias y que aún le falta mucho por alcanzar sus objetivos, aunque no enumera los faltantes ni les fija un orden de prioridad, pues los considera parte de su Proyecto político que va cumpliendo con medidas económicas, políticas y sociales que aplica según lo exigen las circunstancias y lo permite la realidad nacional e internacional.
Es decir, diferencia el Proyecto político de integración social, desarrollo económico, ubicación en el mundo, etc., de las medidas y herramientas, variables en cada caso y acordes a los fines.
Por el lado de la oposición, esta encuentra grandes dificultades para enfrentar el discurso oficialista con argumentos y no con prejuicios ni invectivas. En general ha tenido una actitud de rechazo sistemático y cerrado ante iniciativas parlamentarias claves del oficialismo tales como la recuperación del sistema previsional, la nacionalización de Aerolíneas Argentinas, de YPF, de AySA, del Correo, del enfrentamiento a los fondos buitres, de la firmeza con que encaró a los piratas que secuestraron la Fragata Libertad, la Asignación Universal por Hijo, la ley de Movilidad Previsional, al matrimonio igualitario, al voto optativo para los jóvenes de 16 a 18 años, la ley de las PASO, la reforma del sistema judicial, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central … y hay más en la lista, que se lograron gracias a la mayoría que tuvieron el Frente para la Victoria y sus aliados en las Cámaras.
El mensaje que transmiten las distintas variantes opositoras tiene un elemento común: todos se enfocan sólo contra el gobierno y compiten entre sí por mostrarse como los mejores para derrotarlo. De formular una propuesta superadora o como mínimo alternativa, nada.
A este sonsonete monocorde, el massismo le introdujo una innovación, tuvo la percepción de que si seguía la misma estrategia, no sólo iba al fracaso, sino que a su intención de captar incautos le convenía no aparecer tan opositor, sino reconocer algunos logros del oficialismo, sin aclarar cómo los iba a sostener, tirando abajo el proyecto político que lo impulsaba.
Ahora no sólo deben convencer que en el Congreso no va a actuar como entre 2009 y 2011, en que se paralizó por las peleas internas del llamado Grupo A, que daba por muerto al kirchnerismo y disputaban el reparto de sus presuntos despojos, ni repetir lo que en un ataque de sincericidio propugnó este año el senador Sanz: sabotear la economía o dejar al país sin presupuesto, como lo hicieron en aquel momento, para que al país le vaya mal y con eso serrucharle el piso al gobierno encabezado por Cristina.
Les costará convencer de sus buenos propósitos y ocultar muy bien sus antecedentes o los archivos, para que sus intenciones no queden al desnudo.
De todos modos, confían con el piso que les da un sector del electorado recalcitrante contra el kirchnerismo por otras razones que incluyen el racismo que contamina a una parte no despreciable de la población; el discurso de la inseguridad en abstracto, sin analizar las causas que la producen y las políticas que se deben aplicar y recién dan frutos en el largo plazo, tiene muchos adeptos; los errores del gobierno aportan su cuota y son agigantados por los medios monopólicos, que a su vez ocultan o deforman los logros de estos diez años; además, muchos candidatos del oficialismo son jóvenes —todavía poco conocidos —, a los que se estigmatiza; también hay un machismo anti Cristina, contaminando hasta a una franja importante de mujeres; que el discurso antipolítica todavía tiene numerosos adherentes.
Estos factores y seguramente otros que se le escapan a quien esto escribe, pesarán a la hora de decidir el voto, porque este es un ejercicio de la voluntad en el que pesa no sólo el raciocinio, sino la educación, la tradición y el medio que a cada uno lo rodea.

Dentro de poco menos de dos semanas hablarán las urnas y darán su veredicto. A fin de agosto, desde unoytres trataremos de analizar el resultado y su probable proyección hacia octubre. 

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