Mauricio Epsztejn—
A menos de dos semanas
del 11 de agosto, fecha de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias (PASO), puede decirse que recién se está calentando el ambiente en
la opinión pública.
Una parte, seguramente
tiene que ver con que la mayoría de los partidos y alianzas que se presentan a
las elecciones nacionales llevan lista única, salvo en la Ciudad de Buenos
Aires donde bajo la sigla UNEN compiten cuatro lemas en los que se mezclan
representantes del radicalismo, del socialismo, de Libres del Sur, de la
Coalición Cívica y del ARI.
A nivel nacional puede
considerarse que se han conformado dos bloques: el del Frente para la Victoria,
conducido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y el conglomerado
opositor que libra su propia interna para ver quién de ellos queda mejor
posicionado hacia las presidenciales de 2015 y así le fija la agenda al resto de
esa heterogeneidad en el Congreso hasta aquella fecha.
Planteadas las cosas de
este modo, conviene echar una ojeada sobre la incidencia que tendrán las PASO en
las elecciones de octubre, que son las que realmente reconfigurarán la
composición del Congreso y de ocho gobernaciones, de legislaturas provinciales
y de numerosas intendencias.
En primer lugar, vale
considerar que la ley que creó las PASO estableció un piso del 1,5% de los
votos válidos a superar por la fuerza que pretenda participar en las de dos
meses más tarde, un porcentaje que automáticamente excluye a las de menor
representatividad, cuyos votantes podrían buscar otros destinos.
Un segundo factor es
que esta es la primera aplicada a una elección legislativa, donde históricamente
se dio una mayor dispersión del voto respecto a las presidenciales y eso las
deja sin punto de referencia previo.
Otro elemento es que en
estas PASO podrán participar por primera vez los jóvenes de entre 16 y 18 años.
Para valorar la
incidencia que el resultado del 11 de agosto tendrá sobre las de octubre, habrá
que recordar que el resultado habilita una posterior recomposición de las
listas de candidatos que competirán por la alianza según el resultado que hayan
logrado las distintas tendencias y los pactos previamente firmados. En el caso
de la Ciudad de Buenos Aires, tal situación sólo se dará en la alianza UNEN, donde
el 11 de agosto compiten cuatro listas.
Sin embargo, dada la
volatilidad de los compromisos tejidos y destejidos desde 2003, no se puede
descartar que los menos favorecidos en las PASO apliquen el criterio del voto
útil y migren hacia quienes crean con mejores chances aún por fuera de ese
partido o alianza.
Dada la escasez de
alternativas al interior de cada una de estas fuerzas, estas PASO parecerán una
gran encuesta nacional de cómo están las preferencias del electorado y las
tendencias que se insinúan a dos meses de las elecciones definitivas.
Como vemos, las
encuestadoras tendrán bastante trabajo y enfrentan un desafío riesgoso, por lo
que tendrán que esmerarse a fondo hasta minutos antes de la veda si quieren conservar
credibilidad ante su cartera de clientes que juzgará el acierto de sus pronósticos.
Para quien escribe esta
columna la tarea resultará más descansada porque comentará los resultados dentro
de un mes con los números definitivos en la mano.
La disputa
Ahora trataremos de
meternos un poco en la sustancia de la disputa.
En primer lugar es
necesario destacar lo que el sistema político argentino ganó durante estos diez
años.
Desde aquel país donde
primaba el “que se vayan todos”, cuyas instituciones habían llegado a un nivel de
desprestigio nunca visto y con dirigentes políticos a los que les costaba salir
a la calle por miedo a la reacción de sus conciudadanos, hasta la actual disputa
electoral, hay una eternidad. Vale esta afirmación para esta campaña porque, por
más virulenta y muchas veces llena de marketing y vacía de contenido, ha recuperando
para la política el centro de la escena, a pesar de la resistencia de las
corporaciones económicas, mediáticas, clericales, judiciales o las que fueran,
que se baten a la defensiva, negándose a aceptar las reglas de la democracia,
en las que el soberano es el pueblo.
Y esta centralidad
lograda por la política, mal que les pese a quienes con vergonzante silencio
añoran el pasado o quieren borrar la memoria de los argentinos, es uno de los
principales méritos del kirchnerismo.
Durante los próximos
meses todos los jugadores deberán mostrar sus cartas, sea por propia voluntad u
obligados por la presión de sus adversarios.
Para dar un ejemplo.
¿Hasta cuándo podrá Sergio +s.a. seguir con esa ambigüedad de ni, ni, ni opositor,
ni oficialista, diciendo que está a favor de la Asignación Universal por Hijo y
predicando amor y paz, sin aclarar de dónde va a salir la plata para pagar
aquella, mientras oculta que en su momento se opuso a la recuperación de los
fondos previsionales que permiten pagarla? ¿Cómo va a concretar su festival de
amor y paz en el que promete unir y enamorar a todos por igual y eliminar la
puja distributiva y los conflictos sociales, sin que nadie se enoje o intente desestabilizar
al gobierno que se atreve a tocar los bolsillos de los privilegiados y de los
que se alían a los fondos buitres en contra del interés nacional? ¿Cómo se
puede confiar en la palabra de un Sergio +s.a. que se resiste a reconocer los
pactos que hizo con Mauricio Macri y que este le reclama públicamente al haber
permitido que gente del espacio que responde al alcalde porteño ocupe lugares
destacados de las listas de aquel? ¿O acaso le hizo una mejicaneada de
candidatos?
Es posible que el
discurso de Sergio +s.a. cautive en la Provincia de Buenos Aires a gente
propensa a ser subyugada con palabras que hacen el ruido del cascabel, de las que
en su momento votaron a una Elisa Carrió, que los defraudó y después se hizo
peregrina del grupo Clarín hasta que llegó Pino Solanas y lo adoptó como su
actual socio. Es posible que de allí obtenga parte de sus votantes, porque desde
hace más de un año se los viene preparando el mismo grupo mediático que decidió
probar suerte con Sergio +s.a. ya que Macri no logra despegar más allá de la
Gral. Paz.
En cuanto al tema Sergio
+s.a. hay dos artículos de Horacio Verbitsky en Página/12 del 28 de julio de
2003 que valen la pena leer. Se titulan “Tigres de papel” y “Halcones y
palomas” cuyo link a la página de
Internet es http://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index.html
El desafío de los discursos
No descubrimos la
pólvora si decimos que toda campaña electoral busca convencer a los votantes
usando palabras, gestos o imágenes.
El kirchnerismo, sin renunciar a polemizar con sus contrincantes, levanta
un discurso centrado en las realizaciones a favor de las mayorías durante sus diez
años de gobierno, tanto en lo material, como en la calidad de vida y en la
ampliación de derechos hacia sectores antes excluidos o largamente postergados,
lo que incluye a las minorías de género y nacionalidad, la incorporación de los
jóvenes a la política, la recuperación de la educación como factor de movilidad
y crecimiento social y demás logros concordantes. La defensa de los Derechos
Humanos y el juzgamiento a los genocidas de la última dictadura es algo
emblemático que tomó la presidencia de Néstor Kirchner y continúa la de
Cristina.
Junto a tales avances,
reconoce que hay falencias y que aún le falta mucho por alcanzar sus objetivos,
aunque no enumera los faltantes ni les fija un orden de prioridad, pues los considera
parte de su Proyecto político que va cumpliendo con medidas económicas,
políticas y sociales que aplica según lo exigen las circunstancias y lo permite
la realidad nacional e internacional.
Es decir, diferencia el
Proyecto político de integración social, desarrollo económico, ubicación en el
mundo, etc., de las medidas y herramientas, variables en cada caso y acordes a
los fines.
Por el lado de la oposición, esta encuentra grandes
dificultades para enfrentar el discurso oficialista con argumentos y no con
prejuicios ni invectivas. En general ha tenido una actitud de rechazo sistemático
y cerrado ante iniciativas parlamentarias claves del oficialismo tales como la
recuperación del sistema previsional, la nacionalización de Aerolíneas
Argentinas, de YPF, de AySA, del Correo, del enfrentamiento a los fondos
buitres, de la firmeza con que encaró a los piratas que secuestraron la Fragata
Libertad, la Asignación Universal por Hijo, la ley de Movilidad Previsional, al
matrimonio igualitario, al voto optativo para los jóvenes de 16 a 18 años, la
ley de las PASO, la reforma del sistema judicial, la reforma de la Carta
Orgánica del Banco Central … y hay más en la lista, que se lograron gracias a
la mayoría que tuvieron el Frente para la Victoria y sus aliados en las Cámaras.
El mensaje que
transmiten las distintas variantes opositoras tiene un elemento común: todos se
enfocan sólo contra el gobierno y compiten entre sí por mostrarse como los
mejores para derrotarlo. De formular una propuesta superadora o como mínimo
alternativa, nada.
A este sonsonete monocorde,
el massismo le introdujo una innovación, tuvo la percepción de que si seguía la
misma estrategia, no sólo iba al fracaso, sino que a su intención de captar
incautos le convenía no aparecer tan opositor, sino reconocer algunos logros
del oficialismo, sin aclarar cómo los iba a sostener, tirando abajo el proyecto
político que lo impulsaba.
Ahora no sólo deben convencer
que en el Congreso no va a actuar como entre 2009 y 2011, en que se paralizó
por las peleas internas del llamado Grupo A, que daba por muerto al
kirchnerismo y disputaban el reparto de sus presuntos despojos, ni repetir lo
que en un ataque de sincericidio propugnó este año el senador Sanz: sabotear la
economía o dejar al país sin presupuesto, como lo hicieron en aquel momento,
para que al país le vaya mal y con eso serrucharle el piso al gobierno
encabezado por Cristina.
Les costará convencer
de sus buenos propósitos y ocultar muy bien sus antecedentes o los archivos, para
que sus intenciones no queden al desnudo.
De todos modos, confían
con el piso que les da un sector del electorado recalcitrante contra el
kirchnerismo por otras razones que incluyen el racismo que contamina a una
parte no despreciable de la población; el discurso de la inseguridad en
abstracto, sin analizar las causas que la producen y las políticas que se deben
aplicar y recién dan frutos en el largo plazo, tiene muchos adeptos; los
errores del gobierno aportan su cuota y son agigantados por los medios monopólicos,
que a su vez ocultan o deforman los logros de estos diez años; además, muchos
candidatos del oficialismo son jóvenes —todavía poco conocidos —, a los que se
estigmatiza; también hay un machismo anti Cristina, contaminando hasta a una
franja importante de mujeres; que el discurso antipolítica todavía tiene
numerosos adherentes.
Estos factores y
seguramente otros que se le escapan a quien esto escribe, pesarán a la hora de
decidir el voto, porque este es un ejercicio de la voluntad en el que pesa no
sólo el raciocinio, sino la educación, la tradición y el medio que a cada uno
lo rodea.
Dentro de poco menos de
dos semanas hablarán las urnas y darán su veredicto. A fin de agosto, desde unoytres trataremos de analizar el
resultado y su probable proyección hacia octubre.
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