lunes, 29 de febrero de 2016

Los debates del P.J. y su proyección sobre el futuro del FpV y la política nacional

Mauricio Epsztejn—

Congreso del P.J. y la calle

El 24 de febrero de 2016, hace pocos días, se realizó el Congreso del Partido Justicialista (PJ). Sesionó apenas durante dos horas con la presencia de casi todos los delegados. Es difícil imaginar que en ese tiempo se hayan podido tratar en profundidad los temas y divergencias que se pusieron sobre el tapete a partir de la derrota electoral nacional: el rol que les toca jugar como opositores, las alianzas y relaciones futuras con quienes hasta hoy comparten el Frente para la Victoria (FpV) y la propia situación institucional del partido.
El único momento en que abiertamente se puso al descubierto la crisis por la que atraviesa el P.J. fue cuando Patricio Mussi propuso darle mandato a los legisladores del P.J. para que voten en contra de la exigencia del juez neoyorquino Griesa para que nuestro Parlamento derogue las leyes Cerrojo y Pago Soberano, una moción que fue ovacionada, pero que la mesa directiva no sometió a la consideración del congreso. Lo único que se votó fue lo atinente a la normalización institucional, como preveían los analistas que siguen la interna del principal partido opositor: fecha de elecciones internas, cierre de listas y junta electoral. A partir de ese acuerdo, la postura que parece predominar entre la mayoría de los dirigentes es la de armar una lista de unidad que mantenga al peronismo formalmente unido en la diversidad, un objetivo que, en vista de opiniones y posiciones tan divergentes como las que existen sobre aspectos trascendentes para el futuro nacional, parece una tarea complicada de concretar y luego mantener, con lo que se abre un extenso campo para encuestadores, opinadores y especuladores de todo tipo, incluidas reflexiones sensatas, sobre las implicancias futuras del resultado que alumbre el 8 de mayo próximo.

De todos modos, el cierre de esta fase de la interna, sea con lista única que contemple la relación de fuerzas internas o por la competencia entre varias, con resultado incierto, dejará sin resolver el conflicto realmente existente entre puntos de vista e intereses contrapuestos, algunos inconciliables, los que no garantiza la general y disciplinada aceptación de los resultados. ¿Quién le puede obligar a De la Sota a someterse a lo que no le gusta; lo mismo que a los hermanos Rodríguez Saa, Moyano (“el PJ ya no es ni una cáscara vacía”, afirmó en 2013), Pignanelli o al que sea, si no lo han hecho hasta ahora? Del mismo modo puede funcionar al revés. Una cosa era cuando Perón vivía y otra, más de cuarenta años después, con “interpretadores” de su doctrina a granel (hasta Macri dijo que seguía sus preceptos fundamentales), y un partido sin tradición de funcionamiento orgánico regular, balcanizado y sin un liderazgo claro y aceptado por el conjunto. Incluso están quienes afirman —apoyados en innegables evidencias—, que lo importante siempre fue el “movimiento”, ninguneando al partido “sólo como una herramienta electoral”, a contrapelo del mensaje que durante sus últimos años de vida dejó su líder de que “sólo la organización vence al tiempo”.
Si el futuro del Partido Justicialista en algún momento se terminará formalizando con actas y memorándums, se puede prever que la salida de su crisis ya se comenzó a redactar en la calle, en el espacio público, como el pueblo lo hizo aquel 17 de octubre de 1945. Aunque no se pueden forzar semejanzas, porque la Argentina y el mundo son distintos, hoy también se empiezan a movilizar multitudes para enfrentar los reales y duros hechos del macrismo gobernante que muestran el verdadero rostro de “revolución de la alegría” y las melosas promesas de campaña con que atrajeron a incautos que se empiezan a despabilar. En ese espacio, que se va extendiento a lo largo y ancho del país, la dirigencia oficial del P.J. está ausente y entretenida discutiendo sobre la porción residual de la torta coparticipable que el macrismo ya achicó. Entonces, los continuadores de quienes en aquel ‘45 metieron “las patas en la fuente” deberán pedirle cuentas de por qué, en lugar de estar junto a ellos en la calle, se ve a varios abrazándo a viejos y nuevos “vendepatrias”   

Desde la transversalidad al Frente para la Victoria

Por eso, a los peronistas veteranos y a las nuevas camadas que se le han ido incorporado durante los últimos años, se les plantea el desafío de resolver el intríngulis de cómo actuar frente a una situación en la que perdieron las elecciones nacionales y dejaron de ser gobierno, sin que hasta el momento haya habido, ni en el P.J., ni en el FpV, un debate serio y abierto para sacar conclusiones sobre las causas y responsabilidades por lo ocurrido, donde seguramente se entreveran razones coyunturales con otras de fondo y cuando en el seno del P.J. surgen connotados dirigentes que afirman ser “peronistas, pero no kirchneristas”, con lo que cuestionan la propia supervivencia del Frente para la Victoria, aunque digan que aceptan el apoyo electoral de cualquiera que se lo quiera brindar.
Es un lugar común y veraz, afirmar que el peronismo nació con vocación frentista, porque de lo contrario no hubiera ganado las elecciones de 1946 ni las posteriores en que pudo participar, una idea sostenida por su propia concepción no clasista, sino de movimiento nacional, aunque reconoce a los trabajadores como su columna vertebral.
La idea frentista atraviesa toda la historia del peronismo que inició su larga, sinuosa y accidentada marcha en 1945, hasta que en 2003 la casualidad metió la cuchara y —cuando la situación parecía insoluble— como en otras circunstancias históricas encontró una salido e inesperadamente plantó sobre la arena la figura casi desconocida de Néstor Kirchner, que con un volantazo enderezó el extraviado rumbo menemista y permitió el enganche de aquella veterana y fogueada tradición con la nueva situación que la realidad nacional y mundial exigían.
De allí que ya desde un comienzo Néstor se plantea construir un “espacio transversal” donde tuvieran cabida todas las fuerzas que marchan en la misma dirección y en el cual el peronismo, por su propio peso, ocupa un lugar central. Con idas y vueltas, aquella transversalidad se transformó en el Frente para la Victoria (FpV), hoy es fuertemente cuestionado incluso por algunos connotados personajes que formaron parte del gobierno sciolista en la Provincia de Bs. Aires y de su entorno como candidato presidencial.
En ese espacio peronista irrumpió una nueva y joven oleada militante particularmente conmovida por la muerte de Néstor, que se sintió convocada por su ejemplo, por su acción y sus ideas, ávida de protagonismo y de adquirir los saberes de quienes la precedieron, que une su energía a la de los veteranos que no bajaron las banderas y en conjunto pujan por ocupar en el Movimiento Peronista, en el Partido Justicialista y en el Estado, los espacios que los vacilantes, temerosos o simplemente comprometidos con el neoliberalismo macrista usan para obturar el rol que el peronismo debe jugar en la construcción frentista y continuar profundizando el rumbo iniciado en 2003, con autocrítica sobre los propios errores, corrigiéndolos sin flagelarse, modificando lo que sea necesario y ampliando la democracia en el propio espacio frentista y en el Estado, siempre de cara a la gente. En esa disputa, el resto del FpV no debe actuar como simple espectador a quien no le incumbe lo que sucede en el Partido Justicialista, porque de cómo se dirima allí la cuestión depende la propia subsistencia del FpV como alternativa real a la vuelta completa del neoliberalismo.

El aquí y hoy

Claro que la sociedad ya no es la de 1945, ni la de 1973 ó 1983 y ni siquiera la de 2003 y eso exige el análisis crítico de realidades concretas, con un abordaje acorde a los mismos, con creatividad en los instrumentos y la acción, justamente lo opuesto a la mecánica repetición de slogans, a la vacua y acomodaticia adulonería de los dirigentes, a la conservadora copia de procedimientos que pudieron ser aptos en otras condiciones o la cómoda rutina burocrática.

Este columnista cree que los militantes ya fogueados que integran este espacio, seguramente tienen en cuenta que sus propias experiencias tienen un valor importante y pueden ayudar si las comparten modestamente con los recién incorporados a la actividad política y social, porque son parte del saber social acumulado, útiles en todas las épocas, para actuar en los lugares donde se dirime la política, que no son los cenáculos cerrados donde los mismos de siempre se dan mutua manija, sino en el territorio, en los sindicatos, en el movimiento estudiantil y en general, en las organizaciones donde se producen encuentros y cruces de opiniones con gente que piensa distinto. Allí, lo primero es aprender a escuchar y tratar de entender sin preconceptos los argumentos del otro, luego analizarlos y valorarlos bajo la propia óptica y recién después acudir a los libros para consultar cómo encararon el tema los autores clásicos, sin pensar que en esos textos encontrarán la verdad revelada, sino el método usado por aquellos para abordar la realidad en que históricamente vivieron, porque tomar al camino inverso conduce al dogmatismo, patrono universal de los fracasos. Y esa es una actitud particularmente útil para quienes en tiempos recientes accedieron a la política cobijados por el poder y ahora les toca ocupar el lugar de opositores, que no tenían previsto.

1 comentario:

  1. Excelente artìculo; el domingo compartì plaza con muchos compañeros y hablaron Tomada, Garrè y Russo; hace mucha falta que la dirigencia se acerque a estas plazas que son de los pocos lugares que nos deja el apagòn comunicacional.-

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