Osvaldo Riganti—
El año futbolístico empezó con un
partido en Mar del Plata signado por ásperos enfrentamientos entre los protagonistas del superclásico.
Ello llevó a una ampulosa aparición del
presidente de la República, exhortando públicamente (en vísperas del partido
revancha entre los tradicionales rivales) a los jugadores a un comportamiento
correcto.
Para peor pocas horas después el clásico
platense registró episodios de violencia en que incurrieron los jugadores de
Estudiantes y Gimnasia. Nuevamente partieron señales de la escena oficial y
ahora fue la ministra Patricia Bullrich la que efectuó reclamos al titular de
AFA Luis Segura.
Resulta difícil disociar cómo se
desarrollaron los episodios del deseo de quien conduce el país de aparecer
ejerciendo a rajatablas la autoridad, en función de la permeabilidad a
manifestaciones de este tipo de un sector
social.
Surge en este cuadro de situación el
recuerdo de un desgraciado evento copero entre Estudiantes y Milan en 1969, que
tuvo lugar en cancha de Boca. Al ver esfumarse sus posibilidades de acceder a
la Intercontinental los jugadores “pincharratas” incurrieron durante ese evento
en múltiples actitudes antideportivas, quedando algunas marcas de las mismas en
las piernas de los jugadores italianos. Fue alevoso.
Ello movió al entonces presidente Onganía
–presente en el cotejo– a caer en uno de sus habituales desbordes. Presa de
cólera, adoptó gravísimas sanciones contra algunos futbolistas de Estudiantes,
que incluyeron la inhabilitación de por vida para jugar al fútbol al arquero
Poletti.
Al poco tiempo River Plate jugó un
torneo internacional en Uruguay, produciéndose destempladas actitudes por parte
de los jugadores del club de Núñez. Las mismas tuvieron resonancia y circularon
insistentes versiones de que el dictador se disponía a imponer nuevamente
drásticas penas. En esas circunstancias el presidente “millonario”, el escribano
William Kent, se movió con presteza y ordenó desde el comando institucional la
desafectación de los jugadores que habían caído en esos desbordes, disponiendo
que regresaran a Buenos Aires.
Pero era un momento en que el malhumor
ciudadano avanzaba por la crisis socioeconómica casi sin precedentes a que el
onganiato había llevado al país. Esas actitudes del hombre que se creía tocado
por la providencia para conducir a la Argentina habían dejado de ser de fácil
impacto. En poco tiempo, se precipitaron en el país acontecimientos que echaron
por tierra con él.
Una inyección de racionalidad invadió al
fútbol. Aquellos jugadores de Estudiantes llevaban ya varios meses de
inhabilitación, se pensó que el correctivo ya era suficiente y se los autorizó
a volver a jugar al fútbol.
Como en aquellos años de Kent en River,
su hoy colega en Estudiantes, Verón, mostró una actitud sensata, no exenta de
energía. Dispuso severas multas y trabajos sociales para los jugadores de su
club.
Además,la AFA tiene sus organismos
pertinentes para accionar en situaciones como las descriptas: su Tribunal de
Disciplina y el Colegio de Arbitros.
Por otra parte está en plena vigencia la
ley 23.184, más conocida como Ley del Deporte, que tiene prescripciones en la
materia que no son para nada leves. Con la instrumentación de sus mecanismos se
puede encuadrar debidamente a actores y asistentes al espectáculo.
Se trata entonces del imperio de la
normativa vigente, sin caer en la tentación de raptos emocionales y/o actitudes
demagógicas que pueden ser mostrados como tintes ejemplarizadores de una
gestión gubernamental, pero resultan de dudosa efectividad.
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