Osvaldo Riganti—
Quedó consagrado el 7 de octubre como el
Día Nacional de los Valores Villeros, promovido por los legisladores Juan Cabandié y Andrés
Larroque.
La sanción había despertado
cuestionamientos del PRO y de la Coalición Cívica. A raíz de que el proyecto
resaltaba como causa el compromiso de “solidaridad, optimismo, generosidad,
esperanza, humildad y valor por lo colectivo” de los habitantes de las villas, la
CC dijo que se trata de “valores universales que no dependen de un sector
social” Proponía que se instaurara el Día Nacional del Compromiso Social y
Comunitario.
Pero prevaleció la iniciativa kirchnerista.
El proyecto establece que el Ministerio de Educación de la Nación promoverá la
“incorporación en el calendario escolar de la fecha mencionada” e “implementará
actividades tendientes a difundir entre los alumnos el conocimiento y el
significado de la conmemoración resaltando los valores”.
La fecha en que se estableció coincide
con la del nacimiento del padre Mugica, que lideró a los sacerdotes tercermundistas y fundó la
parroquia Cristo Obrero de la Villa 31. Mugica fue asesinado en 1974, según se
estableció, por Rodolfo Eduardo Almirón, uno de los jefes de la Triple A.
El padre Gustavo Carrera —de destacada
actuación en las actividades en las villas —ha resaltado la acción del padre
Mugica y manifestado que con la conmemoración “queremos destacar la lucha diaria de los
vecinos de estos barrios por llevar su familia adelante”. “Hay un deseo de
progresar, valores que están graficados en eso que el Papa Francisco dice que
es el movimiento de los sencillos que anhelan cosas que son básicas, como la
tierra, el techo y el trabajo” “ Se van logrando cosas lindas, como por ejemplo
en varios barrios se han inaugurado escuelas, se han creado clubes de barrio
que incluye a muchos chicos y chicas en diferentes deportes, también programas
a través de lo que se llama “Hogar de Cristo” para personas en situación de
calle” puso de manifiesto.
El legislador Cabandié, un propulsor de
la medida, destacó la construcción colectiva de las villas en contraposición
con el hecho de que “en los barrios más pudientes quizás no hay esa
confraternidad”. “Muchos de los que viven en edificios, que en el ascensor ni
siquiera se saludan con sus vecinos y ni hablar de cuando discuten para darles
aumento a los encargados” subrayó.
En su libro “La Mesa Vacía”, de hace
casi dos décadas, el padre Farinello manifestó: “Creo que el que habla mal de
todos los que viven en la villa es porque no los conocen y más de uno si se
acercara sin prejuicios aprendería grandes lecciones de vida”. “Las mujeres de
la villa son mujeres heroicas. Con las garras de una leona protegen a su prole.
Trabajan, participan en la búsqueda de soluciones para los problemas del
barrio, colaboran con los proyectos (salitas de primeros auxilios, comedor,
escuela, capilla) que signifiquen beneficios entre todos”. “Los pobres no es
que están ahí y son pobres porque fatalmente son pobres o porque son vagos y no
les gusta el trabajo y entonces optan por esa vida. Para ellos no hay opción.
Son las estructuras de una sociedad determinada las que van expulsando y
llevando a un callejón sin salida”.
Los rechazos que provocan en algunos
sectores este tipo de medidas hacen a una concepción elitista de la estructura
social, continuadora de la tradición que en el siglo XIX consideraba al pueblo
como un conjunto de individuos “vagos y mal entretenidos” que por el hecho de
ser pobres podían ser encarcelados, entendiendo que eran pobres porque no querían trabajar. Son los
viejos conceptos que dividen al mundo entre quienes deben obedecer y padecer y
los que pueden pensar y disfrutar.
Es necesario consensuar sobre las reglas
de juego que rigen la vida democrática y también sobre la interpretación de los
valores comunes de solidaridad.
La disposición que motiva esta nota se
inscribe en este marco.
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