miércoles, 21 de octubre de 2015

River Plate y una evolución institucional que ha exaltado los valores de los derechos humanos

Osvaldo Riganti—
Desde aquellos remotos tiempos en que el Estadio Monumental Antonio V. Liberti abrió sus puertas para la apertura y cierre del Mundial 1978, ha transcurrido un largo camino.
Un camino que comprendió un período que no estuvo a tono con las mejores tradiciones de River Plate, cuando se nominó como socios honorarios a Videla y otros secuaces de la dictadura.
La medida causó consternación en los sectores democráticos y fue creciendo un período de   resistencia a la exaltación de tamaños personajes.
Es opinión formada en la vida “millonaria” que las autoridades que tuvieron aquella desgraciada decisión se vieron presionados por la circunstancia de la época, con más la influencia del todopoderoso Almirante Lacoste, “hombre fuerte” en el EAM 78 y también en las filas de la banda roja, al punto que cuando se “destapó la olla” de los manejos en la entidad en esos tiempos se multiplicaron los dedos acusadores hacia su persona, imputándole decisiones que tuvieron graves consecuencias como la del alejamiento de sus ídolos Ángel Labruna (entonces DT) y Norberto Alonso (principal figura de formaciones campeonas en los ’70), que derivó en un tobogán que condujo a River a una gravísima crisis en los años 1982 y 1983, llevándolo al borde del descenso.

Muchas veces se recordó que el vocal opositor Osvaldo Di Carlo, como su padre (notorio dirigente de la institución, perseguido y encarcelado por los setembrinos de 1930 por su adhesión al yrigoyenismo) le advertía al presidente de River: “No nos llene de esta gente, don Rafael, un día nos van a poner una bomba y vamos a volar todos”. Se refería a la circunstancia que era continua la afluencia de los jerarcas de la dictadura a los palcos del club, en medio de la embriaguez del poder.
La bomba no llegó. Pero en medio del ocaso del gobierno aragonista en el club y del procesista en el país uno de los tantos conflictos que sacudía a la entidad motivó la mediación de la cúpula militar, buscando zanjar una situación conflictiva con el recordado arquero Fillol quién, aparte de su condición de puntal de varios campeonatos ganados en los ‘70 y comienzos de los ‘80, fue subcapitán de la selección campeona del mundo. Cuando después de conseguido el título los jugadores formaban fila para saludar a la Junta Militar genocida que se auto atribuía la fiesta popular, mientras el capitán Passarella intercambiaba salutaciones con los eufóricos Videla, Massera y Agosti, Fillol pasó por detrás raudamente hacia los vestuarios, esquivando el trato con los jefes de la banda gobernante.
El “proceso” agonizaba, un ciclo otrora glorioso de la institución también y ahora él estaba en conflicto. Cerrando una reunión de Comisión Directiva el presidente Aragón encomendó a sus pares puntualidad  para que lo acompañen a la reunión del día siguiente con el ministro de Bienestar Social, Navajas Artaza, que actuaba como mediador en el tema. En esa circunstancia lo interrumpió Di Carlo. “Presidente, me va a tener que disculpar. Usted sabe que siendo oficialista u opositor estuve siempre al lado del club en momentos difíciles. Pero esta vez no va a poder contar conmigo”. Al preguntarle Aragón el motivo, el pocos meses después vicepresidente Di Carlo (que llegaría a presidir por 6 meses a River Plate) fue contundente: “En estos 7 años no pisé nunca los despachos de la dictadura, menos lo voy a hacer ahora que se están por ir”. Una ovación, seguida de interminables aplausos, subrayó sus palabras.
A partir de las expresiones de Di Carlo se agitó la conciencia cívica riverplatense. Durante el gobierno del doctor Davicce, el entonces secretario y después presidente Aguilar (que como Abbatángelo en el Boca macrista derrotó a los intereses del gerenciamiento) motorizó la expulsión de Videla y los demás jerarcas del Proceso de Reorganización Nacional como socios honorarios del club, concretada en una histórica Asamblea de Representantes, cuya Mesa Directiva integré. En la misma, el entonces diputado socialista Alfredo Bravo  –torturado por los esbirros del general Camps– tuvo participación en la definición de lo resuelto.
Ya en tiempos del actual presidente D´Onofrio, él mismo homenajeó en el centro de la cancha y antes de un partido, a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, junto a su nieto Guido Montoya –fanático riverplatense– en lo que se interpretó como una firme definición institucional en defensa de los valores de la verdad, la memoria y la justicia. Posición que se refirmó cuando en el Museo del Club tuvo lugar un acto organizado por su presidente, Rodrigo Daskal –secundado por el vice Patricio Nogueira– homenajeando a una gloria del club, Claudio Morresi, por su trayectoria en los Derechos Humanos. Morresi fue una figura importante en el equipo del River Campeón del Mundo 1986 y durante la presidencia de Néstor Kirchner, formó parte del gobierno como Secretario de Deportes. Además de D’Onofrio, el acto contó con la asistencia de su vice 2º Matías Patanián, del presidente de Fútbol Amateur y 1er. vocal de la CD, Fernando Guarini, hallándose también presentes el Secretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación, Carlos Pisoni, y el Senador Abal Medina, ligado a la marcha de la entidad. Finalizado el acto Morresi (que tuvo un hermano desaparecido en los tiempos de la dictadura) dejó un mensaje de su autoría enfatizando el NUNCA MÁS, a efectos de ser guardado en el Museo del club. El presidente D´Onofrio por pedido expreso leyó en tono vibrante su contenido, entre continuas manifestaciones de apoyo de los asistentes.
Superado un período de cerrado oscurantismo y en sintonía con las luchas permanentes por el afianzamiento de los Derechos Humanos, hoy River Plate tiene una actitud protagónica en la materia.



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