lunes, 30 de junio de 2014

Páginas de historia: Copa de las naciones

Osvaldo Riganti —

Aunque el Mundial de Fútbol 2014 organizado por la FIFA que se está disputando en Brasil parece haber borrado de la agenda y del mapa cualquier otro acontecimiento deportivo, cuando las aguas se aquieten, paulatinamente cada cosa volverá a ocupar el lugar y la valoración histórica que le corresponden. Dado que el presente torneo todavía retendrá por semanas la principal atención del público, vale la pena no dejar pasar la recordación de otro gran acontecimiento deportivo.

En junio se cumple medio siglo desde que Argentina lograra en Brasil el máximo halago de su historia futbolística hasta ese momento: el primer título intercontinental.
Corría junio de 1964. Era un país distinto, obviamente, signado por la administración del radical Arturo Illia. Los medios de comunicación no se erigían en meros transmisores de los partes de las comisarías, como ocurre en nuestros días. Sí batían el parche por lo que consideraban inoperancia del gobierno del médico cordobés que, sumada a su escasa representatividad, acicateaba en millones de argentinos la demanda por el retorno de Perón, que tuvo un amago de concreción cerca de ese fin de año.

En tal contexto Argentina afrontó un torneo de magnitud, la Copa de las Naciones, precisamente en la tierra de los Campeones del Mundo de 1958 y 1962. Era el nuestro un fútbol que venía devaluado por el fracaso en esos Mundiales y la gira europea de 1961. El del Mundial 1958 hizo rodar la cabeza del DT Stábile, el de la gira por Europa 1961, Spinetto, y la del Mundial 1962, Juan Carlos Lorenzo. Así las cosas, la selección quedó a cargo de José Minella. Prestigiado por la sucesión de campeonatos que lo habían convertido en ese momento en el coach más exitoso de la historia de River Plate, pero en medio de un manifiesto desorden en nuestro más popular deporte. Con pocos días de preparación fuimos a la aventura.

Los bicampeones del mundo eran locales y daban por descontada la adjudicación del título. A tal punto que ya antes del comienzo del campeonato se expendían banderines que llevaban estampadas las colocaciones que estimaban seguras por parte de los 4 participantes: 1º Brasil, 2º Inglaterra, 3º Portugal y 4º Argentina. Igual que el actual Mundial, Brasil fue el escenario.

En su primer partido Argentina le ganó 2 a 0 a Portugal. El trámite fue opaco, pero parecía ahuyentar los fantasmas de un humillante último puesto.

El 3 de abril de 1964 ante los bicampeones del mundo tuvo lugar uno de los triunfos más brillantes de la historia del fútbol argentino, si no el más. El jugador de Rosario Central Mesiano ejercía una férrea marca sobre Pelé, que lo inmovilizó. Los temores de una goleada adversa se iban disipando sobre la media hora del juego. En esas circunstancias el astro brasileño aprovechó que ni el juez ni los líneas lo veían para aplicarle un cabezazo al "fastidioso" marcador, que le fracturó el tabique. Hubo una interrupción de pocos minutos ante la contingencia. Reanudado el juego, Rattín se dedicó a la marca con "pierna fuerte y templada" sobre Pelé, a quien borró de la cancha. En el fondo Ramos Delgado y Varacka conformaron una zaga de marcadores centrales que redondeó una defensa inexpugnable. Cerca de la finalización del primer tiempo, el país vibraba. La voz de José María Muñoz nos traía el relato de un golazo de Ermindo Onega que abría las puertas de una victoria sensacional.

El novel sanlorencista Telch había reemplazado a Mesiano, teniendo más libertad de desplazamientos, ya que como queda dicho Rattín estaba abocado al control de la "Perla Negra", lo que le permitió ampliar la ventaja.

Brasil se fue al ataque con desesperación y Amadeo Carrizo se lució con grandes atajadas. Una de ellas fue la de un penal a Gerson (Pelé no lo quiso patear, afectado por el "clima" que se había creado por su acción antideportiva), que lo catapultó al momento más alto de su carrera futbolística. Sobre el final volvió a aparecer Telch para sellar una actuación consagratoria y establecer el definitivo 3 a 0. El talentoso Nº 8, Rendo, reguló el dominio de la cancha y se erigió en otra figura del equipo donde varios rayaron a gran altura.

El 6 de junio de 1964 Argentina conmovió al fútbol mundial. Venció por 1 a 0 a Inglaterra y con eso se adjudicó la Copa de las Naciones manteniendo el arco invicto.

Miles y miles de aficionados coparon Ezeiza para aclamar a los campeones. Esa hazaña no ha tenido en estos días la difusión merecida y una de las pocas exteriorizaciones destacadas fue la del presidente de AFA, Julio Grondona, que llevó a Carrizo y Rattín, pilares de aquella epopeya, como invitados especiales al Mundial que ahora se disputa, en la misma tierra donde ellos fueron protagonistas de relieve durante la histórica consagración.

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