viernes, 31 de mayo de 2013

El Turco, la máquina que venció a Napoleón

Por el profesor José Pecora—
En 1770 el inventor húngaro Wolfgang Von Kempelen presentó el autómata en Viena en el palacio de Schonbrunn ante la emperatriz María Teresa: era un hombre mecánico, vestido con un atuendo oriental y un turbante en su cabeza, sentado detrás de un gabinete de madera y capaz de jugar al ajedrez, cosa que fue sensación en la época y causó un gran asombro en toda Europa.
Antes de cada partida, Von Kempelen retiraba el ropaje al “Turco”, que así llamó a la “milagrosa” máquina, para demostrar que dentro no se escondía ningún hombre.

En la mano izquierda sostenía una larga pipa y el brazo derecho reposaba sobre la mesa donde se encontraba el tablero, siendo el encargado de realizar los movimientos. El mueble que lo complementaba tenía tres puertas, en cuyo interior se podían ver engranajes, y un cajón inferior. El turco jugaba con las blancas, asentía dos veces cuando amenazaba a la reina, tres veces cuando ponía en jaque al rey y si su oponente hacia algún movimiento no permitido, negaba con la cabeza y movía la pieza a su posición original. Incluso era capaz, mediante un tablero con letras, de mantener conversaciones en inglés, francés y alemán. Lógicamente la corte de los Habsburgo quedó asombrada ante aquella maravilla técnica.

Obviamente el invento de Von Kempelen era un engaño pero que llegó a cautivar el interés de mucha gente, incluso gente con conocimientos técnicos y científicos, lo cual puede resultar chocante.
Tal vez una explicación, es que el turco apareció justamente al principio de la Revolución Industrial, un momento especial, en que las relaciones entre el hombre y las máquinas se estaban redefiniendo. Fue una época en que la gente creía que las nuevas máquinas ofrecían posibilidades ilimitadas… y por qué no ser capaces de pensar o jugar al ajedrez?
Fue una época de autómatas, animales mecánicos, incluso humanoides capaces de escribir, tocar el arpa, la flauta o bailar.
El turco era anunciado como un autómata pero tenía poco de autónomo.
Su secreto en realidad era una ilusión mecánica que permitía a un maestro humano esconderse dentro de la mesa y hacer funcionar la máquina. Para ello el interior de la máquina estaba diseñado para engañar al observador.
Cuando se abría la puertecilla de la derecha del escritorio, se podía ver parte del mecanismo de relojería. Esta parte estaba diseñada para que si la puerta de atrás del armario se abría al mismo tiempo, la gente pudiera ver a través de ella por ejemplo la luz de una vela. La otra parte del armario es la que contenía en vez de la maquinaría un cojín rojo para ubicar en ella al maestro de ajedrez.

Ni la maquinaría visible a la izquierda del autómata, ni el cajón que guardaba el juego de ajedrez llegaban completamente hasta la parte trasera del armario, sino que sólo se extendían hasta un tercio de su profundidad. Un asiento deslizable en el interior permitía al operador del autómata moverse de lado a lado y evitar ser visto mientras el presentador del número abría las diferentes puertas. A su vez este asiento deslizaba maquinaría falsa a su lugar para ocultar a la persona en su interior ayudado de una vela.

Pese a ser un engaño, el autómata no era una máquina sencilla sino que incorporaba muchas ocurrencias para permitir que un operador fuera capaz de seguir el juego sin ver el tablero y que el autómata fuera capaz de mover y agarrar las piezas. Para lo primero se diseñó un complejo sistema que mediante imanes permitía al operador saber la última pieza movida. Cada pieza de ajedrez tenía un pequeño pero potente imán en su base y cuando era colocada en una casilla del tablero atraía al resorte situado bajo esa casilla.
Otra solución ingeniosa era un sistema de tubos que llevaban el humo de la vela que usaba el operador para ver  dentro de la caja, hacia el turbante del turco, lo que le otorgaba a la figura un aspecto más misterioso aún.

Finalmente, en el interior también se encontraba un tablero con clavijas conectado a una serie de palancas de un modo similar a un pantógrafo que controlaban el movimiento del brazo del maniquí. El autómata también contaba con unos diales de latón visibles desde el exterior que permitían comunicarse al operador con el presentador.

El esperado espectáculo comenzó con Von Kempelen abriendo las puertecillas y los cajones de la mesa permitiendo a la audiencia inspeccionar el interior de la máquina, detrás de una de las puertas una amasijo de engranajes y ruedecillas, un gran cilindro similar al que tenían las cajas de música parecía dirigirlo todo, detrás de las otras dos, la caja estaba bastante más vacía, a parte de un cojín contenía sólo varias piezas de latón desmontables.
Mientras el público examinaba la máquina, Von Kempelen abrió una puerta en la parte trasera de la máquina y colocó una vela y la gente pudo observar la luz a través de los engranajes. Debajo el ropaje del maniquí turco, otras dos puertas estaban escondidas que dejaban ver más engranajes, sin duda se trataba de una máquina compleja, la espera había valido la pena.
Von Kempelen tras enseñar las entrañas de su criatura pidió un voluntario de entre el público para medir sus habilidades con las de su autómata ajedrecista.
El conde Ludwig von Cobenz aceptó el reto, Von Kempelen dio cuerda al autómata y la criatura pareció cobrar vida, entre ruido de engranajes movió con su mano derecha un peón, el juego acababa de empezar.
La máquina desplegó un juego agresivo y rápido, y en menos de media hora venció a su oponente.
El Turco, como sería conocido a partir de entonces se convirtió en el tema de todas las tertulias de Viena y las noticias de sus triunfos se extendieron por toda Europa. Era mucho el interés que despertaba y muchos los interesados en medir sus habilidades con él. Pero Von Kempelen rechazó casi todos los retos, de esta manera en la década siguiente a su debut el Turco sólo disputó una única partida y Von Kempelen decidió desmontarlo, pues prefería dedicarse a sus trabajos más serios sobre motores de vapor o máquinas capaces de reproducir la voz humana.
Fue poco el tiempo de tranquilidad para Von Kempelen, pues al poco de desmontarlo tuvo que volver a montarlo por orden del Emperador Jose II que pretendía impresionar al duque Pablo de Rusia durante su visita de estado.

Emperador José II de Austria
El duque quedó admirado por la criatura mecánica y sugirió a Von Kempelen la idea de una gira europea. Von Kempelen sin mucha ganas acabó aceptando y la gira que los llevaría por París, Londres y Alemania comenzó el 1783.
En París jugaría con el que era considerado el mejor ajedrecista de su tiempo Francois Andre Danican Philidor, al que por cierto fue incapaz de vencer o Benjamín Franklin al que sí que consiguió derrotar.
La gira era un éxito rotundo, allá donde iban Von Kempelen y el turco se generaban un aluvión de artículos en panfletos y periódicos tratando de explicar su secreto.
Von Kempelen moriría a la edad de 70 años en 1804, lo que permitió al turco descansar de tanta exhibición hasta que su hijo decidió vendérselo a Johann Nepomuk Malzel, un músico bávaro inventor del metrónomo (bueno más bien robó el diseño de otra persona). El metrónomo (del griego, metron: ‘medida’, y  nomos: ‘regla’), es un aparato utilizado para indicar tiempo o compás de las composiciones musicales. Produce regularmente una señal, visual o acústica, que permite a un músico mantener un tiempo constante.
Malzel era conocido del gran Ludwig van Beethoven y consiguió que éste le compusiera música, que utilizaba en las presentaciones del turco.  
El secreto de su funcionamiento fue bien conservado y pese a que muchos pensaban que se trataba de un engaño, aún quedaba suficiente misterio para permitir al turco continuar sus giras. Fue durante esta época cuando el turco jugaría sus famosas partidas con el emperador Napoleón Bonaparte.
Napoleón Bonaparte
 Napoleón Bonaparte era un excelente estratega militar, pero un mediocre jugador de ajedrez. Pero era un apasionado del ajedrez, y se desplazó a Viena para competir con el famoso turco. Jugó tres partidas siendo derrotado en todas. El corso tenía mal perder y terminó golpeando el tablero desparramando las piezas.
Lo que Napoleón ignoraba es que en realidad había perdido con Johann Allgaier, el mejor jugador austríaco de la época, que estaba dentro de la máquina.  
Lo que también desconocía era que sus adversarios políticos conociendo su afición por el ajedrez, habían decidido tenderle una trampa con la intención de apresarle mientras jugaba contra el autómata. El plan fracasó y el emperador logró huir de la ciudad sin ser apresado.
Vamos a reproducir la tercera partida que Napoleón disputó con la supuesta máquina:

1.e4 e5 2.Df3 Cc6 3.Ac4 Cf6 4.Ce2 Ac5 5.a3 d6
Napoleón, comenzó el juego intentando dar el “mate pastor”, lo que demuestra sus limitados conocimientos ajedrecísticos, ya que esto es utilizado por principiantes y jugadores poco experimentados.

6.0-0 Ag4
Presionando a la dama, lo que le ocasiona al blanco una pérdida de tiempo.
7. Dd3 Ch5
Para  permitir la entrada de la dama negra por el flanco rey y atacar así el enroque.
8.h3  Axe2 9.Dxe2  Cf4
Ubicando un poderoso caballo en el campo enemigo.


10.De1 Cd4 11. Ab3 Cxh3+
El caballo no puede ser capturado, porque el blanco perdería la dama con 12…,Cf3+, pero igual el blanco ya está perdido y podría abandonar.

12.Rh2 Dh4 13.g3 Cf3+ 14.Rg2 Cxe1+ 15.Txe1  Dg4 16.d3  Axf2
El comienzo del asalto final.

17.Th1  Dxg3+ 18.Rf1 Ad4 19.Re2 Dg2+ 20.Rd1  Dxh1+ 21.Rd2  Dg2+ 22.Re1  Cg1 23.Cc3  Axc3+ 24.bxc3  De2, mate.

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