viernes, 31 de mayo de 2013

ANIBAL TROILO

Ana María Cafarelli—

“El fueye que sonó con pantalones cortos”

“Aníbal Troilo es la síntesis del argumento existencial del tango, la porteñidad, el barrio, la noche, la madre, los gomías” José María Otero.
 El 19 de mayo de 1975, el alma de Pichuco y las notas de su bandoneón entraron a otra dimensión. Aníbal Troilo muere. Hoy, su música suena en el aire, en cada barrio de Buenos Aires
“Pichuco”, supuestamente de la deformación del napolitano “picciuso”, que significa llorón, fue muy querido por toda la comunidad tanguera y cada momento de su vida fue teñido por el culto a la amistad.
Su nombre completo era Aníbal Carmelo Troilo y fue la figura central de la década del 40 y su obra artística al decir de José Gobello, “no admite discusión”.

Nació el 14 de julio de 1914, en la casa donde para esa fecha vivía la familia, ubicada en la calle Cabrera 2937,  pero más tarde vuelven al domicilio familiar, en Soler 3280 de la que se habían ido cuando murió su hermanita de seis meses, a quien no llegó a conocer. Su padre había prometido que el próximo hijo, después del primogénito Marcos, se llamaría “Aníbal, como su padre y el nono”.
 Don Aníbal falleció cuando el niño tenía 8 años. Era carnicero, guitarrero y cantor y le dejó como enseñanza el valor por la amistad. A veces, con unas copas de más, solía alzar al “gordito” y sacarlo por la ventana diciendo: “¡este es mi hijo!”…  “como clavando un estandarte en el corazón de los porteños”, al decir de Otero. 
Al año de la desaparición de su padre, su madre lo llevó a un picnic, en unos terrenos junto al río, al costado de donde hoy se levanta la cancha de River; allí vio tocar a unos bandoneonistas que lo encandilaron. Al día siguiente llevó unas flores caseras a la tumba de su padre. Fue entonces que comenzó su sueño por tocar ese instrumento y simulaba hacerlo con un almohadón de plumas  durante horas.
Su madre, Felisa vislumbra que su hijo no iba a dedicarse a otra cosa y, junto con el tío de Aníbal, deciden comprarle un bandoneón. Para eso se contactan con “un ruso” de la calle Córdoba y lo compran en doce cuotas, de las cuales sólo pagaron dos, porque ese hombre dejó de pasar a cobrar el resto y no se supo más nada de él. Su madre significaría para él esa “saca” —como solía decir —de corazón grande, esperándolo con un plato servido, el mate y su cariño lleno de ternura. Fue también la que posteriormente comprendería sus “excesos” de copas y escolazo después de la, música, que lo hacían volver al hogar de Palermo. Cuando Felisa muere, lagrimeando una y otra vez, confesó que fue el día más triste de su vida.
Pichuco, tomó clases con Juan Amendolaro durante seis meses, pero como empezaron a quedarle cortos los conocimientos que recibía, se largó a sus prácticas día a día hasta que estableció una unión indestructible con el fueye . El primer tango entero que tocó fue “Boedo” de De Caro. Su debut oficial fue en el café Ferraro de Pueyrredón y Córdoba, cuando tenía sólo trece años, con pantalones cortos y medias largas, como parte de una orquesta de señoritas, junto a tres mujeres. De allí saltó a la orquesta de Eduardo Ferri. Luego pasó por las de Juan Maglio Pacho , Vardaro-Pugliese, Julio De Caro, Alfredo Attadía, otra vez Vardaro, Ángel D`Agostino, acompañó al trío Irsuta-Fugazot-Demare  junto a Héctor Varela y Alfredo Gobbi; otra vez Ferri, D´Arienzo, la RCA Víctor, Ciriaco Ortiz y, en los carnavales del 37, con Juan Carlos Cobián. Así comenzó su carrera artística. y A esta altura, ya  su virtuosismo con el fueye ya era indiscutible.
Admiraba a Pedro Mafia y a Pedro Laurenz —“los fueyes más grandes de la historia” —decía. Sintió un fervor incondicional por Carlos Di Sarli, por esa homogénea estructura instrumental de la orquesta y la mano izquierda en el piano. Cuando Di Sarli quiso llevarlo a su conjunto, le manifiestó: “hacés muchos firuletes”, justamente fue lo que caracterizó el estilo estético de Troilo.
A los 23 años, el 1º de julio de 1937, debutó con su propia orquesta en cabaret Marabú de la calle Maipú, entre Corrientes y Sarmiento. Con esta formación, inició un rumbo en el tango, en particular con los fueyes: Toto Rodríguez, Yanitelli y Troilo; violines: Stilman, Nichele y Sapochnik; contrabajo: Fassio; teclado: Goñi y la voz inconfundible de “Fiore”  con reminiscencias de canzonetta del sur de Italia. Esta orquesta fue una joya para escuchar y bailar. Las dos primeras grabaciones fueron: “Comme il faut” de Arolas y “Tinta Verde” de Agustín Bardi.   
Homero Manzi
Fue el primero que hizo cantar a Fiorentino, la primera, segunda y tercera parte de la poesía, hasta el momento las orquestas tenían estribillistas que hacían sólo la segunda parte. Al contratar a Alberto Marino, estableció la yunta de cantores fijos que apenas había intentado años atrás Canaro. Además incorporó el violoncelo y la viola (Alfredo Citro y Simón Zlotnik). Tuvo arregladores como Argentino Galván, Artola, Piazzolla (revolucionario) y Garello. Pero se dice que fue famosa su “goma de borrar”, modificando arreglos que a su parecer arruinaban la melodía o tapaban a los cantores. Su punto final era infaltable y distintivo. Lo llamaban la orquesta de los cantores, porque los cuidó, los hizo lucir y les dio el empujón para el posterior lanzamiento como solistas. Ellos aprendieron de él porque le daba a cada palabra el valor exacto y entonaba con su media voz para dar el ejemplo. Incluso componía cantando, por eso decían que su bandoneón “hablaba”. Sus cantores más recordados, entre otros fueron: Fiorentino, Marino, Floreal Ruiz,  Goyeneche, Rivero, Berón, Casal, Rufino.
Se lo consideró un adelantado para ubicar a los músicos en la sala. En esa época no existían las técnicas actuales para examinar las reverberaciones y resonancias en las paredes. Se utilizaba la intuición para ubicar a los músicos en un estudio de radio. Troilo, manejaba los espacios artesanalmente, contaba las baldosas y utilizaba un criterio geométrico a fin de señalar el lugar de los músicos para que la orquesta sonara adecuadamente.
Estuvo siempre rodeado de intelectuales y su máxima era: “no se trata de ser poeta sino vivir en estado de poesía”…También solía decir “no soy músico, soy tanguero…”

Sobre Manzi dijo: “que no era una persona era un acontecimiento”. La muerte de Homero lo golpeó duro, pero no lo destruyó y lo homenajeó a su manera con “Responso”.

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