Mauricio Epsztejn—
Actores de peso |
El próximo será un año particularmente importante porque
dentro de escasos meses, apenas a la vuelta de la esquina, se empezará cerrando
la parte formal y legal previa a las elecciones de medio término, donde se
renueva la mitad de los diputados nacionales, los senadores de ocho provincias
y un proceso similar ocurrirá en las legislaturas provinciales y en numerosos
municipios. Es una saludable práctica se viene repitiendo con regularidad desde
1983, después de la recuperación del sistema democrático, que incluso resistió
varias crisis institucionales, como la de 1989, cuando Alfonsín entregó
anticipadamente el gobierno y la de 2001, con la huida en helicóptero de De la
Rúa desde la Casa Rosada después de consumar los asesinatos del 19 y 20 de
diciembre.
Sin adquirir tal nivel de dramatismo, políticamente las de
2017 superan en importancia a un simple recambio o ratificación de mandatos, ya
que será la primera oportunidad en que el electorado podrá evaluar en las urnas
la política nacional de Cambiemos y comparar las promesas y expectativas previas
con los reales actos de gobierno que esta explícita fuerza de derecha fue
produciendo, donde a diferencia de otros tiempos, alcanzó ese lugar en elecciones
libres y no a través de golpes de estado. Sin embargo, los hechos que produjo
en los casi once meses que lleva al frente del Estado dan suficiente claridad
de hacia dónde avanzará hasta el fin de su mandato en esta verdadera estafa que
le hizo a gran parte del electorado que lo votó creyendo en sus promesas
marketineras.
Lo que también se pondrá a prueba es la capacidad de las
fuerzas de oposición real para generar alternativas viables y creíbles, capaces
de convocar y entusiasmar a las mayorías no sólo para que le den su voto, sino
para participar de una nueva construcción democrática, que deberá ser
radicalmente distinta a lo hasta ahora conocido tanto en lo político, como en
lo social e institucional, que promueva una verdadera participación de los ciudadanos
en las cosas públicas, para que los mismos se vayan transformando en actores sociales
en función del interés común y no en simples referentes hacia donde orientar el
consumo, porque como la experiencia lo ha demostrado reiteradamente, no hay
derechos irreversibles si las mayorías no se involucran en su defensa y
profundización, porque siempre habrá grupos minoritarios que busquen recuperar
sus privilegios apoyándose en sectores confundidos por una sistemática prédica
mentirosa que esconde sus verdaderos objetivos tras invocaciones a una honradez
que no practican y a una abstracta verba democrática.
Por si no alcanzara con lo sucedido en nuestra propia casa,
vale la pena echar una mirada sobre nuestro vecindario regional donde, a través
de golpes de estado clásicos o innovadores, siempre cívico-militares, la
derecha recuperó posiciones.
Claro que una parte no desdeñable de la responsabilidad por las
derrotas del campo popular y el avance de la derecha le corresponde a los
errores cometidos por los vencidos, en particular por sus dirigencias, que suelen adolecer de cierta
sordera selectiva respecto a los incómodos mensajes emanados desde su propio
campo, una sordera muchas veces causada por el ejercicio prolongado del poder
que suele interferir con la percepción a tiempo de lo que sucede en la calle y los
cambios que se van dando en la sociedad.
Por supuesto que también hay cuestiones no controlables localmente y determinadas
por los centros de poder globales, que obligan a enfrentarlas de modo original
y por caminos nunca antes recorridos, internándose por ellos a pura prueba y
error.
A su vez es posible que haya habido cierta subestimación sobre
los daños que la corrupción produce sobre los gobiernos populares que en eso
deben estar muy atentos y no hacer concesiones inadmisibles en este campo, no
sólo porque la derecha la usa como argumento hipócrita y falaz en su contra,
sino porque la tolerancia con quien se apropia de bienes públicos contradice su
propia esencia de la justicia social.
La unidad, ¿qué unidad?
Ante el ya no tan lejano desafío electoral de 2017, las
diversas corrientes del amplio y disperso campo nacional, popular y democrático,
derrotado en las elecciones pasadas, todavía no se han recuperado del golpe, ni
encontrado respuestas satisfactorias a por qué ha sucedido. De allí que a esta
altura no alcanza con genéricas invocaciones a la unidad, sobre todo a la del
peronismo, o a construir un frente, con el variable nombre que se le quiera imaginar.
Quien esto escribe se alinea con aquellos que creen que
hablar de unidad implica, en primer lugar, referirse a coincidencias
programáticas sobre un proyecto de país y no a un simple acuerdo para derrotar
de cualquier forma al macrismo, porque esa experiencia ya la vivimos con la
Alianza entre el Frepaso del Chacho Álvarez y la derecha radical de Fernando De
la Rúa, un engendro cuyo único objetivo era derrotar a Menem, causa que terminó
como terminó, en el desastre de 2001. Entonces lo primero es aclarar para qué la
unidad y, junto a ello, con quienes ¿Hay suficiente acuerdo sobre ambas
cuestiones, la de los objetivos y de los protagonistas? A esta altura caben
algunas dudas. Sin embargo, como de algún punto hay que partir, este escriba
considera que ese punto pasa hoy por encontrar las coincidencias con quienes ya
ahora se plantan contra el modelo conservador que Cambiemos busca restaurar en
plenitud y eso no se define de modo retórico sino en la acción concreta
cotidiana, donde no caben los principales líderes que impulsan la “oposición
amigable”, como Sergio Massa o los cómplices directos, del tipo Luis
Barrionuevo y el Momo Venegas, que le facilitaron y facilitan al macrismo las
peores trapisondas, al estilo de permitir ingresar por la ventana a los nuevos
integrantes de la Corte Suprema, el vergonzoso arreglo con los buitres, el
creciente endeudamiento público, los avances contra el sistema previsional, las
violaciones del orden democrático, la prisión de Milagro Sala y demás
luchadores sociales, la sujeción al FMI y al mandato de los yanquis… y la lista
sigue?
Pero además es importante ver cómo se construye la unidad,
un proceso que, como ya señalamos, pasa por la lucha cotidiana en pos de los objetivos
comunes que se proclaman, cuyo significado actual es frenar y hacer retroceder
los avances de la derecha, un proceso durante el cual se vayan saldando las
diferencias lógicas entre las distintas fuerzas del campo popular a través del
diálogo, del debate democrático, franco, cordial y con respeto mutuo. Y lo
piensa porque cree que en ese proceso se irá
delimitando la amplitud de la necesaria y posible de la unidad para la próxima
etapa y para no repetir los errores que condujeron a la reciente derrota, cuyos
motivos deben buscarse más en las falencias e insuficiencias del propio campo,
que en las lógicas maniobras, falsedades y mentiras del adversario, que son propias
de su naturaleza. ¿O acaso alguien piensa que la derecha va a jugar limpio
cuando sólo busca recuperar de cualquier modo el terreno perdido y sus
privilegios, como reiteradamente lo ha demostrado la historia local y mundial?
Y en esto no vale esconderse tras la justificación napoleónica de que “la
victoria tiene cien padres y la derrota nació huérfana”, porque nada es casual,
ni la victoria, ni la derrota; ni los aciertos, ni los errores, si uno está
dispuesto a aprender.
Por eso, el tema excede la esquematización entre leales y
traidores, que de ambos siempre hubo y habrá, porque tales razones son insuficientes
para explicar los procesos sociales, que no se satisfacen con análisis simplotes
que tranquilizan mentes holgazanas pero no explican cómo Cambiemos, una fuerza
supuestamente minoritaria en ambas Cámaras, pudo aprobar sus principales
proyectos construyendo mayorías contingentes, a pesar de lo que indicaban las
matemáticas.
Como vemos, los desafíos electorales que le aguardan al campo
nac&pop son grandes para el tiempo mezquino que tiene por delante. De todos
modos, como la vida te da sorpresas, este espacio también está sujeto y condicionado
por lo que sucede en la calle, donde surgen movimientos que permanecían
larvados y de golpe sorprenden por las multitudes que convocan y obligan a
reacomodar sus cálculos a los estrategas que no los contaban como protagonistas,
aun cuando todavía no han decantado claros liderazgos, pero ya irrumpieron sin
pedir permiso y hacen crujir vetustas estructuras que parecían inconmovibles.
Las mujeres
En los límites que impone esta nota sólo destacaremos algunos
que ocuparon el espacio público con movilizaciones multitudinarias cuestionando
el orden establecido. Entre ellos se destaca el femenino-feminista #Ni Una Menos, que se plantó con fuerza
insospechada frente a un ancestral sistema machista y discriminador, cuyas
principales víctimas son las mujeres, pero no sólo ellas porque afecta transversalmente
al conjunto de la sociedad, cuyos fundamentos cuestiona, como lo proclama el
documento por el que convocaron al paro, concentración y marcha del reciente 19
de octubre y repercutió en numerosas ciudades del país, con réplicas en otras
de este y otros continentes (ver el documento completo en esta misma edición).
El movimiento obrero
Pero también hay evidencias de cambios en el movimiento
obrero y sindical en general, donde empieza a tomar cuerpo una corriente que se
resiste a aceptar pasivamente la pérdida de los derechos y conquistas alcanzados
y choca con una enquistada dirigencia que en buena medida fue responsable,
cuando no cómplice, del triunfo electoral macrista, que sigue sosteniendo, a
veces de modo vergonzante y otras de modo explícito, cuyos más conocidos
exponentes son Barrionuevo y Venegas. Es una marea de fondo que va más allá de
ambas CTA que empieza a pesar en el ámbito sindical y seguramente también
incidirá en el reagrupamiento del propio peronismo, incluidos algunos sectores que
tienen peso real y que fueron captados por la confusión massista.
El P.J.
Al mismo tiempo, por influencia o interactuando con lo
señalado más arriba, hay un reagrupamiento de fuerzas en el P.J., convergente
con lo que sucede afuera, que va trasformando casi en un dibujo a la dirección
formal de ese partido y que pareciera encaminarse a ocupar ese lugar de
representación por un sector más acorde con lo que de ese partido espera la
mayoría del pueblo trabajador y democrático. La duda es si tal proceso llegará
a tiempo para evitar el mayor deterioro de las condiciones de vida que sufren las
mayorías y si tal proceso cristalizará antes de las próximas elecciones para producir
cambios sensibles a nivel del poder.
Lo original de esta etapa es que de estas cuestiones ya se
esté debatiendo, pero con la gente en la calle, algo casi impensable hace menos
de dos años, en marzo de 2015, cuando Cambiemos se lanzó como propuesta
formalizada en julio de ese año, cuando pocos auguraban que Macri sería ungido presidente
cuatro meses más tarde.
Un suceso no previsto, subestimado y todavía
superficialmente explicado por buena parte de las fuerzas del campo nacional,
popular y democrático de la región, sobre todo de Argentina y más tarde en Brasil,
aunque con formato distinto. Son deudas aún pendientes que deberá saldar si
quiere empezar a revertir la tendencia.
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