Osvaldo Riganti—
Desalojo en Ciencias Exactas (UBA) |
“La noche de los bastones largos” fue la
del 29 de julio de 1966, de la que recientemente se cumplieron 50 años, en que el
gobierno dictatorial de la llamada “Revolución Argentina”, encabezado por el
general Juan Carlos Onganía, un opaco general de Caballería, abolió la
autonomía universitaria, intervino las universidades, las invadió violentamente
con tropas, prohibió la actividad de los centros estudiantiles y desalojó a
palazos de las misma a los alumnos y profesores que lo resistieron. El
argumento dictatorial para cometer tal tropelía era que la Universidad estaba
repleta de comunistas.
Fue la dictadura que hacía un mes, el 28
de junio de 1966, había usurpado el poder derrocando al gobierno presidido por
el radical Arturo Umberto Illia.
Juan Carlos Onganía, que se presentó con
un perfil supuestamente nacionalista, fue un devoto cursillista católico y al
principio contó con cierto consenso entre un sector de la opinión pública ávida
de orden y eficiencia, particularmente entre los sectores medios y altos. Para Mariano Grondona, un conspicuo apologista del
golpe, con su advenimiento se forjaba “la apuesta vital de una nación en
dirección de su horizonte”.
Gobernaba en nombre del llamado “Estatuto
de la Revolución Argentina”, una de las “ficciones legalistas” dela época (al
decir del historiador Félix Luna), cuyo poder emanaba de la Junta de
Comandantes que derribó a Illia.
La incidencia de Álvaro Alsogaray
delineando las pautas económicas del Estatuto y su designación en Estados
Unidos, daban un indicio para los avispados de hacia dónde apuntaban los pasos que
dieron los hombres de armas y ayudaron a desvanecer las cándidas expectativas de
otros.
Aquel año, en ocasión del Día de la Independencia,
el rector de la Universidad de Buenos Aires, Hilario Fernández Long había dicho
que “se ha quebrantado en forma total la vigencia de la Constitución” y llamó a
defender la autonomía universitaria. Poco después el Jefe de la SIDE, general
Eduardo Señorans y el de la Policía Federal, general Mario Fonseca, fueron
hostilizados desde la Facultad de Ciencias Exactas cuando rendían homenaje
frente a ella al general Roca, en compañía de autoridades del flamante régimen
y entusiastas eclesiásticos.
El gobierno impuso el decreto 16.912,
redactado por el ministro del Interior Enrique Martínez Paz y su subsecretario
José Manuel Saravia, que anulaba el gobierno tripartito de la universidad entre
docentes, graduados y alumnos.
Aquel 29 de julio de 1966, que pasó a la
historia como “La noche de los bastones
largos”, en las esferas del gobierno se la llamó “Operación Escarmiento”. La
Policía actuó con brutalidad contra estudiantes y profesores. “Sáquenlos a tiros si hace falta. ¡Hay que
limpiar esta cueva de marxistas!”, ordenó Fonseca en Ciencias Exactas.
Mandó a cortar el tránsito alrededor del edificio y los represores lo
desalojaron. Estudiantes y docentes salieron cantando el himno con los brazos
en altos. La Guardia de Infantería no ahorró insultos, puntapiés y machetazos.
Las peores consecuencias las sufrieron el decano Rolando García, los docentes
Guillermo Sarmiento, Carlos Varsavsky y Arístides Romero.
En la Facultad de Arquitectura hubo seis
detenidos y un herido. El decano, Horacio Pando, y el vicedecano Carlos Méndez
Mosquera, al querer identificarse fueron agredidos a culatazos y con bastones
de goma. En otras facultades también hubo desalojos por la fuerza.
La violencia desatada por el régimen de
Onganía hizo que facultades enteras se despoblaran con la emigración de equipos
profesionales, que se fueron a otros países buscando la libertad académica.
El rector-interventor de la Universidad
de Buenos Aires, Luis Botet asumió el 22 de agosto tras casi un mes de
suspensión de actividades.
La invasión de Onganía a la Universidad
fue apoyada por entidades liberales como el Ateneo de Estudios Sociales, que mediante un comunicado
rubricado por Osvaldo Carosella y Marcelo Bustelo fustigaba la “avasallante
infiltración marxista”. El Premio Nobel de Medicina de 1947, doctor Bernard
Houssay, tras reunirse con Onganía expresó su “plena confianza” para la gradual
comprensión de su benéfico influjo.
Pero la brutalidad del régimen
abroquelaría incluso a los sectores más conservadores de la comunidad universitaria
contra el autócrata. Comenzarían tiempos de agitación en el movimiento
universitario ensamblando con las rebeliones obreras. Ambos sectores
convergieron en un frente de lucha que cristalizó en el “Cordobazo”.
Hoy, en medio de un apagón de la actividad
cultural que se intenta forzar desde Balcarce 50, aparece más en el tapete que nunca la visión
de “la noche de los bastones largos” acaecida hace medio siglo y que tiene
tantos puntos de contacto con el oscurantismo que guía los pasos de lo que se dio
en llamar “Revolución de la Alegría”.
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