Mauricio Epsztejn—
Después de las PASO, las de Tucumán fueron las primeras que los
radicales de Cambiemos pensaban sumar a su bolsa y los votos dijeron otra cosa,
quedando como malos perdedores: derrotados, enojados y pagando las cuentas del
escándalo. De todos modos, el griterío que armaron, sin sustento, prefigura el
escenario en que transcurrirá la etapa hasta el 25 de octubre y más allá, con
una escala chaqueña el 20 de setiembre. Será un período en que, todo indica, la
estrategia opositora al kirchnerismo seguirá el libreto elaborado para este
vecindario continental por usinas radicados bien al norte de nuestra geografía.
El calendario electoral de octubre incluye, además de presidente
y vice –lo más destacado–, 43 diputados al Parlasur, la mitad de los diputados
nacionales, los senadores de 8 provincias, gobernadores y vices en otras 11,
legislaturas, intendencias y demás cargos.
Con estos actos institucionales y republicanos se cumplirán 32
años ininterrumpidos en que la ciudadanía, a través del voto, selecciona a sus
gobernantes a pesar que aún no se han cerrado las heridas de varias dictaduras,
en especial la última. Será un acontecimiento auspicioso aunque le pese a
quienes añoran los tiempos aciagos en que esas decisiones estaban reservadas a pocos.
Por distintas razones, los actuales comicios tendrán un
carácter especial, no sólo porque se pondrán en juego dos modelos de país, sino
porque por primera vez la derecha, que desde1930 recurrió sistemáticamente al
partido militar por su incapacidad para armar un partido político competitivo, en
esta oportunidad se ilusiona con haberlo encontrado en el PRO, encabezado por Macri
junto a una variopinta coalición de la que participa la cabeza de la UCR y girones
de su estructura electoral.
De todos modos sería suicida pensar que esos buenos
muchachos se transformaron de golpe en carmelitas descalzas y aceptaron jugar
limpiamente en el terreno democrático. Al contrario, aunque añoran los tiempos
de botas y tanques, como ahora parecen escasearles se resignan a jugar sus
propias figuras de cuerpo presente en alianza con la gran prensa y los grupos
económicos concentrados, nacionales e internacionales.
A manera de simple ordenador, enumeraremos las principales operaciones
contra el gobierno y la democracia que impulsaron sólo en 2015. A través de
Nisman, inauguraron enero atacando el Memorándum con Irán, a la que su trágica
muerte le evitó terminar en ridículo; febrero fue el turno de la marcha de los
paraguas y el intento de transformar en mártir al fiscal, que en realidad fue
un personaje vulgar e ilegal, como lo van revelando a diario las
investigaciones judiciales en curso; la cara visible de esa opereta corrió por
cuenta de los fiscales y jueces de la famosa “servilleta”; la siguiente
estación fue el operativo “Cabral, juez heroico”, en defensa de un puesto mal
habido; siguiendo por el andarivel de aves negras, apareció el juez Claudio
Bonadío que no quiso ser menos y, en complicidad con el gobierno y la policía
macrista, trajinó columnas de prensa tratando de enlodar a la familia Kirchner,
a la presidenta, a sus hijos y sobrina, mediante una maniobra tan burda que
ningún colega lo acompañó y terminó apartado de la causa; le siguieron las
mentiras sobre los sueldos de Axel Kicillof en YPF y las supuestas cuentas en
el exterior suyas junto a Nilda Garré; los bastoneros que vienen marcando el
ritmo de la comparsa son los ya conocidos denuncistas crónicos: Jorge Lanata en
los medios y Elisa Carrió en tribunales aportando como prueba un collage de los
mismos recortes periodísticos; estos personajes no dudaron en usar a un asesino
confeso, condenado a cadena perpetua por las muertes en el caso de la efedrina,
para atacar a Aníbal Fernández justo una semana antes de las PASO; no queriendo
ser menos, un coro de políticos sin escrúpulos quiso usar el drama de las recientes
inundaciones para descargar responsabilidades sobre el gobierno nacional y el de
Scioli. El toque de distinción a tal guiso se lo dieron los sucesivos intentos
de corridas bancarias, aprietes buitres y campañas de miedo. Sin embargo, al
comprobar los pobres réditos de tales recursos, el mismo día del ballotage en
que su pupilo ganó el ballotage de la CABA por un pelo, Macri copó el
escenario, lo hizo a un lado de modo poco elegante para sorprender con el
postre de su discurso cuasi camporista a la asombrada y ofuscada platea de los
propios y regocijo de la carcajada kirchnerista.
Ante este panorama, con los resultados de Tucumán a la vista
y los previsibles (¿también hablarán de fraude?) en el Chaco, cabe preguntarse
cuál será la innovadora pirotecnia que aportarán a la campaña en lo que resta hasta
el 10 de diciembre, y después, si las urnas les vuelven a dar la espalda o si, a
pesar de sus empeños, en la mitad de la carrera se les manca el candidato –el
lector sabrá perdonar esta licencia burrera –, se le descomponen sus
telepromters y la fórmula Scioli-Zaninni gana sin rebenque en primera o a lo
sumo en segunda vuelta.
Fraude
Agotado, por inverosímil, el operativo camuflaje y recuperado
el verdadero rostro de Macri cuando se sincera ante los propios, diríamos “cuando
habla en familia”, se empezó a proyectar la película de terror, con el fantasma
del “fraude” en el papel de estrella, un recurso que innova respecto a otras
épocas, las del “fraude patriótico”, que en la década infame de 1930 no se
avergonzaban de usarlo, sino al contrario, lo justificaba para evitar el
triunfo de la “chusma”, proceder reconocido hasta por sus ejecutores y padrinos
de bautismo.
Desde 1955 hasta 1973, ese instrumento no hizo falta porque lo
suplieron las proscripciones y de 1976 a 1983 la dictadura nos “ahorró” la
incomodidad de votar. Recién a partir del ‘83, los que lo volvieron a invocar sin
pruebas, siempre fueron los perdedores.
La actual originalidad es que ya no se esperan los
resultados sino que los anuncios se anticipan a la votación, como una esperada catástrofe
indetenible de la cual el kirchnerismo es portador natural y contra la que no
hay vacuna posible, casi un terremoto o un tsunami con fecha programada, sin preocuparse
por aportar las pruebas que lo avalen. Pura agitación mediática, circo del que
participa la oposición en pleno, que se acrecentó hace varios meses, en
especial después de las PASO, los especialista de mercado descubrieron que, a
pesar de los ríos de tinta, las horas de TV y radio, más los millones gastados,
la inversión resultó dinero tirado a la basura, pura pérdida.
Es tal su ceguera que, en lugar de enfrentar al oficialismo defendiendo
sus ideas, sus propuestas y los caminos para concretarlas, pierden el tiempo embarrando
la cancha para que sólo se hable de cuestiones perfectibles, como el sistema
electoral, el voto en papel o con la maquinita, donde abundan las opiniones
cruzadas tanto en nuestro país como en el primer mundo (es el caso de Alemania),
imposibles de resolver a los sopapos en un mes y medio, pero aptos para eludir
la discusión sobre los opuestos proyectos de país y echarle la culpa al otro
por los votos que la ciudadanía les viene negando.
Como cuestión adicional aparece el griterío sobre los
famosos debates entre candidatos, recurso que algunos suponen mágico.
Esos encuentros, además de poner a prueba la mayor o menor
capacidad histriónica de los candidatos, ¿cuánta más información son capaces de
aportar sobre la actividad política normal que ellos y su fuerza política
desarrollan los 365 días del año? Por eso, ajustándonos al período de tres
meses en que la disputa política se hace más intensa, cuando todas las fuerzas
salen a disputar el voto de los electores, si en esa etapa los candidatos y
partidos, en lugar de mostrar lo que han hecho y lo que proponen para el
futuro, se dedican a desviar la atención hacia cuestiones secundarias, es
porque las cosas importantes ya las tienen acordadas con los sectores de poder
real, al margen de la ciudadanía a la que buscan distraer con pura pirotecnia. Si
no, veamos con qué hacen barullo en los medios y qué le dicen en confianza a sus
amigos y socios del poder económico. Para la multitud revolean impunemente
acusaciones de fraude, corrupción, asesinatos, que amplifican los medios
concentrados, pero en las reuniones selectas, allí donde son agasajados por “la
gente bien”, se sinceran: devaluación, apertura de la economía, pagarle a los
buitres y todo el recetario de los ’90. Usted, amigo lector, que los sufrió o
se lo contó su familia, tiene parámetros para juzgar las consecuencias.
Por otro lado, ¿acaso alguien piensa que un debate donde a
lo sumo cada candidato dispondrá de media o una hora en total en una o dos
sesiones de televisión, donde abundan las chicanas, los golpes bajos y escasean
las ideas, puede cambiar el voto de centenares de miles de personas?
No hay que ser ilusos. Esos torneos de oratoria aportan poco
a la decisión del potencial votante, sobre todo si no queda claro quiénes participarán,
qué temas abordarán, dónde será la reunión, por qué medio se transmitirá, quienes
serán los moderadores y cuál su rol.
Si a eso se le suma el negocio de las encuestas, el combo cierra
completo por lo que no conviene engancharse en algo que contiene mucha espuma y
poca sustancia.
Por eso, sin despreciar el aporte tecnológico y sociológico,
quienes están convencidos de que el poder sólo perdura si se sostiene en el
pueblo soberano, no se deben confundir: la mejor herramienta de campaña
electoral son la propia historia y las propuestas claras y viables, transmitidas
de boca en boca y de persona a persona.
…y después, a celebrar o a llorar.
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