Almirante Alberto Lacoste |
La segunda esposa del almirante Alberto
Lacoste fue Angélica Aprile, prima de la mujer de Galtieri. Él a su vez era
primo de la mujer de Videla. Era en realidad una vida signada desde temprano
por sus vínculos con jerarcas militares. Ya en 1955 había participado con
Massera en la llamada Revolución Libertadora. Su ascendente carrera lo llevó a
saltar de la vicepresidencia (y virtual manejo) del Ente Autárquico Mundial
1978 a ocupar unos días la presidencia de la República durante el tropel de
personajes que desfilaron en los tiempos de recambios entre jerarcas militares
cuando el Proceso cayó en picada.
Cuando fue el golpe de 1976 la jerarquía
castrense en medio del reparto del botín decidió que la vicepresidencia del
Ente Autárquico Mundial 1978 correspondiera al Ejército y la vicepresidencia a
la Marina. Así las cosas, el general Actis fue el presidente y él lo secundó.
Pero al poco tiempo lo asesinaron. El crimen fue atribuido a los Montoneros.
Sin embargo siempre las sospechas giraron en torno a un ajuste de cuentas en el
poder. Es más, Eugenio Méndez sacó un libro con un sugestivo título: “Almirante Lacoste, ¿quién mató al general
Actis?” Ahí atribuye a Lacoste la autoría intelectual del atentado. Lo
cierto es que a Actis lo sucedió el general Merlo, amigo de Lacoste, en quien
recayó el virtual manejo del Mundial.
El blog “Asteriscos” traza una pincelada
de lo que fue el tristemente célebre EAM 78:”Gastos faraónicos. Internas con
sangre entre los militares”.
La revista “Contragolpe” del 30.4. 2011
detalló con más amplitud lo que fue el Mundial: “Según los militares iba a
costar 70 millones de pesos. Terminaron pagando más de 700 millones de dólares”.
“Con él al frente el EAM ‘78 manejó la caja con la que se desarrolló el
Mundial. El decreto 1261 de abril de 1977 permitía que el ente a su cargo
mantuviera ´reserva’ en la difusión
de sus actos. Jamás se presentó un balance de lo que Lacoste gastó”. “¿A quién
puede interesarle eso?” dijo a periodistas que le preguntaron si efectuaría una
rendición de gastos. “Además de la logística del evento ecuménico, Lacoste se
transformó en el amo del deporte argentino” agregó ese medio. Así desplazó a la
dirigencia de la AFA allegada al peronismo y ubicó allí a Alfredo Cantilo, un
hombre de origen conservador y sin mucho conocimiento del más popular de los
deportes. Previamente bloqueó sugerencias de instalar allí al ex presidente de
River, William Kent: “En River casi lo ponen con el escritorio en la calle, no
puede manejar la AFA” lo descalificó.
Se recuerdan sus “aprietes” a
dirigentes, periodistas, empresarios y hasta técnicos y jugadores.
La revista “Goles” supo lo que era
padecerlo. Un día hizo llamar a su director Benedetto Mosca, al que le pidió
que no hiciera más insinuaciones sobre los gastos del Mundial. “Después no se
queje si le ponen una bomba” le advirtió. Sobre el particular escribe Página/12
el 26.6.2004: “Su gestión fue autoritaria y patotera. Vestido siempre de fajina
y con una pistola sobre el escritorio Lacoste citó al periodista deportivo
Benedetto Mosca para cuestionar una nota de la revista Goles.”
Lacoste según dicho diario fue
“procesado por enriquecimiento ilícito, acusado de incrementar su patrimonio en
un 443% entre 1977 y 1979”.
River Plate, club del que fue entusiasta
socio toda la vida, no fue ajeno a su influencia. En ocasión de un conflicto
entre la institución y Fillol citó a éste a su despacho y le señaló que debía
firmar su contrato, “porque en River mando yo” (“Periodismo más deporte”, según
el artículo “El dueño” de Víctor Olivera). Llegó a imponer el desplazamiento de
la Dirección Técnica del ídolo más grande de la historia del club, Ángel
Labruna. “River es una cúpula de 4 tipos manejada por un almirante” se quejó
amargamente éste. Impuso en su lugar a Alfredo Di Stéfano, ligado
comercialmente a él. Su objetivo era más ambicioso: designar a la “Saeta” en la
conducción de la selección nacional en lugar de Menotti, objetado por allegados
a la cúpula procesista, por “comunista”, pese a ganar el Mundial ‘78.
Los conflictos con el plantel
precipitaron la brusca salida de Di Stéfano, que volvió a España. Antes Lacoste
y Di Stéfano hicieron despachar del club a otro hombre caro al sentimiento
riverplatense: Norberto Alonso. Sin Labruna y sin Alonso, River entró en un
tobogán que lo dejó al borde del descenso, con sus boleterías embargadas y
atraso en los pagos al plantel, a los empleados y huelgas sin precedentes que
agitaban al club de Núñez.
La caída del “Proceso” y de Aragón
Cabrera en River, oscurecieron su figura en la política nacional y entre los
“millonarios”. Sin embargo Joao Havelange, el entonces presidente de la FIFA,
le tendió una mano, ubicándolo como vicepresidente de este Ente. La revista
“Playboy” llego a vincular a ambos con el tráfico de armas.
“Murió el contraalmirante Lacoste y la
Armada rezo en su memoria” dijo “Página/12”. En efecto, la Marina exaltó su
memoria.
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