Mauricio Epsztejn—
De brillo estelar a usado chasquibum
Cuando el lector se encuentre con esta nota en Internet
todavía resonará a lo largo y ancho del país el eco de las multitudes que
participaron de los festejos patrios, especialmente los centenares de miles que
el 25 de mayo derramaron su presencia alrededor de la Plaza histórica y el
centro de Buenos Aires. También sabrá que faltarán poco más de seis meses para que
el 10 de diciembre asuman los que continúen el modelo kirchnerista refirmado en
las urnas o que se acabe, según anhelan otros. Hasta ahora, lo único seguro es
que en esa fecha y por obligado mandato constitucional, Cristina deberá ceder
la presidencia a un nuevo mandatario.
Ese día habrán transcurrido más de doce años y medio desde
que Néstor Carlos Kirchner accediera a la presidencia y otro aniversario del 15
de mayo de 2003 en que José Claudio Escribano amenazara al país desde un editorial en “La
Nación”, el diario que dirigía, sobre que si no se cumplía con el pliego de
condiciones que él había presentado: “la
Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”.
A partir de entonces estallaron las hostilidades pues aquel
25 de mayo Néstor prometió y cumplió: “No
he venido a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”,
mientras a Escribano y sus socios le vienen fracasando sus designios y no
porque mezquinen recursos para conseguirlo: conspiraciones, desabastecimiento,
boicots, operaciones de prensa, corridas bancarias, traiciones, agorerías, mentiras,
calumnias, motines en varias fuerzas de seguridad, agresiones internas y
externas o intentando transformar en mártires de la justicia a vulgares vividores
y aventureros. Cualquiera de nuestros lectores está en condiciones de ampliar
generosamente la lista.
Las agresiones continuaron contra el primer mandato de Cristina
Fernández de Kirchner y cuando todavía no había transcurrido un año del
segundo, una oposición que se invoca republicana y defensora de las instituciones
empezó a agitar la figura del “pato rengo”, un invento importado de Estados
Unidos, según la cual desde la mitad de su mandato ella debería abstenerse de gobernar
y sólo dedicarse a administrar el legado para el sucesor. En octubre de 2013 arreció
la campaña destituyente cuando a la presidenta debieron extraerle un coágulo
del cráneo.
A partir de entonces, el tema dominante de la prensa
hegemónica y la oposición política que recita ese libreto, fue promover un
candidato capaz de reemplazar a un kirchnerismo considerado poco menos que agonizante…
y a menos de tres meses de las PASO, lo siguen buscando, mientras en un
espectáculo lamentable se les caen muñecos y se va agotando el stock en medio
de alianzas y zancadillas sin principios en pos de un objetivo que parecía pan
comido. A contramano de tales vaticinios, este cronista tituló su columna en noviembre
de 2013: “Volvió, sorprendió y ocupó el
centro de la escena”. Esa opinión no se debió al acierto casual en un
concurso de adivinanzas, sino a la simple observación desprejuiciada de una
realidad al alcance de cualquiera, a tal punto que en los cenáculos que marcan
la agenda opositora se desinfló el triunfalismo y empiezan a pensar si sus
candidatos pierden en primera o segunda vuelta frente al oficialista que emerja
de las PASO.
Ya nadie habla del “pato
rengo” y por si cupieran dudas, hace poco la presidenta lo refirmó en público:
gobernará hasta el próximo 10 de diciembre y, como se sabe, sus palabras no son
meras expresiones de deseos, sino voluntad transformada en acción.
Por eso, quien haga un ejercicio de memoria sin rendirse
ante el vértigo y las anteojeras que trata de imponer la prensa hegemónica y
busca por dónde anda la mayoría de los que ayer nomás se creían astros del universo,
los encontrará arrumbados y con menos potencia que un usado chasquibum.
Acerca de la prensa y su poder
Se sabe que en el mundo moderno la tecnología de la
comunicación juega un rol importante y su utilización masiva por la prensa
representa un arma poderosa en la batalla por las conciencias. Puede servir
tanto para difundir cultura como para producir oscurantismo. La tecnología de
por si no suele ser intrínsecamente buena o mala. El tema es quiénes y para qué
se utiliza. Con el mismo martillo se puede arreglar un mueble o destrozarlo. No
vale la pena abundar sobre cómo las campañas publicitarias suelen inducir
conductas grupales, orientar modas, difundir noticias, propagar alarmas o convocar
auxilios. Si el invento de la imprenta amplió la posibilidad de acceso a los libros
y periódicos, democratizando el saber y la información que antes dependía de la
capacidad reproductora de los copistas y selectas bibliotecas, hoy la
informática multiplicó infinitamente esa posibilidad. Entonces, quien tiene el
poder monopólico sobre esas tecnologías y medios puede tratar de manipular el
conocimiento, la información y las conciencias. En ese sentido, la llamada Ley
de Medios, trabada hace cinco años en los estrados judiciales por la acción de
jueces cómplices del poder económico real, es un claro ejemplo de la
subsistencia en ese poder del Estado de elementos antidemocráticos.
Sin embargo, absolutizar la capacidad manipuladora de los
grupos mediáticos lleva a pensar que cualquier intento por enfrentarlos está
destinado al fracaso en ausencia de medios equivalentes y que los cambios
sociales son imposibles si previamente no se los priva de tal poder.
Esa forma de pensar errónea que presupone a la mentira con fuerza
para sostenerse indefinidamente y subestima la capacidad crítica de los destinatarios
del engaño; además, y posiblemente esto sea lo más preocupante, induce a la
pasividad, a sentirse prematuramente derrotados, a no polemizar con los medios
dominantes, a no usar todas las herramientas, incluso las informáticas —como
esta modesta publicación —, que multiplicadas gracias al avance de la
democratización del saber, son un poderoso antídoto contra la mentira. Además,
es relativo aquello de que “miente, miente que algo queda” porque a quien de
tal práctica hace un culto, suele pasarle lo que al partorcito del cuento.
Proyecto, candidato y garantes
Una cuestión que seguramente el kirchnerismo, con la
presidenta a la cabeza, buscará forzar entre propios y adversarios, será el debate
de ideas y proyectos, más allá de los candidatos.
Ante un espectro de aspirantes crecientemente polarizada y
simplificada, este es un tópico central. Si tiene éxito, la campaña dejará de
ser un festival de slogans, promesas y mercadeo de figuritas, para convertirse
en un ámbito donde cada fuerza y candidato deba exponer los suyos con nitidez
ante un electorado como el argentino, cada día más exigente, atento y
politizado.
Discutir proyectos no es divagar acerca el sexo de los
ángeles sino explicitar las grandes líneas de pensamiento con que los elegidos se
comprometen y que de ser elegidos deberán transformar en actos concretos,
priorizando a unos respecto a otros que solidariamente deberán resignar algo en
pos del bien general; es un campo que obliga a discutir el rol del Estado y el tipo
de Estado necesario, porque por acción u omisión siempre hay Estado. Entonces, no
alcanza con prometer viviendas, seguridad, salud, educación, transporte y lo
que a cualquiera se le ocurra, si no se dice de dónde saldrán los recursos o cual
será el actor económico que deberá aportar lo suyo, en qué proporción y por qué;
también se deberán poner sobre la mesa las relaciones internacionales del país,
sus aliados, socios, clientes y proveedores; el tipo de relaciones con los
centros financieros y la política de desendeudamiento así como el trato con los
fondos buitres.
En el caso particular de la ciudad de Buenos Aires, no se
trata de prometer, como hizo el ingeniero Macri, diez kilómetros de subte
nuevos por año sin presentar siquiera un diagrama del proyecto, ni la fuente para
financiarlo y, después de ocho años de quedar años luz de cualquier meta, volver
a prometer un megaemprendimiento bajo el obelisco. Lo que sí se puede y debe
definir es qué tipo de transporte necesita la ciudad y para qué; cuál es la
ciudad que se piensa y si el caos de tránsito en Buenos Aires se pretende resolver
con bicisendas y algunas líneas de metrobús en superficie. Igual con la
vivienda, la salud, la educación, la seguridad, y el resto de lo que le compete
a un gobierno y no al interés particular de los amigos.
Después de exponer sobre esas cosas que a modo de ejemplo
fuimos tirando al azar, hay que dar a conocer la historia de los candidatos, porque como
ninguno nació de un repollo, todos la tienen.
Sin embargo, la experiencia demuestra que sólo con buenas propuestas
y candidatos no alcanza, si los ciudadanos no se hacen cargo, si no sienten
como suya la cosa pública, si no ejercen sus derechos, los defienden y los
amplían, porque de eso se trata el famoso empoderamiento.
Por eso, cuando la presidenta interpela al pueblo y le
pregunta quién da garantía de que los logros y derechos conquistados no se
puedan perder bajo un próximo gobierno, del signo que fuera, se responde como
conductora política: no es un presidente, ni el parlamento, ni el poder
judicial. ¡Ustedes son la garantía!
Allí está la clave.
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