Por Mario Méndez—
Sorprendido
por la novedad, este cronista se puso a pensar en el raro fenómeno que, de un
tiempo a esta parte, ha llenado de poesía los muros virtuales de Facebook:
“Nomino a Zutano, Fulano y Perengano a compartir cuatro poesías durante cuatro
días”. Y también en esas “acciones poéticas” (muy publicitadas por el Facebook,
por cierto), que dejan sus marcas en los muros reales de ciudades y pueblos. ¿Qué
está pasando? ¿Hay acaso un boom de poesía? Difícil, difícil. Para pensarlo con
otros, entonces, el cronista sorprendido se puso a mirar las entrevistas del
libro Entrelíneas.
¿Qué pasa con la poesía, escritores y escritoras argentinas?
Contestan
nuevamente, en esta especie de selecto recorte de Entrelíneas, Adela Basch(1), Liliana Cinetto(2),
Franco Vaccarini(3), Didi Grau(4) y Lucía Laragione(5).
En
una de mis primeras entrevistas, hace ya algunos años, le pregunté a la poeta,
dramaturga, narradora y querida amiga Adela Basch cómo había empezado a
publicar. Esto me dijo:
“Tenía 32 años cuando escribí lo
que fue mi primer libro, una obra de teatro: Abran cancha, que aquí viene don Quijote de La Mancha. Al tiempo
escribí la segunda, Oiga, chamigo aguará,
quizás alguno de ustedes la habrá leído. La cosa es que yo escribía y quería
publicar como todos… y empecé a intentarlo y me encontraba en las editoriales
con un cliché que era: “teatro y poesía no publicamos porque teatro y poesía no
se venden”.
Cosa rara: la gente anda poniendo por las paredes virtuales que
pretenden que representen su imagen, un montón de poesía. ¿Y la poesía no se
vende? ¿Será cierto? A ver, hago memoria y busco… ¿qué era lo que opinó Liliana
Cinetto, cuándo le pregunté acerca de la escasa presencia de poesía en la
escuela?
“Hay escasa presencia de la
poesía en todos lados. En las escuelas, en las bibliotecas y en las infancias
en general. En las casas en las que hay libros, puede haber cuentos, puede
haber otro material, pero escasea la poesía. En la escuela pasa exactamente lo
mismo y a mí me parece preocupante. Yo creo que la poesía es la puerta de
entrada a la literatura. Por varias razones. Primero a través de los textos
orales, las canciones de cuna, las rondas, los juegos de palabras, las
adivinanzas… todo eso pertenece a la tradición oral pero ¡es literatura! Y es
el primer contacto que los chicos tienen con la literatura. Que los encandila,
aun cuando, siendo bebés, no entiendan nada de lo que están escuchando.
Entonces, en ese momento, se entabla con la poesía un lazo afectivo que perdura
si nosotros les seguimos dando poesía, pero se corta, si los chicos dejan de
tener contacto con ella. Por eso, cuando voy a las escuelas o cuando charlo con
mamás y con papás también suelo decir: tiene que haber libros, pero tiene que
haber también libros de poesía. Es decir, hay una noche en la que le contarán
un cuento y una noche en la que le recitarán un poema. Todos los géneros son
necesarios en la vida. No se puede cambiar uno por otro. Y la poesía es la
puerta de entrada a la literatura por ese motivo y también porque en la poesía,
para mí, están absolutamente todos los recursos que uno después puede encontrar
en el resto de la literatura. Desde los recursos a nivel discurso, desde las
metáforas, las comparaciones que pueden aparecer después en una prosa
tranquilamente, hasta los conceptos más básicos, como, por ejemplo, la
estructura narrativa. Porque hay distintas clases de poesía. Está la poesía
narrativa, que cuenta una historia, está la poesía descriptiva, la poesía pura…
todo está en la poesía. Y al chico lo atrae la musicalidad que tiene la poesía,
el ritmo, el juego que hacen las rimas. Desperdiciar ese amor que ya trae el
niño por la poesía no dándole más poesía, es una picardía. ¿A las maestras qué
les pasa? Y me incluyo porque cuando critico lo hago también desde el lugar de
ser maestra… Ejercí durante diez años y después dejé de trabajar pero hablo
también con la autoridad de haberme ensuciado los dedos con tiza. Y… la maestra
a veces no sabe qué hacer con la poesía. Si da poesía, se pregunta: “¿qué hago
después con eso?”. Porque sabe, la mayoría de las veces, que no tiene que
usarla para enseñar los sustantivos… o qué sé yo… Y yo le digo que no hay que
hacer nada con la poesía. La poesía hay que leerla, recitarla, narrarla y
dejarla ahí. Como una semilla para que germine, sin ninguna actividad
posterior. En realidad, creo que con toda la literatura, pero especialmente con
la poesía, hay que dejarla ahí”.
Ofrecerla, narrarla, dejarla ahí, dijo Liliana. Esto, pareciera, es lo
que está pasando en los muros. La gente anda compartiendo sus gustos poéticos,
pero: ¿no piensan comprar libros de poesía?
Liliana Cinetto dice que sí, que compran:
“Yo tengo ya seis libros de poesía publicados. Luché contra todos los editores
que me decían que la poesía no se vende porque los maestros no la quieren,
porque no saben qué hacer, porque los padres no la compran… Yo luché, y luché y
luché. Finalmente fui publicando todos mis libros de poesía y se venden muy
bien. Se agotan y se reeditan, y los chicos mismos son los que eligen el libro
cuando tienen la oportunidad. Porque yo sé exactamente que a los chicos les
gusta. No he perdido nunca la mirada de niño, cosa que me parece muy importante
para un escritor. Escribir aquello que el chico tiene ganas de leer. Porque si
escribimos para los adultos, para la crítica, para los premios o para tal o
para cual, nos olvidamos de nuestros lectores. Y me lo demuestran ellos, en las
cifras y las ventas, que es lo que después convence a los editores. Lo que pasa
es que también es importante saber que hay ciertas etapas en la degustación
poética de un chico. El chico, al principio, prefiere la poesía que le cuenta
una historia, lo que se llama “poesía narrativa”. Después, de a poco, puede ir
llegando a la poesía más descriptiva, o, incluso, en una etapa posterior, a la
poesía más lírica, donde hay puro juego de palabras. Es cierto que la puede
leer también al principio, pero a la hora de preferir, va a preferir más la
poesía narrativa. Eligen todo, porque yo he narrado poesías narrativas a chicos
de un año y se quedan escuchando. Ellos no entienden lo que yo les estoy
diciendo. Se quedan escuchando la musicalidad. Por eso también, ahora que se
defenestra la rima, y se defenestra la métrica, y el poema libre y toda la
cosa… que yo también los escribo, pero no hay que olvidarse de que justamente
esa musicalidad y esa rima es uno de los elementos que más les llama la
atención a los niños. Entonces, tenemos que darles tiempo a ellos como
lectores, a que su gusto poético se afiance, para pasar a la etapa posterior,
porque si no, hay poemas de poetas maravillosos que hacen que los chicos se
queden afuera. Y
por eso el maestro después no sabe qué hacer con eso, ni el chico sabe qué
hacer con eso, ni nadie sabe qué hacer con eso. Pero si uno ha hecho este
proceso de degustación poética, simplemente cuando llega a esa etapa, si ha
hecho todo el caminito, finalmente la
lee y la disfruta y se siente maravillado. Cuando estuve en el Foro de Mempo
Giardinelli en Chaco, había una mesa en la que hablaban de poesía y entonces le
decían a un poeta, por supuesto, que “la poesía no se vende”. Yo no decía nada,
porque yo vendo poesía. Entonces decían: “¿Y qué le damos a leer a un chico?
¿Alejandra Pizarnik?”. Y a mí me encanta Alejandra Pizarnik, pero si yo se la
doy a un chico me la revolea por la cabeza. Porque tiene que haber todo un
proceso de degustación. Es como si a uno, por ejemplo, le ponen la ópera, o
algo de música clásica o el apreciar una obra de arte que no es realista… un
cubismo… un surrealismo. Uno necesita hacer un “caminito para llegar hasta”. Un
aprendizaje, si se quiere, poético. Me parece importante que no se olvide eso”.
Aprendizaje poético, me gusta
esa frase. Me gusta tanto que me recuerda a Franco Vaccarini, otro amigo
escritor, muy exitoso y respetado, cuando con total sinceridad, y entre
risas, habla de la primera vez que
visitó un taller literario.
“Era el
taller de una profesora de Literatura que vivía cerca de donde estaba viviendo yo,
con mi hermana, en la calle San Luis y Ecuador, en Buenos Aires. En ese momento
me di cuenta de que todos escribían mejor que yo. Me acuerdo que había un pibe,
con boina tipo Che Guevara, que se mandó un poema de amor que me dejó
alucinado. Dije “este es un genio”: yo todavía escribía con rimas, no tenía
ningún estilo armado, obviamente, entonces ahí me di cuenta de que no tenía que
escribir más poemas con rimas. ¡Descubrí la poesía libre! y eso me hizo
adelantarme un buen trecho, y gracias a esa sola clase del taller”.
Para finalizar, a la poesía, por
lo visto, se puede llegar de niño, de adolescente y de adulto. Se puede llegar
desde la cuna, o desde el muro, real o virtual. Está ahí y, cómo diría Liliana
Cinetto, hay que ofrecerla, y ver qué pasa. Muchas carreras literarias
empezaron así, sin duda. Por ejemplo, la de Didi Grau:
“De adolescente empecé con la poesía. Mi papá escribía poesía y mi
abuelo, el papá de mi papá, también. Poesía clásica, con rima. A mi abuelo creo
que llegaron a publicarle algo en algún diario de barrio. La poesía de mi papá
y la que encontré en un cuaderno que dejó mi abuela (también con pretensiones
de poeta), era una poesía muy amarga. Escribían cuando estaban tristes parece,
¿no? Si bien yo a veces escribo algo cuando estoy triste, me gusta escribir
poesía cuando estoy exaltada por algo que me deslumbra, puede ser un paisaje u
otra cosa”.
También por la poesía empezó su
camino la novelista y dramaturga Lucía Laragione, que, con toda modestia, no se
considera poeta:
“Tanto como poeta..., pese a que
he publicado dos libros de poesía, que son mis dos libros iniciales, la verdad
que no me considero. Me parece que es un sustantivo o adjetivo muy grande. Me
parece que la poesía es un arte muy difícil y verdaderamente no es a lo que me
he dedicado aunque haya tenido la “caradurez” de haber empezado por ahí”.
¿Y se concluye en algo, después
de todo esto?, podrá preguntarse el amable lector. Tal vez, sólo tal vez, sí
haya algunas conclusiones dignas de mencionarse. Dos, al menos, se me ocurren. La
primera, de puro sentido común, es que compartir versos, ya sea en paredes
virtuales o en muros reales, está muy bien. La segunda, que ofrecerle poesía a
bebes, niños, jóvenes y viejos, en la cuna, la escuela, o las paredes, está
bueno. Es como ofrecerles comida, bebida, refugio: una atención, una gracia.
Bienvenida sea.
(1)Adela Basch
Dramaturga, cuentista, poeta, editora. De
entre sus muchos, muchísimos títulos, podríamos mencionar Oiga, chamigo aguará, Abran
cancha que aquí viene Don Quijote de la Mancha, Colón agarra viaje a toda
costa, Un buen rato de teatro, Una luna junto a la laguna, El reglamento es el
reglamento, y tantos otros. Recibió numerosos premios y menciones, entre ellos el Premio Argentores 1982 por El velero desvelado, mención en el Premio Coca-Cola de Literatura
Infantil 1987 por el cuento “Blunquimelfa”; mención en el Premio Nacional de
Literatura Infantil 1995 por El extraño caso del amigo
invisible y en 2002 Premio Destacados de ALIJA por su obra de teatro José de San
Martín, caballero del principio al fin.
(2)Liliana
Cinetto
Profesora
de Letras, narradora oral y una
prolífica autora. Ha publicado libros de poesía como Hechizo de espuma y Peces de
la noche; novelas como Cuidado con el
perro, Diminuto contra los fantasmas,
Diminuto y el monstruo subterráneo, Diminuto y el gol de oro y Cuento con
carpincho y todo; libros de cuentos como El pozo y Cuentos que hielan
la sangre; y ha hecho sus propias versiones de las leyendas argentinas en
los libros El abrazo de los ríos y La flor de oro y de las historias
tradicionales El patito feo, Caperucita Roja, La bella durmiente,
Blancanieves... Es autora, además, de la colección “Perros con historia” que incluye Ambrosio en la Prehistoria, Ambrosio en el Antiguo Egipto, Ambrosio en
la Antigua Grecia y Ambrosio y los Vikingos. También ha publicado cuentos y
poesías en antologías de Argentina, Chile, Bolivia, Puerto Rico, Estados Unidos
y España y la han traducido al
portugués, al catalán y al italiano. Recibió importantes premios como el
"Alfonso Grosso", de Sevilla, por su primer libro de cuentos para
adultos, La vida es cuento.
(3)Franco
Vaccarini
Autor prolífico y premiado. Obtuvo en 2006 el
Premio “El Barco de Vapor”, por La noche
del meteorito. Su novela inédita La
pasajera encantada recibió la Mención de Honor del Fondo Nacional de las
Artes en 2001. Uno de sus libros de
poesía, El Culto de los Puentes, fue
distinguido por el Fondo Nacional de las
Artes en 1997 y ha publicado libros de cuento y novela infantil y juvenil, como
Ganas de tener miedo; El hombre que
barría la estación; La mecedora del
fantasma; Los ojos de la iguana; Eneas, el último troyano; Los crímenes del
mago Infierno; Algo más que un tesoro; Algo que domina el mundo; El monstruo
perfecto; Otra forma de vida; entre muchos otros. También fue subdirector
de la revista de cuento latinoamericano Mil mamuts.
(4)Didi Grau
Autora e ilustradora de larga e importante
carrera. Ha ilustrado y ha escrito, entre otros libros, La máquina de la felicidad,
Curumbamba y Curumbé, ¿Y la luna dónde está?, Cereza y Kiwi, Riquete el del
copete, Rimanumero, La nariz andariega / Un capote de primera.
(5)Lucía
Laragione
Autora prolífica y versátil.
Algunos títulos de sus libros son: Amores
que matan, Tratado Universal de monstruos, S.O.S. gorilas, El mar en la piedra,
El gran Brancoleone y otros cuentos, La bicicleta voladora... También están
publicadas sus obras de teatro para adultos: Cocinando con Elisa, Criaturas de aire, entre otras. Ha sido
publicada en Chile, México, España y Francia y sus obras de teatro fueron
estrenadas en nuestro país, en España,
Francia y Portugal.
Obtuvo
el premio Argentores, el Trinidad Guevara y el premio Municipal de
Teatro, en Argentina. Y también el premio internacional María Teresa León para
autoras dramáticas que se otorga en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar, compartir y opinar