miércoles, 30 de abril de 2014

López Jordán y la última rebelión federal

Osvaldo Riganti—

Ricardo Ramón López Jordán
Después de Caseros, Urquiza levantó la misma bandera que enarbolaría Lonardi producida la “Libertadora” poco más de un siglo después: "Ni vencedores ni vencidos".

Rosas lo había nombrado comandante del ejército para combatir al Brasil pero le exigió que a cambio Entre Ríos, la provincia donde sentaba sus reales, suspendiera el tráfico comercial con Montevideo, cosa que no fue de su agrado. El lº de
mayo de 1851 Urquiza lanzó su célebre Pronunciamiento, por el que instaba a la legislatura entrerriana a aceptar las reiteradas renuncias del jefe de la Confederación y expresó su decisión de combatir a "los enemigos de la organización nacional". Sumó sus fuerzas a las de los unitarios dentro del llamado Ejército Grande, que también integraban tropas de Montevideo y del Imperio de Brasil. Derribado Rosas, él quedó a cargo de la Confederación y una vez sancionada la Constitución de 1853, la gobernó como Presidente entre 1854 y 1860, sucedido por Derqui que para reprimir el levantamiento de Mitre, lo nombró al frente del ejército nacional. Mitre y Urquiza se enfrentaron en1861 en la batalla de Pavón, donde el entrerriano inexplicablemente abandonó el campo de batalla y dejó el camino libre a la hegemonía mitrista.
Luego Urquiza se recluyó en Entre Ríos, donde se limitó a gobernar la provincia. La retirada de Pavón, su reticencia a colaborar con los caudillos que enfrentaron a Mitre, su apoyo a Mitre durante la guerra de la Triple Alianza proclamando que volvían a estar "junto a la misma bandera que nos unió en Caseros", minaron su ascendiente entre las masas entrerrianas y eso llevó a que el 11 de abril de 1870 estallara la Revolución Jordanista, encabezada por el general Ricardo López Jordán.

Ese general había sido colaborador de Urquiza y no le perdonaba a su antiguo jefe el haber pactado con Mitre y permanecido impasible ante la disolución de la Confederación. Mientras tenía lugar el hecho revolucionario, irrumpió en el palacio San José, residencia de Urquiza, una partida encabezada por el coronel cordobés Simón Luengo, a quien secundaban Nicomedes Coronel —capataz de una de las estancias de Urquiza —oriental —, el "Tuerto" Álvarez —cordobés —, el "Pardo" Luna —oriental —y el capitán entrerriano José María Mosqueira. La orden de López Jordán era detener a Urquiza pero como éste intentó defenderse a tiros, recibió un balazo en la boca que lo desplomó, tras lo cual fue apuñalado.

El crimen contra Urquiza venía flotando en el ambiente. Le recriminaban no pocas deserciones. De todos modos existe coincidencia en desligar a López Jordán de instigar su autoría porque el mismo día en que Urquiza fue ultimado, en Concordia también mataron a sus hijos, Justo Carmelo y Waldino Urquiza, que eran amigos íntimos de López Jordán, lo que robustece la creencia de que éste fue ajeno al asesinato.

Días después, el capitán Mosqueira fue detenido y procesado, acusado de haber cometido el hecho. El reconoció su participación en el hecho revolucionario pero negó haber ultimado a Urquiza, enfatizando que las órdenes por él cumplidas no contemplaban cometer el crimen, por lo que fue sobreseído. El doctor Jorge Adolfo La Rosa —descendiente de Mosqueira —ha escrito el libro "El no mató al general Urquiza", donde niega de cuajo la responsabilidad de Mosqueira en el hecho y hace hincapié en que éste estaba haciendo guardia en el patio trasero al de la zona en que se produjo el desenlace.
Asesinato de López Jordán
López Jordán fue elegido gobernador por la Legislatura. En su discurso de asunción apoyó la revolución, pero deploró el camino tomado con la "víctima ilustre que se inmoló".

El presidente Sarmiento ordenó la intervención de las tropas nacionales, con los consiguientes enfrentamientos armados, saqueo de estancias y campos devastados. Así la provincia terminó ocupada militarmente y entró en un proceso de decadencia. López Jordán fue detenido, pero logró fugarse y exiliarse. Con los años volvió y fue asesinado en 1889. Aunque su asesino, Aurelio Casas, fue detenido, no se esclarecieron los móviles del crimen y en 1919 el presidente Yrigoyen lo indultó.

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