miércoles, 30 de abril de 2014

La inseguridad nuestra de cada día, publícanosla hoy…

Mauricio Epsztejn—

La seguridad, o mejor dicho la inseguridad, se ha vuelto tema central de la campaña contra los gobiernos de Sudamérica que enfrentan a los tradicionales poderes fácticos. El que la derecha política y mediática lo agite permanentemente no es que se esmere por resolverla sino lo utiliza como herramienta para generar miedo en la población, sobre todo entre quienes tienen algo por perder.
Como el miedo paraliza, impide pensar sobre las causas que la generan y el camino para resolverla. Además, hay una utilización distorsionada sobre su magnitud local, comparada con otras épocas y latitudes. Las propuestas que ofrecen los sectores vinculados o influidos por la derecha política no pasan de una colección de slogans efectistas que se resumen en la llamada “mano dura”, fracasada no sólo aquí sino en el resto de los países donde se intentó aplicar.
Según sus panegiristas, todo se resolvería con más cárceles para hacinar adentro a los “negros, feos y sucios” o “meterles bala”, algo que propugnan charlatanes de variado pelaje. Si así fuera, el delito ya habría desaparecido hace rato en Estados Unidos —país con millones de ciudadanos encarcelados, en su inmensa mayoría pobres —, o en Colombia —donde se libra una guerra civil que lleva más de sesenta años —, o en Méjico, con un crecimiento de muertos que parece no tener fin, o en Brasil, que geográficamente nos es más cercano, o en Italia, donde las diferentes mafias están instaladas desde hace rato. Son ejemplos bastante conocidos por esto lares.

Para los medios de comunicación dominantes y con eco en segmentos de la población sensibles a sus campañas, el tema de la inseguridad parecería circunscribirse a los delitos al menudeo y lo utilizan para atacar las políticas kirchneristas. Para tal punto de vista, los más peligrosos y aberrantes habrían empezado en 2003 y se fueron incrementando a partir de la sanción de la ley de medios. Paradigmas de tales conductas son Jorge Lanata —estrella del grupo Clarín —y Elisa Carrió —panelista habitual de TN y denuncista crónica desde la pantalla —, personajes que se dedican a difundir infundios por cuanto medio les da cabida para sostener su presencia ante la opinión pública y montar shows tribunalicios sin aportar más pruebas que sus propias notas o grabaciones.

Son campañas donde cualquier delito es magnificado a fuer de ser repetido a cada rato, cargándole la  responsabilidad siempre al gobierno nacional, catalogado como un manojo de corruptos a los que es necesario desplazar cuanto antes y como sea, para sanear al país. Es el sustento ideológico de quienes propugnan la mano dura y un gobierno de seres inmaculados, sin memoria y sin historia.

DELITOS y delitos

Así, como mayúscula y minúscula. Los con mayúscula ocupan las planas más destacadas de los principales diarios y canales de TV: arrebatos, robos de vehículos o a domicilios, venta de droga al menudeo; los segundos parecieran no existir, reemplazados por una palabra más moderna: ahora se llama negocios y sus actores no revisten en la categoría de delincuentes porque son los limpitos y perfumados que, entre otras cosas, armaron el corralito y el corralón donde encerraron y confiscaron los ahorros de la clase media argentina para transferirlos a paraísos fiscales o a la banca transnacional; son los que vaciaron las arcas públicas y se llevaron el patrimonio nacional a precio de ganga, sin que hasta ahora hayan podido ser juzgados ni condenados. Ni siquiera tuvieron necesidad de puerta giratoria, porque nunca pisaron un juzgado. Según tal interpretación, esa gente no cometió delitos, sino sólo hicieron buenos negocios y merecen reconocimiento, por lo que siguen dando cátedra de moralidad y decencia, a la vez que recomiendan mecanismos para combatir el delito... de otros.

Por eso sería bueno que la sociedad debatiera en serio el concepto de seguridad, que se relaciona con la idea sobre en qué país se quiere vivir. Si seguros y sin miedo “metiéndole bala” a los reales o presuntos ladrones de gallinas o profundizando la pelea por la inclusión social; si con policías honestas y profesionales, en respaldo de una justicia justa para todos o con gente armada por el Estado, pero muchas veces sospechada de connivencia con el delito y el gatillo fácil y con jueces amigos de los poderosos, que sólo encarcelan a los pobres.

Es difícil entender a quienes reclaman más presencia del Estado, mientras descalifican los recursos que este destina a la inclusión social con el argumento que es dinero para que los pibes “se vayan de gira”, al decir de Jesús Cariglino, referente del Frente Renovador de Sergio Massa o que “se va por la canaleta del juego y la droga”, según palabras de Ernesto Sanz, precandidato a presidente y titular del radicalismo.

El de la seguridad es un debate necesario, a dar sin demagogia, sin oportunismo, sin exitismo y sin esperar soluciones mágicas ni importadas de lugares donde fracasaron, como en Estados Unidos y Colombia, por sólo nombrar los más mentados, destinos a los que Sergio Massa peregrina en busca de consejo y apoyo electoral, después arrodillarse ante la embajadora yanqui para difamar al gobierno del que formaba parte.

Sacudir la alfombra

La inseguridad y el crimen son temas a los que recurre la derecha para estigmatizar a los pobres, a los excluidos, pero que los barre bajo la alfombra cuando está implicada “la gente bien”, esa que pregona la moral mientras evade impuestos, fuga capitales y también asesina. Es un mundillo donde se conocen casos emblemáticos, de esos que hicieron ruido y quedaron sin resolver, como el asesinato de Nora Dalmaso o María Marta García Belsunce. Y aunque en este último hubo condenados, entre otros el marido, Carlos Carrascosa, siguen cuestionadas las pruebas, no se conoce el autor de los disparos, ni aparece el arma y nada se sabe sobre los motivos del homicidio, aunque las sospechas giran en torno a maniobras con dinero “non sancto”.

Por eso la justicia, las fuerzas de seguridad y sobre todo la sociedad, debería velar para que la mugre no se barra bajo la alfombra, sino que se sacuda y se deposite donde a la mugre le corresponde, aunque afecte a la “gente bien”.

En los casos citados, el silencio de familiares y allegados es sugestivo y hace sospechar un pacto para ocultar otros delitos que si se destaparan podrían despedir el mal olor de una mezcla compuesta por policías corruptos, jueces venales y el entorno de las víctimas. Serían delitos gordos, de esos por los que se amenazan vidas o algo que en esos círculos se considera peor, sus bienes. De otro modo no se entiende ese silencio que hace caer una cabeza para garantizar la impunidad del resto.

Sin embargo, casos como los señalados no son los que más se agitan cuando se habla de seguridad.

Por eso los medios machacan con la seguridad, se refieren al cuidado de los bienes materiales de quienes los tienen.

¿Pero acaso no es un tema de seguridad el que amplios sectores carecen de lo que se estimula tener desde el bombardeo publicitario de una sociedad de consumo?

¿Por qué esta faceta de la inseguridad no es considerada un peligro por la derecha y los medios hegemónicos?

¿Por qué en los países donde la distribución de riqueza es más equitativa, hay mayor seguridad?

¿Por qué estas preguntas están fuera de la verborragia de quienes agitan ese fantasma?

Esos mismos propagandistas tampoco cuestionan a quienes se quejan por “ausencia del Estado” y a la vuelta de hoja propugnan que este se retire y deje todo en manos del mercado. Exigen un Estado que se ocupe del flagelo y se niegan a pagar los impuestos que eso implica. Y todo lo hacen con el argumento que la plata se la roban los políticos, la misma cantinela de siempre, que incluso le dio nombre al golpe de estado de 1930, bautizado “Revolución Moralizadora”, una chirinada que inauguró la “Década infame” que luego se replicó cada vez más dura y llegó a su punto máximo con la última dictadura, propulsada y tributaria de quienes tanto claman por seguridad.

El tema de la seguridad aparece y desaparece de las campañas mediáticas, según su utilidad para atacar al kirchnerismo. Sin embargo, como es posible que vaya creciendo por lo menos hasta fines de 2015, el campo nacional y popular no debería caer en la trampa de la derecha de querer contrarrestarla comprando los argumentos que ella le ofrece como panacea.

2 comentarios:

  1. no me agrada leer comentarios que son tan prejuiciosos como las opiniones a las que hacen referencia.no escucho,salvo raras excepciones,que proceden de gente ignorante,que hay que eliminar a la gente negra,sucia y fea.creo que asi se refirieron.ni usar la mano dura.lo que si creo es que,simplemente, hay que ir al fondo de la cuestion.al origen y causa.a mi no me compite opinar sobre lo que ocurre en otro pais, me importa el mio.la prensa hegemonica o los sectores liberales o como se les ocurra llamarlos,NO son los que deben atacar el problema.tengo entendidi que el estado debe velar por todos, y principalmente por los ciudadanos en peligro.QUE SON LOS QUE SUFREN LAS CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE CONTROL ANTE LA INVASION DE LAS DROGAS,EL TRAFICO DE ARMAS Y LA INSUFICIENTE ATENCION QUE NECESITA LA NIÑEZ.VICTIMA PRINCIPAL DE LA VIOLENCIA INSTALADA EN TODOS LOS NIVELES.cuando digo ciudadanos en peligro me refiero a estos ultimos,a las principales victimas de la desidia de los gobernantes,que no atacan los problemas en su raiz.yo no quiero mas carceles ni mas policias.quiero mas control en fronteras, mas presencia del estado en la vida de los niños para cuidarlos,no todo es regalar pescado, hay que enseñar a pescar y enseñar, ademas ,que es mas digno.

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  2. Mauricio, como siempre tu pluma de trazo fino y sutil me deleita y me hace esperar con ansias el próximo número.
    Y por supuesto, completamente de acuerdo con tus reflexiones.
    Un abrazo,
    Hugo

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