viernes, 25 de mayo de 2012

Horacio González “Mi forma de valoración no es la obsecuencia”

Por Víctor Domast, Roberto Ruiz y María Sterle
(Entrevista publicada por la revista Tinta y Flores, del Taller de periodismo que funciona en el Centro cultural del Bajo Flores)

Horacio González
Horacio González vivió en Villa Pueyrredón, un barrio popular de la ciudad de Buenos Aires. Surgido de una familia de escasos recursos, se educó en una escuela primaria pública y cursó su secundario en un colegio comercial. Forjó su vocación de sociólogo, a partir de escuchar las palabras sueltas que resuenan en las veredas y las conversaciones familiares con un abuelo ferroviario. Desde 2005, ocupa el cargo de director de la Biblioteca Nacional y es el protagonista de nuestra entrevista.
Nos recibió cordialmente en su amplio despacho, un lugar que reflejaba aún la luz del día a través de grandes ventanales, que permitían ver la Plaza del Lector, un espacio verde, apto para leer alejado de los ruidos de la ciudad. González, respondió en voz baja y con mucha tranquilidad, eligiendo las palabras para hacer más interesante su relato. Prestó su tiempo accediendo a nuestras preguntas e inquietudes sobre su trayectoria, su trabajo actual y su visión del mundo. De esa forma, nuestras expectativas y ansiedades se transformaron en la concreción de una charla con uno de los hombres más lúcidos de este tiempo.
 -¿Cómo surgió su vocación por la Sociología?

A mí me interesó la Sociología desde las grandes cuestiones filosóficas, las tradiciones humanísticas, las ideas políticas, el socialismo, las izquierdas, todo eso me interesó siempre y la organización nacional y popular, que es donde milité muchos años. Por lo tanto considero a la Sociología como un avatar en la vida donde la sociedad parece un gran fenómeno histórico donde siempre nos estamos preguntando ¿Qué es lo que está pasando? ¿Quiénes son los que se mueven en este episodio?¿Cómo se definen los sujetos? ¿Cómo se pueden construir mejores vínculos entre las personas?, y no sólo amorosos sino también políticos, aunque los primeros son más interesantes.

  -¿Fue muy difícil en los años 60 cursar Sociología en la Universidad de Buenos Aires?

- Eran años de militancia política, fue difícil y fácil por un lado, yo era un militante, no dejo de serlo hoy de manera diferente. Yo militaba en la Juventud Universitaria Peronista, en distintos grupos de la izquierda peronista. Era una época difícil, con militancias muy extremas. Yo no era un militante con compromisos últimos, digamos, pero conocía el tema y tenía vinculación con personas que habían tomado decisiones más drásticas que las mías. Primero fue la militancia estudiantil, después la barrial, siempre en la corriente nacional y popular, esas experiencias forman parte de mi memoria. Esa memoria que tengo de mi militancia la llevo con mucho cariño y es un grato recuerdo, porque es un tiempo formativo, donde la ciencia, la política, la vida en común en la universidad y ese cambio del mundo son la nota característica de los estudiantes, como hoy veo a los chilenos. Son luchas que todas las generaciones van reponiendo, con formas diferentes, pero es un legado que no se pierde, es un hilo de la historia.

- ¿Cómo atravesó la época de la dictadura?

Estuve preso un par de veces, primero con (Alejandro Agustín) Lanusse por el asunto de la militancia. Después estuve preso con (Jorge Rafael) Videla y fui bastante afortunado porque tuve un juicio, o un simulacro de juicio. Tampoco yo era una persona comprometida con actividades políticas drásticas. El juez se declaró incompetente y pasé todos los años del gobierno militar en Brasil, trabajando en un diario brasileño Folha de Sao Paulo y dando clases en un instituto universitario de Brasil. Desde el `77 hasta el `83, volví con (Raúl Ricardo) Alfonsín, haciendo el ciclo específico de la historia argentina. Viví en el seno de una familia brasileña, en medio de un gran desgarramiento por la situación argentina.

 -¿Usted se fue porque sabía lo que se venía?

Me fui cuando salí de la prisión. Ésta fue extremadamente dura. Después de eso, no era fácil reencontrarse con los compañeros, si bien volví a dar clase en la Universidad del Salvador, yo sentía que había estado al filo de lo peor, así que opté por irme, porque las personas de mi convivencia estaban preocupadas. Esa fue mi decisión y fue tristísima, si tuviera que rememorarla ahora diría que fue la decisión más difícil.

-¿Y eso cómo lo marcó en la docencia universitaria?

En Brasil di clases en un Instituto dependiente de la Universidad de San Pablo, que era como dar clases en Buenos Aires. Ahí aprendí mucho, hice un doctorado, salí un poco del marco más estricto de la cultura argentina, tanto universitaria como política. El Brasil es un país más cosmopolita, conviven distintas culturas populares y universalistas, en cambio en Argentina no sucedía esto. Siempre seguí los asuntos argentinos y participé de los grupos de exiliados. En Brasil la dictadura era más suave que acá, porque no habían empleado el terrorismo de Estado en escala, de modo que los argentinos éramos marginales, no teníamos nada que ver y podíamos vivir tranquilos. La diferencia entre vivir tranquilo en Brasil y la forma agobiante que se vivía en Argentina era muy notable. Allá se podía estudiar, se podía tener vida urbana, caminar por la calle. Alguno te decía: “Cuidado con estas calles, son peligrosas”. Vos le decías: “Qué peligro, ni peligro. Nunca me sentí tan bien, caminando por esta calle peligrosa de San Pablo”.

 
- Usted comentó que le gustaría ampliar la esfera libertaria dentro del Estado cuando asumió como vicedirector de la Biblioteca Nacional. ¿Pudo concretar esa idea siendo hoy el director?


Esa palabra no la moví del lugar donde estaba. En las áreas culturales del Estado, es posible decirlo, no sé si un funcionario de Economía, o de Recursos Energéticos, o en el Ministerio de Planificación podrá decirlo del mismo modo. Pero pertenezco a una experiencia interesante en Argentina, que es el kirchnerismo, que en las áreas culturales tiene cierto aspecto libertario y su irrupción inesperada en la escena argentina tiene también un tinte libertario. Lo libertario no es una ideología política concreta, es más un comportamiento de libertad. Se puede ser libertario en cualquier fuerza política, puede haber libertarios republicanos, demócratas, radicales, peronistas. Libertario es tener capacidad de escucha, poder rever los errores en la posible búsqueda de soluciones nuevas. Dicho en el Estado suena muy fuerte. El Estado tiene varias áreas, las áreas duras son las económicas y las áreas culturales, que son el brazo blando. Acá en la Biblioteca Nacional lo empezamos a hacer con la política cultural y de prensa, que tienen una espesura muy grande y se han modernizado.

 - Cuando llegó a la Biblioteca se encontró con tres gremios (ATE, UPCN y SOEME), que estaban enfrentados entre ellos y con empleados que no estaban reconocidos por la tarea que hacían. ¿Cómo es el día a día con esos problemas?

La vida sindical en la Biblioteca Nacional es muy intensa. ATE y UPCN mantienen sus diferencias, pero más allá de eso, en el último tiempo, hemos alcanzado acuerdos muy importantes. Un poco la tarea mía acá es formular mayores estímulos para que los empleados perciban que la Biblioteca es un lugar cuyo vínculo laboral vale la pena. Por lo tanto, trato de pedirles un mayor compromiso y una mayor creatividad. El Estado siempre en una pareja ocupa el lugar del más bobo, al Estado se le pide mucho y no se lo considera digno de darle en una medida equivalente. Yo llamo espíritu libertario a que haya otro tipo de Estado, que no genere suspicacias. Entonces, como esta no es la peor época salarial para el empleado público, reclamo un esfuerzo equivalente, un compromiso con el Estado, que es finalmente un compromiso con lo popular, con la vida social colectiva. El Estado aparece así como un mediador, no un simple mediador porque no lo es, pero un mediador en una organización colectiva.

 -¿En qué momento decide acompañar este modelo de país?

Yo a (Néstor) Kirchner no lo conocía, un día él me llamó ofreciéndome charlar en la Casa de Gobierno. Me pareció un personaje extraño, muy abierto, que venía inesperadamente a la escena política, con muchos planes y muchos colaboradores. Me hizo el ofrecimiento de estar en la Biblioteca Nacional y no lo dudé, pese a que nunca había pensado en ser funcionario. De Kirchner me llamó la atención su primer discurso, el modo en que giró el bastón. Para mí, tomó el poder como un juego interesante, llamó a esta improvisación imaginativa, en una época donde construir algo era a partir de la profundidad. Sigo pensando que Néstor Kirchner fue un personaje importante de la política argentina y en mi vida lo fue. Conservo un recuerdo de él con mucho cariño. Después otra cosa será cómo lo valorará la historia. Pienso que la historia lo va a valorar muy bien. Mi forma de valoración no es la obsecuencia, es una forma de valoración sensata, serena y por qué no, crítica.

  -¿Qué es Carta abierta?

Carta abierta va a tener que cambiar cierto estilo. Para mí el estilo de lucha contra el campo hoy ha cambiado. El campo vota al gobierno, se produce una situación totalmente novedosa y no permite bajar los brazos y pensar que la Argentina llegó a una suerte de gran órgano acuerdista que es notable, ¿no? No, no es así, se renovarán los conflictos, si no son estos, serán otros. Este es un gobierno popular, con muchos afluentes, con muchas formas de construcción, que carga con la historia del peronismo, que es muy compleja, todo argentino lo sabe muy bien. La tarea de reconstruir el Estado, un Estado democrático, está incompleta. Hay grandes tareas como la distribución de la renta y la generación de más empleo, que deben proseguir.

 -¿Cómo ve el papel  de los intelectuales dentro del gobierno?

Este gobierno, a diferencia de otros, se parece un poco al primer Alfonsín, tiene una relación amable y comprensiva de la vida intelectual. La palabra intelectual a veces yo mismo no quiero cargarla, porque creo que hay problemas intelectuales más que personas que son intelectuales. Todos los verdaderos dilemas de la sociedad son intelectuales, pero decirle intelectual a una persona, depende como se lo dice…

  Suponemos siempre que lo decimos bien…

Bueno, pero hay un lado peyorativo, porque en la vida política, sobre todo en la vida política argentina, hay un dictamen último sobre las cuestiones y casi siempre se cargan con ciertas suspicacias sobre que había un exceso de lenguaje, esa mala fama de la tarea del intelectual que yo no comparto. Pero de todas maneras hay que admitir, que la tradición intelectual argentina dio lugar a muchos elitismos, a muchos intentos de crear una capa especial, personas con privilegios indebidos.

 ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación?

Después de efectivizada la Ley de Medios, que es un trámite que se le debe a la sociedad, que costó mucho y seguirá costando mucho, tendremos otro panorama mediático, habrá más voces que se sumarán a las existentes, se van a diversificar y se desmonopololizarán. Se inaugurará un período de gran creatividad cultural. La Ley de Medios no dice qué hay que decir, eso depende de la sociedad, los nuevos contenidos son decisiones libres de los grupos culturales, de muchos lugares, de los medios actuales, de los que van a crearse, de los medios vinculados a asociaciones cooperativas, civiles y barriales. Cambiando así el panorama sería una pena que redundemos en formas culturales ya vistas. Los docentes y ustedes mismos están obligados a pensar este tema.

 -Igual los multimedios venden cambiado este discurso, dicen que va a desaparecer el canal Volver y toda una serie de cosas. En realidad se va a sumar más gente, va a haber una amplitud, varias voces.

La mayor diversificación exige mejorar las buenas producciones culturales, los contenidos y también redefinir la noción de pueblo, reflotar el entretenimiento popular. Hay que reformularlo, no tenemos por qué recibir dosis gigantescas de (Marcelo) Tinelli todas las noches. Seguirá existiendo, nadie lo va a impedir, pero hay que hacer nuevas ofertas muy profesionales, que no sean necesariamente eso y que sean realmente atractivos, que jueguen con lo picaresco, que tiene que ver con el lenguaje de la sensualidad. Tinelli quiere tenerlo, pero a veces es tono burlón, muchas veces es humillante.


-¿Qué opinión le merece el hecho de que se haya hablado de los Derechos Humanos en los programas de Tinelli o de Jorge Rial?

Por un lado demuestra que persiste el deseo de saber qué pasó, por otro lado, coincido con el concepto de banalización de los Derechos Humanos. También a esto hay que agregarle que demuestra vitalidad el tema. Uno a priori no condena a nadie, una cosa es una posición crítica, como yo tengo y otra cosa es una posición condenatoria. Veo con asombro al mundo, la crítica debe suponer un lugar para ver la complejidad y la densidad de los problemas a enfrentar. En el caso de Graciela Alfano me enteré que se decía esto, no me enteré que haya una picota pública. Me gustaría que haya un juicio serio y que se escuchen todas las voces.

 Algunos dicen que sólo es una pelea mediática entre Rial y Alfano, canalizada a través de este episodio de los Derechos Humanos.

Me parece que si realmente fue como dicen, una sociedad más madura debería saber cómo juzgar todo eso. Si no hay nada que esté vinculado con el tema de la Justicia, hay otra cuestión de índole moral, que tiene que ver con la vida privada de las personas. Toda sociedad tiene su farandulización, todos los procesos políticos quieren una acción farandulizadora, que a veces equívocamente interpreta al movimiento popular sin serlo. Tinelli provoca esa angustia interpretativa. ¿Eso es popular o es otra cosa lo popular? Creo que ahí hay una parte de lo popular, que no es desdeñable, en principio está el baile popular, muy deformado con coreografías que tienen una apelación a la vulgaridad. Muchas veces hay algún pequeño destello, hay mucho profesionalismo en los coreógrafos, los bailarines, pero toda la envoltura de disputa que tiene es una escenografía poco interesante, porque la preside una figura, para mí, muy cuestionable, una figura que con su mirada establece una especie de burla asimétrica, ya saben a quién me refiero: al hombre de Bolívar.

  -Está bueno que se empiece a hablar del apoyo civil a la dictadura militar…

Eso se habló mucho, yo creo que lo de esta chica Alfano, agrega algo que se debe lamentar también. Uno se puede imaginar siendo una bailarina, que tiene una cara de niña a su edad, a mí me inspira cierto sentimiento de piedad, sin que deje de decir lo que hay que decir en cada caso.

 -Cambiando de tema, se está por abrir el Museo del Libro, ¿en qué consiste?

El Museo del Libro es una expresión original de la Argentina. Hay uno en Brasil, de la lengua portuguesa. No sé si hay otro en otro lugar del mundo. La lengua es un problema milenario y nuevo al mismo tiempo, todos sabemos que hablamos una lengua y que es un tesoro que tenemos, insustituible por ningún otro. Pero al mismo tiempo, no nos preocupamos en reflexionar sobre él, porque es tan fácil hablar… Entonces el Museo es una historia del lenguaje argentino, de la manera en que se habló, del modo en que se recupera en el arte, un registro fonográfico. Todos sabemos que no se habló igual, de la misma forma a través de las épocas, se crearon palabras, ¿cómo surgió la palabra trucho, por ejemplo? Como característica de una sociedad que tenía como una nota falsa, rusticada, ilegítima, fantasiosa, encubridora. El lenguaje tiene toda esa versatilidad que invita a hacer una historia y no cualquier historia, porque no son estos objetivos. Cada uno como hablante posee un tesoro singular y eso a uno le pertenece. Es importante poder darle entidad pública.

 -¿Va a ser un archivo sonoro?

No, acá hay archivo sonoro. El Museo es un juego, el lenguaje es un juego y va a haber muchos juegos de búsqueda de palabras, como los crucigramas, pero un poco más elaborados, de modo tal que haya una autoconciencia de lo que son los portadores del lenguaje. Para hablar no es necesario saber que uno está hablando. Para cruzar la calle tampoco, pero en un museo, que la palabra está un poco enmohecida, es un lugar en donde uno piensa las condiciones bajo las cuales hace lo que hace, piensa lo que piensa, habla como habla. En un par de meses ya se inaugura. Está sobre avenida Las Heras, todo pintado. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner indicó los colores que tenía que tener.

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